Aznar y Rajoy acuden al rescate y, tras el choque por las primarias, el partido se reencuentra en Feijóo. El destemplado adiós a Casado quedó abrochado por una frase de quien fue su mentor: “Donde quiera que estés, gracias Pablo por tu esfuerzo”
NotMid 02/04/2022
OPINIÓN
LUCÍA MÉNDEZ
«Amigos, españoles, compañeros de partido, escuchadme, hemos venido a enterrar al presidente Casado, no a ensalzarle. El mal que hacen los hombres les sobrevive, el bien suele quedar sepultado con sus huesos. Fue nuestro presidente, elegido por su juvenil empuje y su imagen limpia. Dicen que el presidente Casado era ambicioso. Y los que lo dicen son personas maduras, preparadas y responsables. Todos lo habéis visto. Todos aplaudisteis su discurso en 2018, directo al corazón. Era un niño grande. Un orador brillante. Un tertuliano que traspasaba la cámara. Tenía los ojos llenos de ambición y ahora tiene la mirada perdida. Todos le amasteis alguna vez, y no sin razón. Todos decís que parecía un buen presidente y no lo fue. Sabéis que lo tenía todo. Conocéis y respetáis a las personas que le educaron para llegar a lo más alto. Llegó, pero no venció. Ayer su palabra hubiera prevalecido contra todos. Ahora yace ahí, y nadie hay para reverenciarlo».
No hubo en Sevilla ningún orador que, como Marco Antonio en la tragedia de Shakespeare, dedicara al ex presidente una oración fúnebre épica capaz de levantar al público de sus asientos. El PP tiene prisa en cerrar cuatro años de los que no se enorgullece. «Donde quiera que estés, gracias Pablo por tu esfuerzo», le dijo Aznar desde la videoconferencia a la que el Covid le obligó. No pudo el ex presidente viajar hasta donde hace 32 años nació como líder. Casado no estaba en el plenario porque su despedida fue rara y destemplada. Incómoda para todos. «Valoro de manera especial su entrega, coraje y entusiasmo para defender las siglas en un momento de mucha dificultad», le dijo Rajoy. Los aplausos del auditorio sólo encontraron cálida emoción cuando el ex presidente besó a su esposa, Isabel, que no pasó el mejor rato de su vida.
Pablo Casado parece estar en la primera fase del duelo: la de la negación. Su adiós a la Presidencia del PP fue un discurso de investidura, el resumen de su programa político del bien contra el mal, desde «el lado correcto de la Historia». Fuera de la realidad del Congreso.
La realidad del Congreso es que en Sevilla el PP se reconcilió con su historia, una historia personalizada en sus dos ex presidentes del Gobierno. En tiempos de mudanza, el PP se refugia en la familia y pregunta a los antepasados.
El PP no siempre ha estado en paz consigo mismo, ni con su pasado. El XX Congreso extraordinario de Sevilla ha certificado el final del aznarismo y del marianismo. Han pasado 32 años desde que Aznar fuera elegido líder del PP, el primer paso para llegar al Gobierno. Aznar y la cúpula del partido se dieron la espalda durante muchos años. En Sevilla han quedado enterradas las hostilidades. Ante la crisis existencial que atraviesa el PP, todas las manos son y serán pocas.
El presidente Casado -y frustrado- logró el milagro. Aznar y Rajoy se reencuentran, tantos años después, en el mismo bando. El bando de Alberto Núñez Feijóo, a quien colmaron de alabanzas. Elogiaron la capacidad de liderazgo del nuevo líder, su talento y su experiencia para asumir la responsabilidad de resucitar la fortaleza del PP como partido grande. «Tenemos un líder y un equipo, eso es muy importante», dijo Rajoy con ojos y rostro intencionados.
Aznar y Rajoy, cada uno en su estilo más genuino, han acudido al rescate del PP en el momento más delicado de su historia. El naufragio de la dirección joven elegida en 2018 ha permitido a Rajoy sacarse la espina de aquel Congreso en el que fue maltratado. Las cuerdas del corazón del partido se han cruzado de tal manera que Aznar quiso ser sucedido por Casado, y cuando su pupilo llegó a la cima, resulta que no servía para el puesto. La sucesión a dedo de Rajoy, objetivamente, fue más exitosa que la elección de Casado en primarias. Rajoy gobernó seis años y dirigió el PP catorce. Fin de la cita. Así es cómo se escribe la historia. El tiempo del recreo, avisó el ex presidente, terminó hace tiempo. Rajoy actuó en su último libro como heraldo de la llegada de la política de adultos al PP
Aznar, aún en la distancia y a través de una pantalla, evidenció que conserva la fortaleza, la energía y la potencia de los grandes oradores. Sus palabras y su forma de expresarlas siguen sacudiendo a los auditorios. Del mismo modo que Rajoy es capaz de combinar en sus discursos el fondo político con una forma amena e irónica que ya es leyenda. Sin ninguna duda, ha sido una de las personas más felices de este Congreso, y no quiso ocultarlo: «Pido para Feijóo el mismo apoyo que me disteis a mi, pero no más».
Tan dichosos como lo han sido también sus colaboradores. Los pasillos eran una feria, un monumento de buenrollismo, una explosión de aplausos para los agraviados por la dirección saliente, un momento de desquite de los que fueron expulsados de Génova. El partido, en un giro no muy habitual en las organizaciones políticas, ha cambiado a los dirigentes de 40 años por dirigentes de 60 años. Un retorno generacional obligado por las circunstancias y encarnado en un presidente que, de forma clara, visualiza las condiciones en las que el PP se reconoce. «Jugamos a la grande», dijo Aznar. Feijóo es consciente de las dificultades que le esperan en función de las grandes expectativas que suscita su liderazgo. «Sólo voy a poder empatar con esas expectativas».
ElMundo