NotMid 11/003/2022
OPINIÓN
Incluso en medio de la brutal devastación que está causando la tiranía de Putin desde que ordenó la invasión de Ucrania hace ya 16 días, se antojan imprescindibles cauces para que la diplomacia pueda abrirse camino y ejercer su labor. En ese sentido, había expectación ante el encuentro ayer en Turquía de los ministros de Exteriores de Rusia y Ucrania, la primera reunión de alto nivel entre los dos países desde el inicio de esta locura con la que el Kremlin amenaza el orden mundial y, de un modo muy concreto, la estabilidad y la seguridad de la Vieja Europa. Pero enseguida se demostró que Moscú sigue sin disposición a negociar de buena fe absolutamente nada.
Y la cumbre bilateral no fue sino una mascarada más, una burla al papel de la diplomacia del mismo modo en que Putin estuvo varios meses engañando a la opinión pública internacional y riéndose de los esfuerzos de diálogo realizados en vano por representantes de todas las potencias con el fin de que no comenzara una guerra que el autócrata ruso había decidido provocar, se le dijera lo que se le dijera. El ministro de Exteriores ruso demostró exactamente el mismo cinismo ante su homólogo ucraniano al sentarse en una mesa de negociación con la negativa de su régimen a aceptar siquiera, tal como le reclama toda la comunidad internacional, un alto el fuego de 24 horas para facilitar las evacuaciones en la ciudad asediada de Mariupol. Antes al contrario, los ataques se volvían a intensificar mientras Serguéi Lavrov exigía una inadmisible rendición al legítimo Gobierno de Kiev, confirmándose que Rusia no tiene voluntad alguna de detener tanta vileza.
No admite discusión que el Kremlin ha violado de forma gravísima las normas del Derecho internacional con esta invasión. Pero lo más inquietante es que, conforme avanzan las jornadas, se confirma cada vez más que Putin no sabe de líneas rojas de ningún tipo, lo que nos sitúa en un escenario tan impredecible como temible. El inhumano bombardeo del miércoles contra un hospital materno-infantil e Mariupol supone un claro crimen de guerra, como lo son tantos ataques como se han registrado ya de los que ha sido objeto directo la población civil. Moscú estaría empleando también armas tan espeluznantes como los cohetes termobáricos, mucho más destructivos que los convencionales. Y EEUU y el Reino Unido alertan de que el régimen ruso ni siquiera descarta el uso de armas químicas en Ucrania. Durante demasiado tiempo, el mundo miró hacia otro lado mientras Putin preparaba una invasión que muchos creían que no podía producirse; ahora no cabe no estar preparados para todo.
ElMundo