La tragedia de las élites de ayer, agravada hoy, no es la deformación estética, sino la inhibición ética
NotMid 06/06/2025
OPINIÓN
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Lo grave no es que los que cometen los delitos más groseros para proteger a Sánchez sean mamarrachos, sino que haya mamarrachos que cometan los delitos más groseros para proteger a Sánchez. Lo malo no es que los delincuentes sean ridículos, sino que los ridículos sean delincuentes. Lo peor, decía Trapiello la semana pasada, es que lo del Gobierno es justo lo que parece. Peor: que todo lo que Sánchez ha envilecido vaya a envilecerse todavía más. Porque lo único seguro con Sánchez es que nada, nunca, mejorará. Pero no debemos equivocarnos creyendo que el empeoramiento es de orden estético. Es su desvergonzada falta de ética lo que embarra y atrofia a todas las instituciones.
Por ejemplo, si Leire Díez fuera una exquisita oradora, y no un hito cacofónico, lo atroz seguiría siendo que para infamar al teniente coronel Balas, que dirige la UCO como policía judicial y cuyos informes retratan la corrupción de Sánchez, su familia, su partido y su Gobierno, ofrezca con bastante credibilidad a un prófugo de la Justicia los favores itinerantes de la Fiscalía y los servicios de la Abogacía del Estado. Bolaños, que ahora anda ocultándose tras la sebosa mole de Óscar López, no ha hecho nada distinto a lo del mohoso trío de Santos Cerdán, los Díez, Dolset y Sáez de Tejada. Pero, evidentemente, lo grave no es que unos mamarrachos actúen como el ministro de Justicia, sino que ese ministro actúe como un mamarracho más.
En la Escena XII de Luces de Bohemia, dice Max Estrella: «¡Latino de Hispalis, grotesco personaje, te inmortalizaré en una novela!». «Una tragedia, Max», aclara Latino. «La tragedia nuestra no es tragedia», replica Max. Y Latino, desolado: «¡Pues algo será!». «El esperpento», dice Max, «el esperpentismo lo ha inventado Goya, los héroes clásicos han ido a pasearse al callejón del Gato» (…). «El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada». Y remata: «España es una deformación grotesca de la civilización europea». Latino, abrumado, se rinde: «¡Pudiera, yo me inhibo!».
Esa es la tragedia de las élites de ayer, agravada hoy: no la deformación estética, sino la inhibición ética. Pero Goya es también el retrato de Jovellanos, tan melancólico como patriótico. Hay mucha España para elegir. No nos rindamos al esperpento sanchista, que sería lo trágico. No es irremediablemente grotesco; es, simplemente, criminal.