El plan de Trump ofrece, con todas las reservas, la primera oportunidad real de acabar con el devastador conflicto
NotMid 01/10/2025
EDITORIAL
El plan de Donald Trump para Gaza supone, aun con todas las reservas, la primera oportunidad real en dos años de acabar con el devastador conflicto en la Franja y poner la bases para un futuro en paz. La propuesta de 20 puntos avalada por Benjamin Netanyahu ha suscitado un respaldo extraordinariamente amplio: no solo el de los principales líderes europeos, sino también, significativamente, de los países árabes, Rusia y China, lo cual sitúa toda la presión sobre Hamas. El grupo terrorista islamista -que según algunas fuentes podría inclinarse a aceptar- debería liberar a los 48 rehenes israelíes en 72 horas, desarmarse y ceder el poder. A cambio, Israel liberaría a 250 gazatíes condenados a cadena perpetua y a 1.700 detenidos desde el inicio de la guerra; los miembros de Hamas podrían abandonar Gaza o incluso ser amnistiados; y se abriría una vía hacia la creación de un Estado palestino. El plan descarta la masiva expulsión de habitantes del territorio con la que Trump y Netanyahu han venido amenazando, e implicaría tanto el cese de la masacre de civiles como la entrada de ayuda humanitaria.
La propuesta suscita dudas razonables. No solo por su ambigüedad calculada, sino también por la imprevisible política exterior de Trump, como se ha comprobado en la guerra de Ucrania. Con todo, el amplio apoyo internacional a esta iniciativa y las cesiones a las que se compromete Israel permiten albergar cierta esperanza.
Ayer Pedro Sánchez también respaldó públicamente el plan, rechazado, sin embargo, por Sumar, en otra muestra de las divisiones en la coalición que han instalado a España en la parálisis interna y la irrelevancia exterior. El grupo de Yolanda Díaz es en este punto coherente: tiene poco sentido apoyar una salida negociada con aquel al que se tacha de genocida. En cualquier caso, la política de confrontación total con Israel y Estados Unidos de la que Sánchez ha hecho bandera para contrarrestar su debilidad política limita el margen para situar a nuestro país como actor relevante en el futuro de Oriente Próximo. Un futuro que, de concretarse este plan, dejará a Gaza en manos internacionales a través de una «Junta de Paz» que, liderada por Trump y con la participación del británico Tony Blair, supervisaría a un gobierno de tecnócratas palestinos.
El protagonismo del presidente de EEUU como mediador en la Junta, cuando es el aliado más estrecho del primer ministro israelí, es uno de los aspectos más polémicos de la propuesta. Por otra parte, no se fija un calendario claro para la retirada de Israel ni se otorgan garantías para un Estado palestino, que ayer volvió a ser negado por Netanyahu. Tampoco se detalla cómo será la fuerza internacional de estabilización encargada de la seguridad ni el papel de la Autoridad Palestina.
A pesar de todo, se trata de un marco que abre la posibilidad de detener inmediatamente los combates, parar la catástrofe humanitaria y poner la primera piedra de una larga y costosa reconstrucción. La alternativa es la continuación de un desastre que no ofrece ni horizonte para los palestinos ni seguridad para los israelíes.