Educaron a una generación en el rencor, y ahora ese rencor se vuelve contra sus creadores
NotMid 10/06/2023
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Hace tiempo que mojar la pluma en las lágrimas de impotencia de Pablo Iglesias e Irene Montero me causa el rechazo propio de cualquier abuso. El refranero castellano, poco atento a los pudores de la corrección multicultural, llama a eso lanzada a moro muerto. Pero en la hora grave de la disolución podémica, cuando una democrática lluvia de votos lava el último coágulo del neocomunismo español y lo encauza de regreso al sumidero de la historia, quizá sea necesario recontar los daños dejados por la riada de populismo que rompió los diques institucionales y anegó las plazas de España hasta enfangar parlamentos, aulas y redacciones.
Alguna autoridad tendremos quienes denunciamos el sabotaje desde el primer crujido. Quienes, pese a pertenecer a la generación de los indignados y asistir a su estallido desde una precariedad compartida, siempre supimos que sus tratamientos nacidos de ideologías fracasadas agravarían el pronóstico. La irrupción de Podemos no corrigió otra desigualdad que la de sus fundadores, ese puñado de activistas de clase media que se presentaron como portavoces de la clase trabajadora para acabar viviendo como la élite. Conciencia de clase fue el nombre pomposo con que el 15-M rebautizó el resentimiento. No cambiaron la vida de la gente pero sí la de su gente: la que logró acta, cargo, sinecura o subvención. Por ese desclasamiento ascendente con dinero público pelearon desde el inicio y por conservarlo siguen peleando en la agonía. Hoy no hay diputado de Vox más fieramente conservador que uno de Podemos contemplando aterrado la aproximación a toda velocidad de una vida sin escaño, sin foco, sin asistente doblada de niñera.https://omny.fm/shows/el-mundo-al-dia/el-fin-de-podemos/embed
Por el camino han empeorado España hasta lo imperdonable. Naturalizaron el escrache, deslegitimaron la Constitución que los acogía, abonaron la estrategia separatista, conquistaron nuevas fronteras de violencia verbal contra jueces y periodistas y empresarios, mostraron a la derecha populista el embriagador camino del cainismo, minaron de ineptitud la tarea legislativa, contagiaron al PSOE el virus del ensimismamiento autoritario que lo tiene hablando solo en el búnker de Moncloa. Pero sobre todo neurotizaron a la población sin piedad: nos amorraron a su zumo de naranja mecánica exprimido en redes y platós, nos insistieron en que cada rasgo de nuestra identidad era político, nos juraron que nuestro más íntimo malestar tenía un culpable. Educaron a una generación en el rencor, y ahora ese rencor se vuelve contra sus creadores.
Perdonen que no me levante al paso del cadáver.