NotMid 19/10/2023
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Una tarde de 1992 a Mario Calabresi, hijo de un comisario asesinado por las Brigadas Rojas -víctima de una infame campaña de señalamiento previo por parte de los medios llamados progresistas-, lo invitan a una fiesta universitaria. Decide ir, pero el clima de opinión allí no tarda en asquearle. De pronto capta una frase al vuelo. Es de una chica segura de sí:
-Qué asco, la viuda. La cubren de pasta y se hace la víctima. Deberían haberla disparado a ella también.
A Mario se le corta la respiración. Acopia fuerzas para contestar sin perder la compostura:
-Creo que estás equivocada. No tengo constancia de que le hayan dado mucho dinero. Trabaja como maestra de primaria para mantener a sus hijos.
-¿Y eso cómo lo sabes?
-Es mi madre.
La chica enrojece y tartamudea. Mario busca al dueño de la casa, le agradece la invitación, se despide y sale a la calle buscando oxígeno, con la cabeza a punto de estallar. Años después aquel chaval, nacido el mismo año que David Gistau, llegaría a dirigir La Stampa y La Repubblica y escribiría un libro sereno y desgarrador sobre la soledad insoportable de las víctimas del terrorismo. Lo ha editado Libros del Asteroide y se titula Salir de la noche.
Arnaldo Otegi es alguien bastante peor que aquella necia chavala que romantizaba la violencia marxista entre muchachitos granujientos a principios de los noventa. Otegi es la noche misma. La oscuridad que se lleva dentro. La tiniebla de la que los hijos de Juan de Dios Doval llevan saliendo, sin lograrlo nunca del todo, desde el 31 de octubre de 1980. Aquel día, siguiendo las órdenes de Otegi -según la confesión que figura en los archivos a los que ha tenido acceso el coraje periodístico de Leyre Iglesias-, dos pistoleros abordaron a Doval cuando salía de casa en un barrio de San Sebastián. Su esposa oyó los disparos. Tenía 37 años y era padre de dos hijos de siete y cuatro años. Militaba en UCD.
Afirma Ruth Doval, contrafigura moral de aquella niñata italiana: «No habrá justicia mientras se siga blanqueando a los asesinos». Esa blancura sonriente es la que el viernes pasado vertió sobre los hijos de la noche el mismo tipo que se filmaba junto a una apisonadora aplastando pistolas cuando aún estaba convencido de la genialidad de Iván Redondo.
Otegi replicó a las exclusivas que retratan su alma negra. Cierto, Arnaldo: es tu espejo. Y tampoco tú eres un político: eres otra cosa. Y de eso que eres no se sale.