NotMid 12/10/2025
OPINIÓN
Durante el último año, el primer ministro Benjamin Netanyahu (‘Bibi’) al aplicar la estrategia de tierra arrasada en Gaza, pareció desafiar al mundo, a Europa, a los demócratas, a los judíos estadounidenses liberales, a los aliados árabes de Israel e incluso a los republicanos moderados. Puso el destino de Israel completamente en manos de Trump, pensando que la propuesta inicial del expresidente para Gaza —un plan descabellado para sacar a todos los palestinos y convertirla en una nueva Riviera—, le otorgaba carta blanca para arrasar la Franja.
Pero la presión internacional cambió el rumbo. Cuando los árabes, los aliados europeos de Estados Unidos y Tony Blair intervinieron y guiaron a Trump hacia un proceso de paz real —declarando que Israel no podía anexar Gaza ni Cisjordania—, Netanyahu se encontró sin margen de maniobra. Ya no tenía a Trump ni a los republicanos para socavar al presidente estadounidense como hizo con Joe Biden.
Esta serie de eventos nos ha traído al momento actual, y su importancia es capital. Gidi Grinstein, miembro del equipo negociador israelí en Camp David en 2000, lo explicó con precisión en un correo electrónico: el plan de 20 puntos de Trump ofrece una oportunidad crucial no solo para traer la paz a Gaza y liberar a los rehenes, sino para “restablecer los principios fundamentales de larga data del proceso diplomático israelí-árabe e israelí-palestino desde los Acuerdos de Camp David de 1978-79”.
¿Qué principios son esos y cómo los rescata el plan de Trump? Grinstein explicó que el plan establece inequívocamente que “no habrá anexiones unilaterales en Gaza ni en Cisjordania; que una Autoridad Palestina mejorada y reformada será el órgano de autogobierno de los palestinos en Cisjordania y, en el futuro, en Gaza”. Y el horizonte político, continuó, incluye una señal de Trump hacia el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación, lo que, escribió Grinstein, “en la práctica significa algún tipo de separación política entre Israel y los palestinos”.
Como se mencionó, detener esta terrible guerra en Gaza —si se mantiene— es por sí mismo digno de elogio y de grandes titulares. Pero lograr la implementación de todo este plan sería material para los libros de historia y de Premios Nobel. Y si el presidente Trump lograra darse cuenta de lo que lo hizo eficaz en Oriente Medio —gobernar sumando, no dividiendo—, podría transformarse en un presidente mucho mejor en su propia nación. Eso sí que sería un verdadero milagro político.