Moscú está más pendiente del desistimiento de Washington y Europa que del avance de tropas
NotMid 16/03/2023
MUNDO
La batalla más importante en Europa desde la Segunda Guerra Mundial está pendiente de que se seque el barro de los campos y caminos sin asfaltar de Donbás y el sur de Ucrania. Esos dos son los escenarios más activos de una invasión rusa que parece querer alargar los plazos a la espera de que Europa y Estados Unidos se distraigan a causa de alguna de sus periódicas agitaciones o cambios de liderazgo.
La ofensiva de invierno rusa ha sido un asalto con mercenarios a Bajmut, no ha habido segunda movilización y aunque Vladimir Putin prepara los mimbres de una economía de guerra, se resiste a aplicarla.
En el Kremlin piensan que Occidente cambiará su ritmo uniforme sobre Ucrania. Al fin y al cabo es en Occidente donde hay rotación en los liderazgos. Ya hay alguna señal en Estados Unidos, donde el gobernador de Florida, el presidenciable Ron DeSantis, ha dicho que proteger a Ucrania no es un interés clave de Estados Unidos. Una idea en línea con la postura del ex presidente Donald Trump, que aseguró que permitiría que Rusia “tome el control” de partes de Ucrania con un acuerdo negociado.
Alexander Etkind, autor de Russia Against Modernity, predice que los comicios en Estados Unidos el año que viene supondrán “otra campaña presidencial estadounidense totalmente centrada en Ucrania, a menos que Ucrania gane claramente antes”.
A día de hoy el futuro ofrece más que el presente a Vladimir Putin, que tiene su guerra total en espera. El líder ruso no ha ido hasta el final en nada: ni en ofensivas, ni en reclutamiento, ni implementando su economía de guerra, ni en cierre de fronteras ni mucho menos en cuanto a amenaza de usar armas nucleares. En algunos casos puede ser por prudencia o por impotencia. Pero todo junto dibuja un patrón común: cree que tiene más tiempo que nadie. Las opciones más radicales, incluida la nacionalización económica y la movilización total, siguen abiertas. Hay espacio para la escalada.
Putin se ha dado cuenta de que cuanto más dure su guerra, más costoso será para Occidente financiar los esfuerzos de defensa y reconstrucción de Ucrania. Calcula estos costes económicos de la guerra como una posible palanca para aupar al poder a líderes occidentales más flexibles en los próximos años.
Moscú está más pendiente de un desestimiento de Washington que de un repliegue en Bajmut. Las posibles grietas en la determinación Occidental van más allá de la confirmación de Donald Trump como candidato, aunque Estados Unidos sea la plaza más importante. El líder húngaro, Viktor Orban, ha mantenido su retórica a favor del Kremlin aunque sin llegar a convertirla en hechos: su dependencia de la financiación de la Unión Europea ha frenado su impulso de vetar las sanciones contra Rusia.
También está Silvio Berlusconi, que es amigo de Putin desde hace mucho tiempo y lo visitó en Crimea después de su anexión ilegal en 2014. Berlusconi está en la coalición de Giorgia Meloni, junto a otro activo del Kremlin como Matteo Salvini. El calendario electoral europeo ofrece más oportunidades a Rusia: en Eslovaquia, el ex primer ministro Robert Fico, que es crítico con las sanciones de la UE a Rusia y se opone al envío de armas a Ucrania, tiene posibilidades de ganar las elecciones parlamentarias de septiembre.
CÓMO DEBILITAR EL AVANCE DE UCRANIA
Kiev siente una presión cada vez mayor para mostrar resultados en el campo de batalla en cuanto llegue el momento. Sabe que si no hay avances este verano surgirán voces pidiendo diálogo -es decir, concesiones- a corto plazo.
Moscú ha gastado en Bajmut un gran número de mercenarios de Wagner. El sacrificio tenía un objetivo: restar a Ucrania fuerzas de cara a la ofensiva de primavera que preparan los ucranianos en el sur. Moscú trata de empujar al presidente Volodimir Zelenski a cometer un error. Incurrir en un despilfarro de hombres -defendiendo un objetivo menor elegido por Rusia- que comprometa otros objetivos futuros ambicionados por Ucrania, como, por ejemplo, romper el vínculo terrestre con Crimea, serrando Zaporiyia, incluso recuperando el acceso al mar de Azov que Rusia les robó el año pasado. Allí, en el sur, el barro se endurecerá incluso antes que en Donbás. Pero el prudente enfoque incremental que han adoptado potencias como Estados Unidos en su ritmo de suministros de armamento condicionan este esperado avance ucraniano.
El problema para Rusia es que al mismo tiempo que echa a sus mercenarios a la picadora de carne empieza a sufrir la falta de munición, que sí es común a soldados y wagneritas. The Wall Street Journal publicó una estimación de analistas según la cual ahora Rusia está disparando sólo unos 10.000 proyectiles al día, frente a los 20.000 o 30.000 del verano pasado. Sigue siendo mucho más que los 3.000 de Ucrania.
En Rusia la propaganda gubernamental sigue tratando de engañar a los rusos diciéndoles que su monumental lluvia de acero que ha destripado cuerpos y viviendas es en realidad una campaña de disparos quirúrgicos y selectivos. En realidad, Rusia usa mucha munición porque dispara a todas partes: desde viviendas a polvorines, pasando por infraestructuras energéticas, cuarteles o vías de comunicación. El mayor coste de esa tempestad de artillería (que el Gobierno ruso lucha por evitar que sea llamada guerra) lo han pagado las familias ucranianas, pero ahora incluso los arsenales rusos se resienten. A Moscú también le faltan tanques, por eso han tenido que salir a la palestra auténticas piezas de museo como el T-62.
OFENSIVA: PRONTO PERO TODAVÍA NO
A Ucrania no le interesa una guerra larga, pero sí ganar algo más de tiempo. Por eso Oleksandr Syrsky, el comandante de las fuerzas terrestres de Ucrania que está a cargo de la campaña en el este, señaló la pasada semana que cada día defendiendo Bajmut “nos permite ganar tiempo” para entrenar a reclutas y preparar ofensivas. Y esperar el armamento que está en camino.
El Kremlin no sólo ha evitado una segunda ola de reclutamiento, a pesar de la escasez de tropas, sino que también ha hecho un uso extensivo de mercenarios. Esas muertes pérdidas no preocupan a los militares, que de hecho mantienen una rivalidad con Wagner. Putin ha puesto sobre la mesa la opción de utilizar un arma nuclear táctica para cambiar la situación a favor de Rusia. En septiembre, anunció que estaba dispuesto a usar “todos los medios disponibles” en su guerra y que “esto no era un farol”. Pero esa idea ha quedado en el cajón, dando paso a una guerra convencional.
“La estrategia a medias de Putin ha obtenido algunos éxitos notables”, escribían Andrei Soldatov e Irina Borogan en Foreign Affairs la semana pasada. “A lo largo de 2022, por ejemplo, la economía rusa no se vio obstaculizada por una excesiva militarización o control gubernamental y la contracción económica de Rusia fue menor de lo que predijeron la mayoría de los analistas occidentales”. Así ha sido hasta ahora. Pero este martes se conoció que los ingresos por exportaciones de petróleo de Rusia se hundieron un 42% en febrero debido a las sanciones. Una señal de que aunque Putin tiene más tiempo que Occidente, su margen tampoco es infinito.
Agencias