La asistencia de Occidente, el liderazgo de generales como Valeri Zaluzhni y Oleskandr Syrsky, el entrenamiento bajo la doctrina de la OTAN y la participación ciudadana han contrarrestado la supremacía numérica rusa

NotMid 29/12/2022

MUNDO

La simbología que se instaló en la plaza central de Jersón tras la liberación del pasado día 11 de noviembre estaba dominada por las banderas nacionales, las pintadas con la grafía 3CY (una abreviatura para referirse al ejército local) y las impresiones hechas con tinta blanca del general Valeriy Zaluzhny. “Dios y el ‘Otaman’ Zaluzhny están con nosotros”, se lee debajo de su rostro haciendo referencia al título militar que ostentaban los jefes cosacos.

La alusión al comandante en jefe del ejército ucraniano confirmaba el carácter icónico que ha adquirido su figura en un país donde los músicos le escriben canciones, los niños le envían cartas navideñas como si fuera una especie de Papá Noel y miles de personas han pedido ya públicamente que se le conceda el título de “héroe” de Ucrania.

“Cuando un país pelea por su supervivencia necesita símbolos que alimenten su fe. Lo son el presidente (Volodimir Zelenski) y el ejército que lidera Zaluzhni”, afirma el general Viktor Nazarov.

El antiguo uniformado es uno de los veteranos de esta guerra, ya que fue uno de los jefes del ejército ucraniano en la primavera de 2014, una época que dejó un lúgubre recuerdo en la memoria de esta nación. Nazarov, que era el número dos del Estado Mayor de las fuerzas leales a Kiev, tuvo que sufrir el descalabro que supuso el derribo en Lugansk de un avión de transporte y la muerte de los 49 militares que llevaba, y un subsiguiente proceso judicial por “negligencia” que acabó con su carrera militar hasta que el presidente Volodimir Zelenski lo recuperó en 2021 como asesor del nuevo jefe de los uniformados locales, el general Zaluzhny.

Nombres de episodios bélicos como el citado de Lugansk, Ilovaisk, Debaltseve, la pugna por el aeropuerto de Donetsk o la lucha por el control de Sloviansk permanecen grabados en la memoria del pueblo ucraniano, que nunca ha olvidado que la guerra con Rusia y sus aliados comenzó en 2014 y no este año.

Uniformados como Zaluzhny, y otros generales como el responsable del ejército de tierra, Oleksandr Syrsky, han contribuido a revertir no sólo la acometida rusa que sufrió Ucrania en febrero pasado sino también a desembarazarse de la controvertida memoria de 2014, cuando su ejército -al borde del colapso por años de corrupción e infiltración rusa- sufrió una severa derrota en Donbás.

GIRO DE LA GUERRA

Los expertos afirman que el giro que registró la contienda a partir de septiembre se fundamenta principalmente en cuatro factores: la asistencia que ha recibido Ucrania por parte de Occidente, el liderazgo militar, el entrenamiento de los soldados bajo las normas de la OTAN y la implicación de la ciudadanía en el esfuerzo bélico.

La propia viceministra de Defensa Hanna Maliar reconocía en una reciente entrevista con este diario en Kiev que “sin la ayuda occidental -sólo EEUU ha proporcionado más de 20.000 millones de dólares en armamento- no hubiésemos podido frenar a los rusos”, pero los analistas recuerdan que incluso en 2014, cuando Moscú promovió el inicio del conflicto, las maltrechas tropas ucranianas asistidas por toda una plétora de brigadas integradas por voluntarios consiguió colocar a los separatistas muy cerca del desastre, provocando la intervención directa de las fuerzas armadas rusas.

El propio ex jefe del estado mayor del ejército ucraniano Víctor Muzhenko admitió en 2017 que al inicio del conflicto, en 2014, “las fuerzas armadas estaban literalmente en ruinas” y “totalmente desmoralizadas”. Tanto que el 70% de las tropas estacionadas en Crimea -incluidos los dos jefes de la flota ucraniana- se pasó al lado ruso cuando los uniformados de Moscú ocuparon ese territorio en febrero, según recuerda Valeriy Akimenko en un análisis para el think tank Carnegie.

“Putin siempre ha sabido explotar los puntos débiles del adversario y el liderazgo de nuestro ejército estaba repleto de quinta columnistas. El propio ministro de Defensa (Pavel Lebedev) se pasó a los rusos. El armamento se había vendido a 38 países”, rememora Mykola Sunhurovskyi, ex coronel y director del programa militar del centro Razumkov de la capital.

La inmensidad del negocio y del desmantelamiento de las fuerzas armadas ucranianas se entiende mejor si se observa que cuando consiguió la independencia tenía un monumental ejército -al menos sobre el papel-, integrado por 780.000 hombres, 6.500 tanques, 1.100 aviones de combate, más de 500 barcos y el tercer arsenal nuclear del mundo.

“No quedaba nada. Ni se pagaban los salarios. Según la ley, en 2013 el ejército debía tener 180.000 soldados. La realidad es que sólo tenía una fuerza efectiva de 6.000”, agrega Sunhurovskyi.

Zaluzhny fue nombrado jefe de las fuerzas armadas en julio del 2021, en sustitución del general Ruslan Khomchak, que había protagonizado numerosos enfrentamientos con el ministerio de Defensa y que arrastraba el triste legado de derrotas tan significativas como la que tuvo que asumir en la batalla de Ilovaisk en agosto del 2014. Cientos de soldados ucranianos fueron abatidos en aquel cerco.

