El Kremlin pretende conquistar más territorio gracias a los plazos de Donald Trump para imponer nuevas sanciones a Rusia
NotMid 21/07/2025
MUNDO
Las columnas de humo negro se ven desde muchos kilómetros de distancia, de la misma forma que la artillería, el verdadero trueno de la guerra, se escucha desde muy lejos. Pokrovsk, en la distancia, parece una pira funeraria. Alrededor de esta nueva ciudad mártir, sitiada como lo fueron Bajmut, Mariupol y tantas otras, la vegetación exuberante de Ucrania sirve para camuflar brigadas enteras de blindados, cañones y otros paquidermos bélicos.
La ofensiva rusa de verano, en la que Vladimir Putin lo quiere “todo”, según le dijo el autócrata ruso en llamada telefónica a Donald Trump, cuenta 50 días de plazo, otorgados por el presidente de EEUU, para intentar capturar todo el territorio que pueda, cuando la invasión alcanza ya los tres años y medio sin que Rusia haya conseguido su objetivo. “Putin no negociará el fin de la guerra si no cree que puede obtener ganancias territoriales”, dice George Barros, analista del Instituto de Estudio de la Guerra. Trump lo amenaza con sanciones duras.
Convoyes médicos con heridos, cisternas llenas de combustible y camiones llenos de soldados colapsan las carreteras de toda la zona sur de la región de Donetsk. Tenemos que tomar un camino secundario para llegar a una granja. A la sombra de los árboles reposan decenas de blindados, muchos de ellos modelos Leopard 1 que estuvieron en servicio en los ejércitos europeos en los lejanos años 60, pero que siguen siendo útiles en esta guerra de desgaste. Junto a uno de ellos (“mi tanque”, según dice), nos espera Margaryta, una joven de 19 años de Leópolis, voluntaria para combatir en esta fase de la guerra.
– Con 19 años, ¿qué experiencia tienes como tanquista?
– Llevo ya cuatro misiones. Cada vez tengo más confianza y mayor conocimiento de mi tanque.
– ¿Qué es lo que te da más miedo?
– Los drones rusos [Margaryta leñala varios agujeros de metralla en el blindaje de su carro de combate, del que es artillera].
La sonrisa adolescente de Margaryta contrasta con la rudeza de sus compañeros de armas, perros de la guerra de más de 40 años, curtidos todos en los frentes de batalla, que la tratan como si fuera su hija: “El comandante me puso a preparar comidas nada más llegar, pero me negué. No he dejado la granja de mi familia para servir sopa. Pedí combatir y es lo que voy a hacer”. Aunque no es común ver mujeres en brigadas de ataque, su mentalidad es compartida por el resto de soldados: “Ucrania no va a rendirse”, dice ella.

Estos días se cumple un año desde que el Kremlin comenzó las operaciones para tomar la ciudad de Podrovsk, pero hasta el momento los escasos avances de las tropas de la Z se han saldado con enormes bajas. Hoy sólo quedan ruinas humeantes de ella y su vecina Myrnograd. Los rusos, incapaces de tomarla frontalmente, tratan de seguir la misma estrategia que en Bajmut, rodearla por los flancos para cortar las vías de abastecimiento y provocar su caída. De momento, el invasor alarga las fauces sobre el mapa pero aún pueden quedarle muchas bajas por delante al tratar de cerrarlas.
A unos 70 kilómetros más al Este, en la ciudad de Konstantinivka, la historia se repite, pero de nuevo Rusia está lejos aún de poder dar la ciudad como conquistada. Incluso cayendo en manos de Moscú estas poblaciones, aún le quedarían por delante fortalezas como Kramatorsk, Sloviansk o Liman, con lo que el objetivo secundario del Kremlin (tomar todo el Donbás) puede prolongarse años.

