El ex ‘número tres’ del PSOE intentó comprar el silencio de Ábalos a cambio de dádivas, lo que interpela a Sánchez
NotMid 16/06/2025
EDITORIAL
La trama de corrupción pura y dura desvelada por la Unidad Central Operativa (UCO) encabezada por Santos Cerdán interpela al conjunto del Partido Socialista. No estamos solo ante el caso Cerdán, como pretende ahora encajonarlo Pedro Sánchez, sino ante un escándalo que recorre los pilares de la estructura socialista. Tanto es así que, tal como revela hoy EL MUNDO, el ex secretario de Organización del PSOE ofreció a José Luis Ábalos que este partido le pagaría su defensa en el marco del caso Koldo, un sueldo en una consultora de la órbita socialista y el compromiso de rehabilitarle políticamente en el futuro si finalmente no resultaba condenado. A cambio, exigió al ex ministro de Transportes que entregara su acta de diputado y un pacto de no agresión del Gobierno. Comprar el silencio de un diputado vulnera el Código Penal. Pero, más allá del alcance jurídico, esta indigna maniobra arroja el inquietante interrogante de saber a quién protegía Cerdán con sus intentos de acallar a Ábalos. Es inverosímil que lo hiciera en solitario, dada la organización vertical inherente a todas las siglas y el perfil cesarista del PSOE de Sánchez.
Las presiones a Ábalos por parte de Cerdán en febrero de 2024, tras la detención de Koldo, plantean la sospecha de una voluntad de encubrimiento inaceptable en democracia. Un partido político tiene el deber de denunciar la corrupción, no de opacarla. Los gestos de persuasión a Ábalos revelan, cuando menos, un intento de minimizar los daños de una trama que pone en jaque al Gobierno.
La gravedad de la corrupción, el descrédito moral y la repugnante atmósfera de diálogos que recogen los audios incorporados al informe de la UCO sobre Cerdán es de tal calibre que ha desatado el pánico en el PSOE, lo que puede agravarse por la vía abierta en el Tribunal Supremo para imputar a este partido por financiación ilegal. El reparto de mordidas entre Koldo y quienes entonces eran dos estrechos colaboradores del presidente supone un punto de inflexión en una deriva de degradación institucional. Sánchez se encuentra acorralado. Y la opción de mantenerse en el puesto solo puede interpretarse como una huida hacia adelante. En este contexto, aplazar las decisiones al Comité Federal del 5 de julio parece un ejercicio de repliegue. Cuando crecen las voces internas que desaprueban el empeño de Sánchez en estirar la legislatura hasta 2027, la cúpula socialista planea cambios para prolongar la agonía del Gobierno y cercenar el paso a los críticos, cuya propuesta encarnan figuras como las de Emiliano García-Page o Eduardo Madina.
El PSOE, cofundador de la democracia de 1978, se ve arrastrado por el populismo disolvente de quien ha agitado la discordia social hasta el punto de quebrar los cimientos del Estado de derecho. Eso no significa que no siga siendo una formación nuclear para la estabilidad democrática. España necesita que el partido que más tiempo ha gobernado en democracia, y cuya capilaridad territorial ha sido clave para el Estado de las Autonomías, regrese cuanto antes a la centralidad y la institucionalidad.
La regeneración del PSOE exige no solo el imperativo democrático de la renuncia de Sánchez, sino la articulación de una alternativa orgánica que solo puede originarse en su interior.