La actitud prudente equidista de dos imbéciles: el que se abisma en un reloj roto y el que se columpia en un péndulo enloquecido
NotMid 07/06/2022
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Una pulsión de cambio recorre España en sentido opuesto a la que se registró hace diez años. Es una pulsión profunda, fruto de una correlación de hartazgos no solo políticos sino también culturales, y un ciclo económico dominado por la incertidumbre catalizará el pendulazo. Así que no se avecina marejada sino corrimiento, un cambio generacional de paradigma como el que inauguraron los sesenta, que a su vez fue contestado en los ochenta. Lo ha expresado bien Calamaro al escribir que Madrid se asoma a una Segunda Movida. Pero ante el cambio caben siempre tres posturas: desafiarlo, acelerarlo o modularlo.
Quien desafía al cambio es por definición reaccionario, aunque se reclame de izquierdas. Su temor a un futuro que no entiende o no comparte, porque cuestiona sus viejas convicciones y por tanto su identidad, lo convierte en agente conservador, alguien que se atrinchera en su reloj parado: deberá esperar el agotamiento del porvenir para sintonizar de nuevo con el presente. El paradigma de la izquierda identitaria, que en los últimos años ha ejercido altivamente la hegemonía intelectual en Occidente, ocupa ahora el precario estadio dialéctico de la tesis. Su posición está crecientemente amenazada y es cuestión de tiempo que ceda, víctima de sus excesos doctrinarios.
Frente a las casandras antifas del reloj parado, quienes militan en la antítesis de esa hegemonía van subidos a un péndulo vertiginoso. Disfrutan de su inopinada condición de revolucionarios, de la embriagadora sensación de velocidad cuando la historia parece acelerarse, y desean que el viaje llegue lo más lejos posible en dirección contraria a la que han tenido que padecer. Celebran en la derrota judicial de Amber Heard la muerte misma del feminismo, confundido con su caricatura hasta el punto de justificar el retorno al entrañable machismo de antaño: ¡El Fary tenía razón! Juran que los tirones a los bolsos de las madridistas en Saint-Denis prueban el fracaso definitivo del mestizaje social y la necesidad de revertir la inmigración hasta la edad de oro de la homogeneidad étnica o la armonía laboral. Y algunos prefieren olvidar o matizar la contribución pionera del PP madrileño a la celebración de la diversidad sexual en tiempos de Aguirre y Gallardón.
Pero existe un tercer estadio sintético que acompaña ciertas correcciones sin añorar el imposible regreso a un ayer idealizado. Esta actitud equidista de dos imbéciles: el que se abisma en un reloj roto y el que se columpia en un péndulo enloquecido. Tomar distancia es el único modo de vivir en paz con lo que fuiste, lo que eres y lo que serás.
ElMundo