El tercer gol de Gonzalo en el campeonato mete al Madrid en cuartos. Di Gregorio evitó un triunfo más claro del equipo de Xabi, desatado en la segunda mitad. Volvió Mbappé.
NotMid 01/07/2025
DEPORTES
El Real Madrid de Xabi Alonso avanza a los cuartos de final del Mundial de Clubes, un paso significativo en un proyecto que aún se cocina a fuego lento. Es la victoria la que facilita el proceso, especialmente después de una primera mitad soporífera donde el equipo, literalmente, “hizo clic” desde el lugar habitual: el rincón de Vinicius. El brasileño, aunque menos insistente, mantiene esa chispa desequilibrante que contagió al resto. Hasta ese momento, la omnipresencia de Valverde y la sorprendente falta de ambición de la Juventus habían sido los pilares de un Madrid que buscaba su rumbo. Luego, el equipo empezó a dibujar lo que Xabi Alonso quiere ver: recuperación rápida, ritmo trepidante y una constancia innegociable en los ataques. El broche lo puso el tercer gol de Gonzalo, el “hombre de área” que el Madrid necesitaba, obligando a Di Gregorio a un heroísmo constante para evitar una goleada mayor. No fue un partido completo, ni a todo gas, pero el Madrid de Alonso ya empieza a carburar. Y lo más llamativo: con Rodrygo sin salir del banquillo, lo que augura movimientos en el mercado.
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Un Plan de Seguridad Confirmado
Frente a un rival de envergadura, el Madrid mantuvo su hoja de ruta: Rüdiger por Asensio y Tchouaméni como tercer central. Un once pensado para la seguridad, que ya había rendido frutos ante el Salzburgo, y que se confirmaba como la elección para un partido decisivo ante “otra casa real europea”. La alineación de Xabi Alonso dejó clara su preferencia por un “nueve puro” —incluso si es canterano como Gonzalo— frente a delanteros más “impostados” o galácticos como Bellingham o Rodrygo. La comodidad con una defensa de tres centrales es evidente, al menos hasta que el equipo demuestre lo contrario.
Desde el banquillo de la Juventus, Igor Tudor revertía la rotación extrema que le había costado caro ante el City. De vuelta a sus cuatro centrocampistas y a su ataque titular, con Yildiz incluido, buscaba la solidez perdida.

Advertencias y Destellos
Xabi Alonso, en la víspera, había lanzado dos mensajes contundentes a sus jugadores: “hay que aprender a disfrutar sin la pelota” y que “la exigencia es igual para todos”. Una advertencia clara: nadie se libra de la presión tras pérdida. En la práctica, la intención está ahí, pero la insistencia aún se busca. Hubo robos prometedores al inicio, pero la Juventus, liderada por un brillante Yildiz —un futbolista de visión, presencia y remate que puso en aprietos a Courtois en sus primeras apariciones—, escapaba con demasiada facilidad. El joven turco-alemán, operando desde la izquierda pero con movilidad por todo el frente de ataque, fue la principal amenaza hasta que el oxígeno le falló.

La primera media hora del Madrid fue una confirmación de que la posesión no siempre es sinónimo de control. Marearon el balón, lo pasearon frente al área rival, acabando en disparos lejanos, síntoma de falta de ideas. Solo Valverde, al filo del descanso, estuvo a punto de sorprender a Di Gregorio con uno de esos remates de emergencia. Hasta el minuto 30, el ataque blanco fue un “cero” por la lentitud en la circulación y la ausencia de desmarques, a pesar de los esfuerzos de Valverde por infiltrarse y conectar con Bellingham. Arda Güler, por ahora, es la primera piedra del fútbol de transición, pero esa vocación de un solo toque y protagonismo discreto, aún no se consolida.

La Juventus, con una defensa remendada y el peso de una mala temporada, se limitó a esperar su oportunidad, confiando en las apariciones de Yildiz, su “antiarrugas”. Su única virtud en ese primer asalto fue la paciencia y una contribución notable a un partido “pelmazo” en Miami. Tudor tiene la casa ordenada, pero eso no es suficiente para un gigante histórico.

El Despertar y el Grito de Gol
La “doble vida” de Tchouaméni —alternando entre central y mediocampista— permitió a Xabi Alonso cambiar el sistema sin mover el once. Al sumar al francés como cuarto centrocampista y “descontar” un central, el equipo se iluminó. De pronto, el Madrid se desató. Dos remates con intención de Valverde y Trent, dos intervenciones salvadoras de Di Gregorio a disparos de Bellingham y Huijsen. Y Vinicius, en su salsa, desbordante y festivo, un “rifle de repetición”.
Finalmente, el gol. Un centro medido de Trent y un cabezazo imponente de Gonzalo, un delantero centro “sin filtro” que el Madrid echó de menos la temporada pasada. Un jugador con un dominio aéreo exquisito y ese “sexto sentido para el gol” que resulta indispensable. Había sido una sombra, pero acudió al llamado del equipo. No se le exige participación, lo suyo es definición. A veinte minutos del final, la entrada de Mbappé fue un recordatorio de su rol secundario por ahora, aunque ya nadie puede sacarlo de la primera plantilla.
No se esperaba demasiado del francés, más allá de sacudirse el óxido de una gastroenteritis. Entró para “coger sensaciones”. También llegó Modric, el mejor activo para controlar encuentros así. Esa “ciencia” se echará de menos en el futuro. Mientras tanto, Di Gregorio prolongaba la agonía, deteniendo disparos de Güler y Tchouaméni. Solo él evitó un triunfo blanco con más brillo.
Agencias