En el entorno rural, no arde una casa, no arde un paisaje, sino una forma de vida
NotMid 18/08/2025
OPINIÓN
BÁRBARA BLASCO
Estuve un par de días en el velero de unos amigos, niños asilvestrados y felices, un perro que traía la pelota desde el mar, el aperitivo en cubierta, el mundo ondulando a nuestros pies.
La incomodidad por la falta de espacio, de estabilidad y, a cambio, el derroche de la naturaleza, la belleza constante en los ojos, el lomito plateado del mar, la paz turquesa ahí abajo, el atardecer sin adjetivos.
La belleza tiene algo de irreal. Por más que hayamos asistido antes a su contoneo, siempre produce asombro en la mirada. El horror comparte con ella ese punto de suspensión de la realidad.
El horror que estos días ha tomado la forma del fuego, dejando a su paso un apocalipsis marrón donde solo crece el fantasma de la nostalgia. Porque en el entorno rural, no arde una casa, no arde un paisaje, sino una forma de vida.
Hablamos del efecto mariposa, de esas pequeñas perturbaciones que producen grandes efectos, pero deberíamos referirnos al efecto buitre leonado cuyo batir de alas avanza consecuencias de las que estábamos más que avisados, y seguimos desoyendo.
Estos días, la ONU ha vuelto a fracasar en su intento de alcanzar un tratado global sobre la contaminación con plásticos (quiero decir que hemos vuelto a fracasar). De un plástico que en gran medida va a parar al mar, que viaja en la cadena trófica hasta volver a nuestros adocenados estómagos. Países petroleros como Arabia Saudí se han negado al acuerdo -si baja el uso del petróleo por los coches eléctricos, incrementar el uso del plástico es una opción para seguir enriqueciéndose- y hasta los países que estaban a favor han ido desinflándose ante un airado Trump y el auge de los discursos negacionistas del sálvese quien pueda.
¿De verdad están tan locos que creen que cuando se estén despidiendo del mundo, sus últimos pensamientos serán para el plástico de las tarjetas, para los ceros de las cuentas, para el poder del uranio enriquecido?
Ya no se trata de elegir entre un modelo socialdemócrata o uno neoliberal, sino de elegir entre locos o cuerdos. El derrumbamiento del concepto de realidad está arrastrando al mundo real, a las montañas reales, a los mares reales, a nuestros reales cuerpos.
Hay un poema maravilloso de Pedro Casariego de Córdoba que dice Te quiero porque tu corazón es barato. Hay que estar muy loco para acabar con tanta belleza natural y gratuita.
Agencias