Ese hombre tan pintado, o esa pintura tan deshumanizada, no está bien de la cabeza ni del corazón
NotMid 16/06/2025
OPINIÓN
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Si llega al día del Orgullo, antaño Gay, ahora LGTBI, o sea, anti-gay, Sánchez tendrá carroza propia y aparecerá al frente de un coro extraído del Rocky Horror Show, uno de los primeros grandes espectáculos de travestis estrepitosos que triunfaron en Broadway. Esa estética llegó aquí con la flebitis de Franco, con El fantasma del Paraíso, de Brian de Palma, que recuerdo disfrutar en un cine de Barcelona, con todo el loquerío de las Ramblas, que hoy estarían cancelados por la inquisición queer. Entonces se moría Franco, queríamos libertad, sin más, y a muchos les dio por travestirse. Pues muy bien.
Pero cuando uno da el paso de Sánchez que recogía la portada de EL MUNDO, labios rosa chicle y cuchillada en dos marrones del pómulo al mentón, ya no se desmaquilla nunca del todo. Su versión pintada muestra un yo oculto que no soporta más ninguneo. Es un grito de colorines, la llamada de socorro de alguien vestido para matar. Porque no hay cambio de ropa comparable al maquillaje, al cambio de cara por íntima insatisfacción que criticaban los clásicos: “arrojar la cara importa, el espejo no hay por qué”.
Cuando lo vi pintado de gheiso y con aire de tuberculoso enfermo, entre La montaña mágica (Davos, Agenda 2030) y una Dama de las camelias casi trans, pensé que se había mudado al espejo, como Alicia, y ya no saldría de allí. Conste que no quiero ridiculizar a la persona, sino mostrar el peligro de un personaje que no sabe quién es o quiere ser pero que ha ido copando los tres poderes, y puede llevarnos a la dictadura de la mano de Pumpido o dar marcha atrás y poner su destino, y el nuestro, en las urnas.
Y ese hombre tan pintado, o esa pintura tan deshumanizada, no está bien de la cabeza ni del corazón. De la primera, porque una biografía de humillaciones y complejos, de arribismo desnortado e impostación social, lo ha trastornado al llegar a la presidencia del Gobierno. Y, ojo, también la institución de la Presidencia es rehén del anubarrado Pedro Sánchez. En cuanto al corazón, muchos han explicado la triada oscura del psicópata: la carencia absoluta de empatía, la capacidad de manipulación y la mentira continua, el oxígeno que necesita respirar un alma enajenada. Nada bueno saldrá de este conflicto. Un psicópata no se suicida, se disfraza, y a este lo tapa la policía de Marlaska. Otra cosa es la Guardia Civil. Con razón, Santos Cerdán y sus cloacas querían cargarse la UCO. De ella pendemos y dependemos.