De las urnas no salen ni la estabilidad ni un Gobierno fuerte necesarios
NotMid 03/10/2023
EUROPA
Aunque hoy tiene competidores más poderosos e influyentes en la región, como la Hungría de Viktor Orban, Eslovaquia sigue siendo, como señaló la entonces secretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright a mediados de los años 90, “el agujero negro” de Europa.
Por ello, se quedó fuera de la primera ampliación de la OTAN y no ingresó en las dos principales organizaciones occidentales hasta 2004, -en la Eurozona no lo haría hasta 2009-.
Poco después de la ruptura pacífica de Checoslovaquia en 1993, el último presidente de la república unida y el primero de la nueva República Checa, Vaclav Havel, en declaraciones a este diario reconocía que la separación de Eslovaquia había sido “el momento más triste de su vida”, pero aseguró que “la alternativa hubiera sido peor”.
Pocos occidentales han prestado atención a lo que ha sucedido desde entonces en una de las repúblicas más pequeñas (una décima parte de España), menos pobladas (unos cinco millones y medio de habitantes), más inestables (cuatro primeros ministros en cinco años) y una de las más pobres -con la segunda inflación más alta- y corruptas (sólo superada por Grecia en el último informe de Transparencia Internacional) de toda la Unión Europea.
Con un Gobierno en funciones desde diciembre del año pasado y otro interino de técnicos desde mediados de mayo, las elecciones anticipadas del sábado han confirmado lo que muchas cancillerías occidentales veían como el peor resultado para Occidente. Con alrededor del 23% de los votos, ha vencido de nuevo e intentará formar Gobierno (por tercera vez, si lo consigue, desde 2006) el partido socialdemócrata populista Smer de Robert Fico, que casi hasta el final fue por delante en la mayor parte de las encuestas.
Obligado a dimitir en 2018 tras el asesinato del periodista de investigación Ján Kuciak, Fico ha dicho que “si Smer vuelve a gobernar, no enviaremos ni una bala más a Ucrania“. Los optimistas citan los temores que despertó la victoria el año pasado de Giorgia Meloni en Italia y quitan importancia a su amenaza porque, como explica un diplomático occidental desde Bratislava, “ya no le queda nada que dar a Kiev” después de haber sido el primer país europeo que entregó aviones Mig-29 y misiles de defensa antiaérea al país vecino.
Más preocupantes, a corto plazo, son su oposición a la guerra y a las sanciones, y su rechazo del ingreso de Ucrania en la UE y en la OTAN.
Siendo el segundo país, en porcentaje de PIB, que más ayuda ha proporcionado a Ucrania, una interrupción de esa cooperación sería un revés político para Occidente en su pulso con Rusia, pero sin los efectos militares devastadores que tendrían la interrupción de la ayuda estadounidense por parte de los republicanos del Congreso o un cambio de la política del Gobierno polaco tras las elecciones de este mes.
Fico ha prometido cortar el suministro de armas a Ucrania y dar prioridad a una solución pacífica a la guerra. Coincide, en su retórica, con Orban, lo que significa, en la práctica, reforzar la posición de Vladimir Putin, que no acepta diálogo o negociación que incluya la retirada rusa del 20% de Ucrania todavía ocupado por el ejército ruso.
El pasado 30 de septiembre, primer aniversario de la anexión de las regiones ucranianas de Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, el presidente ruso acusó a Occidente en un mensaje televisado de dar un golpe de Estado en 2014 en Kiev que desató una guerra civil y describió su invasión del país vecino desde el 24 de febrero de 2022 como una lucha “por la patria, por nuestra soberanía, valores espirituales y unidad”.
El pragmatismo del ex comunista Fico en sus mandatos anteriores, su dependencia económica de la UE, la fuerza de la oposición y de los medios independientes, y la imposibilidad de gobernar sin el apoyo de, al menos, dos de los siete partidos que han superado la barrera del 5% y han logrado escaños en el nuevo Legislativo, limitan mucho su margen de maniobra para distanciarse de Bruselas como lo ha hecho Orban en Hungría.
DESENCANTO CON LA POLÍTICA
“Muchos eslovacos están desencantados con la política y les sobran razones”, señala el eurodiputado y ex periodista del diario liberal eslovaco SME y del Financial Times Michal Simecka, jefe de Eslovaquia Progresista, el segundo partido más votado este sábado con el 18 % de los votos, cinco puntos por debajo del partido ganador.
“Si añadimos a su frustración las condiciones sociales y económicas, la tensión geopolítica, la desinformación y la propaganda rusa, tenemos un terreno muy fértil para los populistas”, repitió en sus principales discursos de campaña.
Sin mayoría suficiente para gobernar en solitario, tanto Fico como Simecka se han declarado dispuestos a buscar apoyos para formar una nueva coalición.
Con los resultados definitivos, Fico o Simecka, la izquierda populista prorrusa o la derecha liberal prooccidental, son las únicas opciones de Gobierno que salen de las elecciones y ninguna será fácil ni promete la estabilidad, con un Gobierno fuerte, que necesita Eslovaquia.
La presidenta Zuzana Caputova pedirá a Fico en las próximas horas que intente formar Gobierno. El tercer partido más votado, La Voz (Hlas), dirigido por el ex miembro de Smer y ex primer ministro Peter Pellegrini, con casi un 15% del voto, parece tener la llave de la nueva coalición y todo indica que prefiere a Fico.
Agencias