Para cualquier gobierno hace tiempo que prolongar la guerra no tendría sentido militar, porque el coste de los avances para conquistar poblaciones destruidas a miles de muertos a la semana no se sostiene, pero Putin no responde ante nadie y puede mantener bajas intolerables para cualquier otro ejército sin que eso suponga un desgaste político. Rusia sigue atrapada en una apuesta fallida, pero el Kremlin seguirá luchando por conseguir algo a lo que llamar victoria al precio que sea.
En el resto de frentes, el ejército de Kiev ha frenado las intentonas de avance. Por ejemplo, en la región fronteriza de Sumy, donde se suponía que 50.000 rusos iban a desatar una gran ofensiva hacia la capital regional, se agotó en un par de meses con ganancias discretas y muchas bajas. Lo mismo sucedió en el área de Kupiansk (Járkiv) o en Kamianske (Zaporiyia).
La realidad es que los dos ejércitos están agotados tras un esfuerzo bélico tan titánico y tan sangriento. The Washington Post revela que, en la misma conversación en la que Trump preguntó a Zelenski si podía atacar Moscú, el presidente de EEUU comentó al ucraniano la necesidad de que Kiev vuelva a intentar una contraofensiva por sorpresa para convencer a Putin de la inutilidad de seguir con la guerra. Pero resulta complicado si no reciben nuevas entregas de armamento por parte de los aliados de Ucrania, especialmente aquellos misiles de larga distancia que pueda castigar la logística rusa desde muy lejos y nuevos envíos de blindados.
Cada vez más muertos
Rusia presume de ser capaz de reclutar a unos 30.000 voluntarios al mes, cada vez por un montante mayor, para mantener el esfuerzo en el frente, pero esa estrategia esconde en sí misma una realidad terrible: cada mes mueren más soldados rusos, y esa es la razón por la que, a pesar de esta leva continua, el ejército ruso no crece. Las cifras de más de un millón de bajas (muertos, heridos y desaparecidos), ofrecidas por los analistas más solventes, son consecuentes con el curso de la invasión.
Ucrania, con unas 550.000 bajas, se ha especializado en la guerrilla drónica como estrategia para sobrevivir y, a pesar de haber perdido parte del equipo entregado por sus socios en 2023, condena a las tropas de la Z a una penosa ofensiva en la que los militares rusos deben cruzar el campo de batalla en moto o en carrito de golf para eludir la odiosa vigilandia de los drones. Moscú también usa drones en el campo de batalla, pero al obligarse a asaltar posiciones defensivas ucranianas, sus cifras de pérdidas son mayores.
De seguir así, los militares de primera línea casi no podrán salir de sus posiciones durante semanas. Ahora, para poder rotar, deben moverse sólo por la noche, ya que la mayoría de los dronesno tienen visión nocturna, pero aún así el riesgo de caer herido o de que te maten es enorme. Cada vez más drones terrestres recorren varios kilómetros campo através y se meten en las trincheras enemigas para detonar su explosivos a larga distancia. Las unidades de drones más célebres, como Peaky Blinders o los Pájaros de Magiar, compiten entre ellos en una gamificación que otorga puntos por muertos enemigos, blindados destruidos y lanzacohetes reventados.
Buscando voluntarios
Mientras Rusia busca cada vez más voluntarios en los países más pobres del continente africano, Ucrania hace lo propio con miles de colombianos, hoy por hoy los miembros más numerosos de la Legión Extranjera de Ucrania.

Entre los recién llegados destaca el voluntario iraní Kourosh Sehati. Tiene 46 años y trabajaba como periodista en el exilio, tras haber pasado por la cárcel como uno de los opositores al régimen de los ayatolás. Se trata del único miembro de este país en defender el uniforme de Ucrania. Sus rasgos de Oriente Medio contrastan con los nuevos voluntarios colombianos.
“Tengo un vínculo con Ucrania porque mi esposa es ucraniana y nuestros hijos son mitad ucranianos», cuenta Sehati. “Estoy tratando de que los ucranianos vean a los iraníes como personas alejadas de las acciones de la República islámica. Los iraníes odian al régimen, que sólo sobrevive por la represión”. Sehati no ha matado a nadie, pero está dispuesto a hacerlo. “Lucharé contra el criminal Putin y sus partidarios”, concluye.
Alberto Rojas