El sectario se alarma mucho cuando la víctima pertenece a su tribu ideológica pero concatena sutilísimas adversativas cuando el agredido es de los otros
NotMid 14/09/2025
OPINIÓN
LEYRE IGLESIAS
1. Todo depende de a quién mates y por qué
Todo acto de violencia política es una oportunidad trágica para descubrir al sectario. El sectario se alarma mucho cuando la víctima pertenece a su tribu ideológica pero concatena sutilísimas adversativas cuando el agredido es de los otros. Ha ocurrido con el asesinato de Charlie Kirk, pero en España no es una novedad.
Aquí hemos escuchado que ETA mataba por la opresión del pueblo vasco. Hace nada muchos defendieron las piedras contra Fernando Savater porque iba a Rentería a provocar, o los escraches a Pablo Iglesias e Irene Montero porque al fin y al cabo recogían lo que habían sembrado. Hoy hay gente con doble máster que justifica el boicot a los alumnos constitucionalistas porque en la universidad catalana el fascismo no puede entrar. Y gente que en la paliza a un mena solo ve el fruto lógico de la tensión migratoria.
Por eso conviene preguntarse: ¿qué diría yo si Charlie Kirk hubiera sido de izquierdas?, ¿si en el cartucho de la bala no pusiera «Eh, fascista» sino «Eh, zurdo»?
2. Más ataques en Alemania, menos en España
No hay datos comparables sobre violencia política en el mundo. En general, los especialistas alertan de un aumento de las agresiones de cariz derechista.
Dos ejemplos. Alemania registró el año pasado un récord de delitos por motivos políticos al superar los 84.000 (un 40% más que en 2023). La mitad se atribuyó a la extrema derecha, unos 10.000 a la extrema izquierda y 6.200 al antisemitismo.
En España, en cambio, los delitos e incidentes de odio investigados por las fuerzas de seguridad descendieron un 14% hasta los 1.955. Son datos del Ministerio del Interior. Las principales causas: el racismo y la orientación sexual o la identidad de género. Los antisemitas crecieron un 61% y los basados en la «ideología» cayeron casi a la mitad. Los vinculados a la islamofobia (distinción introducida en 2024) fueron 13. Es curioso: el País Vasco, Navarra y Ceuta encabezan el ranking nacional de delitos de odio por cada 100.000 habitantes.
3. Con la lengua han apretado el acelerador
Mientras disfrutamos de la «normalidad», la política lingüística se está acelerando en Cataluña y el País Vasco. El procés enseñó a la comunidad nacionalista que lo de constituirse en Estado dentro de la UE es muy difícil. También ocurre que, ante el aumento de la inmigración, el más leal nacionalista de Bilbao o Barcelona prefiere compartir portal con un andaluz que con un marroquí.
Por eso el eje de adhesión emocional –y laboral– a la causa, su no pasarán, ya no es la independencia: es la «lengua propia». El PNV y Bildu quieren más euskera en las aulas y ya lo exigen para casi cualquier empleo público. Si allí los socialistas apenas protestan, en Cataluña han comprado todo el paquete. Según Salvador Illa y La Vanguardia, el catalán está amenazado de muerte. ¡Maldita derecha judicial!
Es un rodillo agotador. Y contraproducente. Dos datos: en Cataluña, el porcentaje de jóvenes que solo o mayoritariamente hablan catalán ha caído del 43% en 2007 al 25% en 2022; y en las calles de Vizcaya únicamente el 8,8% de las conversaciones discurren en euskera. Es posible que la causa no sea España, sino la realidad.
4. ¡Noticia, noticia! Hay menos hambre infantil
Este jueves el New York Times publicó una noticia que decía: «Por primera vez hay más niños obesos que con bajo peso». ¡Una buena noticia al fin! Los datos proceden de un estudio de Unicef. Según esta agencia de la ONU, desde el año 2000 la población mundial entre 5 y 19 años con bajo peso se ha reducido del 13% al 9,2%, y por primera vez hay más niños y adolescentes con sobrepeso (9,4%) que desnutridos. Alentador.
Sin embargo, el diario estadounidense lo planteaba como una desgracia: en efecto, ahora el problema es la obesidad. Los alimentos ultraprocesados y baratos han llegado al día a día de los países pobres y también forman parte de la dieta de los niños en los países ricos.
A la obesidad la llaman epidemia y sin duda requiere estrategias coordinadas de salud pública. Incluso Robert F. Kennedy Jr., el sospechoso secretario de Salud de Donald Trump, parece preocupado por la obesidad infantil.
Pero quizá no esté de más subrayar que no todo lo estamos haciendo mal. Que hoy haya menos niños con hambre debe de significar que el mundo, en realidad, está progresando.
