La presión por el reconocimiento del Estado palestino, que Sánchez reivindica, pondrá a prueba la influencia de la ONU
NotMid 23/09/2025
EDITORIAL
La Asamblea General de la ONU arranca hoy en Nueva York con enormes divisiones, especialmente respecto a Oriente Próximo. En la Conferencia Internacional sobre la cuestión palestina que ayer impulsaron Francia y Arabia Saudí, el anuncio de Emmanuel Macron de que su país se sumará al reconocimiento del Estado palestino deja a EEUU como el único miembro permanente del Consejo de Seguridad en oponerse a una declaración suscrita por más de cien países. El objetivo final defendido por muchos de ellos es presionar a Benjamin Netanyahu en favor de la solución de los dos Estados; una fórmula que otros, como Alemania, comparten, pero como último movimiento y no como cesión previa. En este contexto se enmarca el discurso que Pedro Sánchez está enarbolando en política exterior. Ayer, antes de participar en el mencionado foro -intervención que se produjo tras el cierre de esta edición-, el presidente utilizó su conferencia en la Universidad de Columbia para reivindicar el liderazgo de España frente a Israel y presentarse como el perfecto antagonista de Donald Trump.
En efecto, el Gobierno español se adelantó al decidir unilateralmente, en mayo de 2024, el reconocimiento del Estado palestino. Lo presentó como la única vía posible para la «paz» ante la ofensiva con la que Israel respondió a los salvajes atentados de Hamas y que ha derivado en una indefendible matanza de civiles. Ayer, en la universidad neoyorquina, Sánchez insistió en las razones morales, que en cambio son sustituidas por el frío pragmatismo cuando se trata de la relación diplomática con los regímenes autoritarios de China y Venezuela. Por ello solo cabe sospechar de un oportunismo político en cualquier caso lesivo para los intereses de España. Forzar su antagonismo con Trump, férreo aliado de Netanyahu, puede resultar electoralmente rentable para Sánchez, pero no ayudará a fortalecer el multilateralismo en el que Europa necesita retener a EEUU. En todo caso, ante el horror que está viviéndose en Gaza, la creciente presión internacional para el reconocimiento del Estado palestino pondrá a prueba la influencia real de la ONU, percibida desde hace demasiado tiempo como un escaparate de declaraciones políticas con escasa traducción fáctica.
La Asamblea reúne a más de cien líderes mundiales en un momento muy convulso, y con la propia ONUmostrando signos de debilidad. Ochenta años después, la organización llamada a mantener la paz y la seguridad, proteger los derechos humanos y defender el derecho internacional arrastra una crisis de influencia que se ve agravada por el regreso de Trump. EEUU, principal sostén político y económico de la ONU, no solo ha agrietado el vínculo transatlántico, sino que propugna un nuevo orden basado en la primacía de sus intereses nacionales. Por desgracia, la primera democracia del mundo ha cedido su papel protagónico en el escenario internacional. También en lo que respecta a la otra gran amenaza: Rusia. Mientras Vladimir Putin intensifica sus provocaciones a Europa, la inacción de Trump envía a Moscú el peor de los mensajes.
Cuando los valores de la democracia liberal están en peligro, la supervivencia de la ONU es más importante que nunca. Para ello es necesario no solo una reforma ambiciosa de su funcionamiento, sino el acierto de los grandes líderes democráticos para que las voces aislacionistas del Gabinete Trump no empujen a EEUU a una ruptura total del atlantismo. Dejar el campo abierto a China como garante del orden mundial sería devastador para todos.