La hipérbole es tendencia en la sociedad del espectáculo
NotMid 31/08/2023
OPINIÓN
FÁTIMA RUIZ
Toda sociedad del espectáculo vive de la hipérbole. Y en esas andamos en los últimos coletazos de un verano informativo inflamado por los golpes de efecto. Cómo si no se explica que el primer recurso de una madre para hacer valer la causa de un hijo que no está en el corredor de la muerte, sino en el de la federación española de fútbol, sea la huelga de hambre. Así, para empezar a hablar. Y no en defensa del cachorro, sino de la Justicia en mayúsculas. La cosa es envolver el dolor o el propio interés en alguna bandera que trascienda lo personal y permita reclutar apoyos. El gesto coincide por casualidad en el tiempo con el 60 aniversario del discurso de Martin Luther King por los derechos civiles. Ahora todos tenemos un sueño; lo que no tenemos es medida.
Hace no mucho hubiera bastado menos atrezzo para comprender su postura. Una simple comparecencia hubiera permitido empatizar con una mujer cegada por un amor desenfocado y acrítico (y de paso entender cómo es posible que Luis Rubiales tenga un ego así de largo, al que nadie le ha cortado nunca ni las puntas). Pero hoy es necesario aplicarle a cualquier discurso una dosis de esteroides emocionales que engorde su repercusión en el amplificador de las redes sociales.
La exageración es tendencia. Y en esto, como en todo, están los aprendices y están los profesionales. Y en la cúspide, sentado encima de todos, está Donald Trump, otro protagonista de las portadas de agosto. El primer imputado en jefe de la Historia de EEUU acaba de convertir su ficha policial en merchandising por valor de siete millones, lo que demuestra la altísima rentabilidad que ofrece asaltar instituciones si uno sabe enjuagar a la opinión pública desde el exceso; moverse por el terreno de juego del reality político combinando el rol de todopoderoso hiperpresidente y el de víctima absoluta. Una bipolaridad que ha obrado el milagro de convertirle otra vez en favorito de un partido que lleva años minando desde dentro.
Para burlar el cerco judicial, Trump también apela a los principios en mayúsculas. En este caso a la libertad de expresión, una bandera lo suficientemente inapelable como para disfrazar de derecho fundamental su presión para manipular el recuento en Georgia. Pedir a las autoridades del estado que «encontraran» votos no fue un abuso de poder, según la defensa del magnate, sino una legítima «aspiración». A ver si, además de besos, tampoco se va a poder ya dar ningún consejo.