NotMid 27/04/2022
OPINIÓN
La decisión de Madrid, Galicia, Castilla y León, Murcia y Andalucía de rebelarse contra el Gobierno y mantener en sus aulas un nivel de exigencia mayor al que contempla el currículo nacional recientemente aprobado por el Gobierno es una valiente apuesta contra la mediocridad educativa.
Con una lucidez de la que el Ejecutivo parece carecer, medidas como mantener las calificaciones numéricas o la obligación de aprobar la mayoría de asignaturas para promocionar se traducirán sin duda en una mejor capacitación de los alumnos y la mejora de sus expectativas laborales. La reforma firmada por Pilar Alegría, ministra de Educación y Formación Profesional, es el mayor atentado contra la excelencia formativa perpetrado en democracia. Para maquillar unas nefastas estadísticas, el Ejecutivo ha optado por el burdo truco de rebajar la exigencia y explotar el emotivismo pedagógico.
Se equivoca la ministra al amenazar a las autonomías con intervenir sus competencias en materia educativa, pues es justamente en el desarrollo de las mismas como estas buscan paliar los efectos más negativos de una legislación indefendible. Se echa en falta la misma tenacidad para instar al cumplimiento de la ley a comunidades abiertamente insumisas, como Cataluña, que persevera impunemente en el incumplimiento al no impartir el 25% de la enseñanza en castellano.
ElMundo