Abogado, profesor universitario y líder del Partido Democrático Laboralista, el político brasileño disputa su cuarta elección presidencial

NotMid 01/10/2022

OPINIÓN

SEBASTIÁN FEST

Cracolândia no entiende de debates. En la noche del jueves, mientras los candidatos a la presidencia de Brasil llegaban a los estudios de la poderosa TV Globo en Río de Janeiro, un par de centenares de hombres reptaban en la oscuridad por el degradado centro de São Paulo. Buscaban y consumían droga, se dejaban caer vencidos en las sucias aceras de un escenario de apocalipsis zombie que los paulistas conocen hace tiempo como Cracolândia, el sitio que reúne a los adictos al crack.

Ninguno de los siete candidatos mencionó Cracolândia, naturalizada como tantas otras cosas negativas naturalizadas en Brasil: la violencia, la pobreza, la corrupción. Entre los candidatos, Ciro Gomes, el “tercer hombre”, un político con más prestigio que votos y que tras años ligado a Lula de Silva es hoy poco menos que el demonio para los seguidores del ex presidente. Se vio en el debate, que terminó de consolidar a Gomes como inesperado aliado táctico del presidente Jair Bolsonaro, un derechista duro muy lejano a su militancia socialdemócrata.

Gomes, de 64 años y tercero en las encuestas, se plantó frente a Lula y le dio una durísima bienvenida ante la mayor audiencia en 16 años para un debate: “¿Cómo explica que tras 14 años de gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) los cinco brasileños más ricos concentran tanto dinero como los seis millones de brasileños más pobres?”.

Lula, cuya legendaria ronquera está en niveles críticos, se frotó imaginariamente las manos para pasar a merendarse políticamente a Gomes. “Tu pregunta podría haber sido diferente, Ciro”, afirmó el líder del PT, que además de recordarle los éxitos sociales de su gobierno (con cifras exageradas en más de un caso) le hizo ver una y otra vez que, durante mucho tiempo, gobernaron juntos.

Fue lo que el diario Folha de Sao Paulo definió como “momentos de ajuste de cuentas en el aire, exponiendo agravios del pasado, cuando eran aliados, y de la campaña actual, en la que Gomes adoptó una retórica agresiva contra el ex socio”. Lula añadió que contó con la ayuda de Gomes para gobernar, como ministro de Integración Nacional entre 2003 y 2006. Gomes replicó que abandonó su gobierno “por las contradicciones de la economía y, lo más grave, de la moral”.

Estaba tocando el punto débil de Lula, la enorme corrupción de sus gobiernos, que lo llevaron a prisión durante 560 días antes de que el Tribunal Supremo anulara las condenas por incompetencia de los tribunales que lo juzgaron.

“Lo más grave es que parece que el presidente Lula no quiso aprender nada de las amargas lecciones que recibió. No puedes fingir que no ha ocurrido. Ese paraíso que describe cuando viene aquí ha resultado en la tragedia de Bolsonaro”.

La dureza de Gomes con Lula irrita a los lulistas, pero también a algunos de los propios. Niño prodigio de la política brasileña, fue alcalde a los 30 años, gobernador a los 32, ministro de Finanzas a los 36 y pasó por siete partidos políticos y tres matrimonios. Es padre de cuatro hijos, y su viraje político de una socialdemocracia clásica hacia el centro es visto por muchos como un intento de ir posicionándose para las presidenciales de 2026.

Candidato presidencial en 1998 (fue tercero, con el 11 por ciento de los votos) y en 2002 (cuarto, con el 12 por ciento), fue la elección de 2018 la que sentó las bases del rencor político de Gomes hacia Lula: el ex presidente, en prisión, optó por Fernano Haddad, gobernador de São Paulo, para aglutinar el voto de la izquierda. Las encuestas señalaron que Gomes hubiera tenido más fuerza en una segunda vuelta contra Bolsonaro que la que tuvo Haddad, derrotado con claridad. Y ese agravio llegó sobre otro más antiguo, la decisión de Lula de optar por Dilma Rousseff como candidata a la presidencia en 2010.

Persistente, Gomes no renuncia a ser presidente, aunque su plan para 2026 tiene un problema: Simone Tebet. La candidata del legendario Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), de 52 años, ha ido creciendo con fuerza en la campaña. Ya tenía prestigio como cara visible de la Comisión Parlamentaria de Investigación sobre la gestión del gobierno de Bolsonaro en la pandemia del covid, pero en las últimas semanas su figura, que encarna un centroderecha racional, ganó enteros. Una potencial pesadilla para Gomes: que el recuento del domingo lo desplace como el “tercer hombre” y sitúe en su lugar a una mujer.

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