Bajo el recuerdo de aquellas atribuladas jornadas, Moscú asumió como inevitable un ineluctable debacle de las fuerzas armadas ucranianas en febrero y la captura de Kiev en cuestión de días.

Sin embargo, Zaluzhny -que no se sumó al convencimiento generalizado de que el despliegue ruso era mero postureo- ya había ordenado trasladar los centros de mando y las bases de sus soldados a nuevas localizaciones. Decenas de misiles rusos se abatieron sobre instalaciones vacías y su tanques fueron frenados por las emboscadas ucranianas.

“Zaluzhny es un gran experto en historia militar y su mayor inspiración es el jefe bizantino Flavius Armatus. Su táctica era enfrentarse al adversario con una fuerza más pequeña que la suya, pero con gran movilidad, mejor entrenamiento y un perfecto conocimiento del campo de batalla. La información y el buen uso de las reservas también son cruciales. No buscamos la confrontación directa, sino obligarles a retirarse”, apunta Viktor Nazarov.

Según refirió The New Yorker en octubre, Zaluzhny ocultó su estrategia para defender el país durante meses e incluso llegó a proporcionar un plan parcialmente falso a sus aliados norteamericanos, para evitar que se filtrara los preparativos reales.

“Necesitábamos que nuestro adversario pensara que seguíamos en las bases, fumando hierba (marihuana), viendo la televisión y posteando en Facebook”, explicó a la revista Time.

Muchos en el estamento militar no ocultan las reticencias que tenían incluso respecto al presidente Zelenski, al que Zaluzhny escatimó los detalles de su despliegue.

“Tengo que reconocer que tenía miedo de que Zelenski, que parecía tener simpatías prorrusas (el presidente era ruso parlante y originario del este del país), fuese a ceder a las exigencias de Moscú. Le doy las gracias por no hacerlo”, indica Yarina Chornohuz, una marine de 27 años, que pelea en Donbás.

TECNOLOGÍA Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA

Para Steven Feldstein, del programa de Democracia y Conflicto del think tank Carnegie Endowment, el espectacular giro que ha sufrido el conflicto en Ucrania no se debe atribuir sólo al mando militar sino a dos elementos básicos que han servido para contrarrestar la supremacía numérica del ejército ruso: las nuevas tecnologías y la activa participación de los ciudadanos en el esfuerzo bélico.

El uso masivo de drones adquiridos mediante colectas públicas, la proliferación de los satélites starlink y el recurso a aplicaciones como Diia -que lo mismo se usa para trámites administrativos que como vía para que los civiles ucranianos puedan suministrar información de los movimientos de las fuerzas enemigas- han generado una dinámica difícil de contrarrestar para unos uniformados, los rusos, escasamente motivados o simplemente forzados a pelear.

“Los rusos tiene ventaja en varios frentes: tienen más soldados y más armas. Nosotros somos muy eficaces a la hora de regentar nuestras capacidades y tenemos un entrenamiento muy superior”, estima la viceministra de Defensa, Hanna Maliar.

Desde el inicio de la guerra en 2014, decenas de miles de militares ucranianos han participado anualmente en cursos de instrucción, entrenamientos y maniobras de la OTAN, lo que les ha permitido abandonar los rígidos preceptos con los que se formaron durante la era de la Unión Soviética.

El ex presidente ucraniano Petro Poroshenko defendía en una conversación con este periódico en mayo pasado que esta decisión -adoptada por su administración en 2014- también fue definitiva para frenar el asalto ruso. “El nuevo ejército ucraniano se construyó basándose en los parámetros de la OTAN. Ahora tenemos un ejército moderno, motivado y heróico“, declaró.

El pasado mes de noviembre, la Unión Europea anunció que diversos países de ese bloque -todos ellos miembros de la OTAN- iban a entrenar a otros 15.000 militares ucranianos contribuyendo así a la transformación a la que asisten las fuerzas armadas de ese país.

“Puede que no seamos miembro de la Alianza pero hoy por hoy cumplimos todos los requisitos técnicos de la OTAN”, comenta la viceministra de Defensa.

Aunque ha promovido imágenes de tono edulcorado como aquella en la que aparecía abrazando a un niño cuyo padre -un miembro de las fuerzas armadas- se encuentra desaparecido-, Zaluzhny ha sido apodado como “el general de hierro”, quizás por lo severo que se ha mostrado en algunas de sus decisiones. En su entrevista con The Economist, el militar reconoció que había cesado a diez generales “por no estar a la altura”. “Otro se pegó un tiro”, agregó.

Su popularidad se va a someter ahora a una nueva prueba tras su última iniciativa, destinada a incrementar de forma muy significativa las penas por desobediencia o deserción para los militares, que hasta ahora no superaban los 15 días de reclusión. El nuevo proyecto de ley apoyado por la cúpula que dirige Zaluzhny incluye penas de hasta 12 años de cárcel.

Varios miles de personas han firmado ya una petición para que Zelenski vete esa normativa y algunos expertos militares como Yevhen Dyky han opinado que estas medidas recuerdan en cierta forma al estilo de la era soviética que aplica el ejército adversario.

“Somos soldados de un estado democrático y no nos gusta crear ídolos”, concluye Yaryna Chornohuz, reticente a sumarse a las loas a su superior.

Agencias

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