España ha perdido la brújula moral, con los ciudadanos indiferentes a la degradación institucional y unos dirigentes políticos que están preocupados solo de ganar las elecciones
NotMid 01/11/2025
OPINIÓN
IÑAKI ELLAKURIA
En un momento en el que se debate y analiza en el mundo el cambio de paradigma que puede suponer la inteligencia artificial, la estupidez española deslumbra con fuerza. Un país que ha perdido su brújula moral, con una población que ha renunciado a ejercer como ciudadana -indiferente ante la degradación de la vida institucional-, sin apenas élites intelectuales y con una clase dirigente y una conversación pública cada vez más indistinguibles de las de las fallidas democracias hispanoamericanas. Muy cerca, pues, del colapso de su sistema democrático.
El grotesco acto que, según el Gobierno, pretendía ser un «funeral de Estado», pero cuya principal intención era promover el escarnio público de Mazón -un inútil, pero no un asesino-; la comparecencia de Sánchez en el Senado, un espectáculo lamentable en el que un presidente pendenciero y tramposo chocó con una oposición maleducada e inane, como ese popular Miranda; e incluso la tolerada violencia borroka en la Universidad de Navarra sacaron a pasear los peores difuntos de nuestro pasado.
Alertas de una situación límite a la que hemos llegado por una suma de factores propios de la era digital -como el salto de la polarización de las redes sociales a la vida cotidiana-, así como por unas particularidades domésticas: un presidente que decidió cargarse el consenso del 78 por mera supervivencia personal, fomentando un clima de enfrentamiento permanente para iniciar un proceso constituyente de media España contra la otra. Todo ello, con la colaboración de una oposición que pensó que sacar a Sánchez de La Moncloa lo justificaba todo, empezando por la renuncia a presentar una alternativa moral y política al proyecto de transformación social llamado sanchismo.
La mera alternancia en el poder, sin embargo, me temo que ya no será la solución. No hay siglas ni dirigentes que expresen una sola idea más allá de su voluntad de ganar las elecciones. Tampoco la populista anti política. España ha entrado en un estado de alarma que no tiene que ver tanto con la continuidad de Sánchez, ni con la pugna entre izquierda y derecha, como con la garantía de la supervivencia del sistema democrático.
Urge una movilización de aquellos ciudadanos más concienciados, cívicos y responsables, independientemente de su ideología y al margen de los partidos -para acabar sacando a estos de sus trincheras-. Una Coalición de la Decencia, con la misión de reconstruir las bases de toda democracia liberal: una sociedad civil fuerte y plural, un Estado de derecho independiente, un mercado seguro y una opinión pública libre y formada. Así de claro, así de difícil, así de necesario.
