La cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid a finales de mes debe plantearse el diseño de una nueva etapa geopolítica que avance de forma nítida hacia una mayor capacidad defensiva real
NotMid 04/06/2022
EDITORIAL
Al cumplirse 100 días desde el inicio de la abyecta invasión de Rusia a Ucrania, la OTAN confirmó ayer una realidad tan dramática como la de que el 20% del territorio de este país se encuentre ya bajo control efectivo de Moscú, a lo que suma su vaticinio de que la contienda «será larga». Por su parte, la ONU aportó un dato devastador: un tercio de la población del país agredido depende actualmente de la ayuda humanitaria para sobrevivir.
Del actual estado de la guerra no emergen más que inquietantes incógnitas, tanto sobre el desarrollo futuro de la contienda como sobre cómo afectará al orden geopolítico europeo y a la geoestrategia mundial. La invasión no ha sido la sencilla operación relámpago que presumía el sátrapa ruso, Vladimir Putin, quien no contaba con la heroica resistencia de la población ucraniana, alentada por los valores democráticos que ha interiorizado en la última década.
Y los expertos subrayan también la enorme pérdida de vidas rusas en estos 100 días de guerra, en su mayoría de jóvenes reclutas. Pero, pese a ello, es innegable la desproporción de fuerzas a favor de Rusia, lo que le está permitiendo en los últimos días afianzar el imparable avance en el Donbás. Putin cuenta además a su favor con su aparato de propaganda heredado del régimen soviético y con la draconiana represión que hace inviable cualquier movimiento interno de protesta.
Así las cosas, es lógica la llamada del presidente ucraniano, Zelenski, solicitando a Occidente el envío de más y mejores armas. Las democracias del mundo no pueden abandonar a Ucrania. Desde este diario no nos cansaremos de insistir en que está en juego el futuro mismo de la democracia liberal y la prevalencia del humanismo frente a la criminal violencia arbitraria de los autócratas. La cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid a finales de mes debe plantearse el diseño de una nueva etapa geopolítica que avance de forma nítida hacia una mayor capacidad defensiva real.
En este sentido, una de las consecuencias que ya deja la atroz huida hacia adelante de Putin es que, en contra de sus cálculos, la Alianza Atlántica se está viendo obligada a fortalecerse, con peticiones que hasta hace 100 días hubieran sido inimaginables como las de la adhesión de Finlandia y Suecia. Los ciudadanos europeos deben despertar de una falacia peligrosa: que la seguridad y la paz no tienen precio. De lo contrario, el próximo país invadido podría ser cualquiera.