El balance del viaje es el peor posible: un conflicto diplomático con tu socio y el papel de mediador de España arruinado
NotMid 26/11/2023
EDITORIAL
Pedro Sánchez puso ayer fin a su gira por Oriente Próximo provocando una crisis diplomática con Israel y abriendo una brecha en Europa. Tras protagonizar un duro encuentro el jueves con Benjamin Netanyahu, ayer repitió sus críticas a la ofensiva israelí en Gaza y anunció que si la UE no lo hace, España reconocerá de forma unilateral el Estado palestino. Lo declaró en el momento más delicado del conflicto, cuando todo Israel esperaba con la máxima emoción la liberación de rehenes que llevan desde el 7 de octubre en manos de Hamas, y evidenciando una voluntad de ir al choque con Tel Aviv que se sitúa en las antípodas del papel de mediador que España debería aspirar a jugar en Oriente Próximo, en línea con nuestro lugar en la escena internacional y nuestra posición tradicional, que tuvo en la Conferencia de Paz de Madrid de 1991 su momento más memorable.
El presidente acudió a Israel en el marco del primer viaje de su segundo mandato, aunque lo hizo rodeado de simbolismo: cuando ostenta la Presidencia de la UE y acompañado del primer ministro belga, Alexander de Croo, que tomará su relevo el 1 de enero. Así, su intervención se vinculaba de manera inevitable al marco comunitario, donde la guerra en Gaza ha provocado tensiones entre socios.
La intervención de Sánchez se produjo en el paso egipcio de Rafah, donde se esperaba la salida de los rehenes. No pudo estar peor calculada: una sociedad israelí en estado de shock desde el 7 de octubre y en espera de 13 mujeres y niños que fueron testigos de la masacre asistió asombrada a sus declaraciones. Israel convocó inmediatamente a los embajadores de España y Bélgica para exigir explicaciones por lo que considera un respaldo implícito a Hamas e hizo acusaciones fuera de lugar, como que Sánchez había «apoyado el terrorismo».
Esta afirmación es ciertamente intolerable y el Gobierno hizo bien en responder de forma recíproca convocando a la embajadora israelí en Madrid. Pero eso no puede servir de excusa para todo el ambiente que ha rodeado esta visita. Ministros del Ejecutivo han lanzado críticas constantes a Israel y han mantenido una posición inequívocamente propalestina, y ayer jaleaban las palabras de Sánchez.
El error será peor si lo que se buscaba es simplemente el aplauso interno y la cohesión en la izquierda en un momento muy duro de respuesta social a los pactos de investidura y la amnistía a los responsables del 1-O. El balance de un viaje de estas características, con un jefe de Gobierno occidental recién reelegido que además ostenta la presidencia de la UE, no debería ser un conflicto diplomático con Israel, que es socio de España y afronta uno de los momentos más duros de su historia. La forma y el fondo que se requieren para mediar e intentar dar soluciones a un conflicto tan complejo como este son otras, y en este viaje han estado ausentes.