NotMid 04/11/2022

OPINIÓN

FRANCISCO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ

Pasan pocos minutos de las 9 de la mañana de este jueves y comienzan los disparos. El Ministerio de Trabajo publica sus datos de paro registrado y las redes sociales y diversos canales de comunicación abren un tiroteo de voces a favor y en contra. Escasos matices y muchas ganas de posicionarse en contra de algo. Es habitual, el deporte de la interpretación acelerada de la estadística se practica desde antaño. Todos caemos, es tentador sentir el pulgar acariciando el martillo del revólver. Sergio Leone hubiera instado a Eli Wallach a repetir aquello de “cuando tengas que disparar dispara, no hables”.

En apenas pocos días entre dos registros estadísticos se aprecian tendencias y discrepancias. Recuerdo desde hace décadas, evocando algún bostezo, encendidas discusiones de economistas entre los que prefieren la Encuesta de Población Activa (EPA) para contar lo que sucede con el desempleo y los que miran a los datos de los registros de la Seguridad Social. Así de aburridos somos a los postres. En realidad, cada una aporta lo suyo. El dato de este jueves es bueno, sobre todo en un contexto en el que está claro que la economía está frenando en seco, con un avance del PIB del tercer trimestre de un 0,2%. El paro sigue sin cuadrar mucho con el crecimiento, aunque esa es otra historia que seguramente sugiere que medimos mal el avance económico.

Mejora la afiliación y cae el paro, también de forma desestacionalizada (menos susceptible a manipulaciones interpretativas). Hay un paro bueno, el que cae. No es una bondad que pueda ser complaciente porque España sigue teniendo una de las tasas de desempleo más elevadas de la OCDE, pero parece menos castillo de naipes que en otros momentos. Nada apunta a que haya desmoronamiento esta vez, pero tampoco motivos para la euforia. Algunas mejoras, seguramente, de buenas opciones de unas y otras reformas porque la flexibilidad no es incompatible con la calidad, pero queda mucho camino que recorrer en esas dos direcciones en España. Se crea empleo, pero se va desacelerando (la tasa interanual ha bajado del 3,3% al 3%).

También hay factores que afean un poco la foto del mercado laboral. Desde hace un tiempo parece una plaza bursátil. Hablamos de que en octubre hay 103.499 nuevos afiliados a la Seguridad Social pero este lunes se tramitaron 300.539 bajas. Con esta volatilidad, las interpretaciones mensuales son complicadas. Se contrata los lunes y se despide el viernes. Realidad triste. Los llamados “efectos calendario” son desorbitados en España. También poco favorecedora la situación contractual en algunos aspectos. Siguen subiendo los fijos estables (los de verdad) pero aumentan en la misma medida los fijos discontinuos. Y esos ya no cuentan como parados, ni siquiera en los momentos en que ni trabajan ni cobran. La temporalidad es mala, pero vivir en un interruptor laboral no es agradable.

Contrastando EPA y registros de Seguridad Social, otros aspectos son directamente malos y, no siendo exclusivos de España, deben ser mirados y cuidados con atención. Dos tercios del empleo creado son públicos, lo que no es necesariamente malo, pero apunta a un sector privado que afronta anemia. Además, los desanimados (que estando en edad de trabajar no buscan ya trabajo) crecen, como también lo hacen los discontinuos (trabajadores parciales “involuntarios”) y los que quieren trabajar y no buscan empleo. Con todos ellos sumados, el paro superaría el 20%, aunque este engorde estadístico sucede aquí y en otras localizaciones. Hubo momentos aún más delicados para estos colectivos laborales tras la pandemia, pero son demasiados aún como para ignorarlo. Son disfunciones que explican que algunos sectores (hostelería, agricultura) no encuentren trabajadores suficientemente preparados. Tampoco puede olvidarse el coste de la Seguridad Social, al alza y comprometida en subidas de pensiones poco edificantes. La trayectoria es hacia delante, pero frenando y con matices muy delicados.

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