NotMid 26/08/2023
OPINIÓN
IÑAKI ELLAKURIA
Uno de los lugares comunes de la literatura de viajes que versa sobre España, y al que suelen recurrir los autores anglosajones, es la sentencia de que somos un país que apesta a ajo. Como si esta especia fuera el símbolo de una sociedad pobre, vulgar, aún por civilizar… Tierra de Rubiales.
A Victoria Beckham, esposa de David, célebre pareja cuyo mayor mérito en Madrid fue no haber aprendido una sola palabra en español en cuatro años -relevo políglota que tomarían poco después los Bale-, se le atribuyó unas declaraciones sobre el malestar que le producía el olor a ajo en la capital. Palabras que aún desmiente cada vez que la entrevistan en España y que unieron a la spice pija con la mejor tradición de nuestra literatura gastronómica. Josep Pla dejó escrito que “todos los alimentos cocinados con ajo, por poco que se supere la medida, tienen un gusto y un olor que son, en primer lugar, insoportables”, mientras Julio Camba sentenció que la cocina española “está llena de ajo y preocupaciones religiosas”.
No obstante, esta pestilencia a ajo que habría caracterizado a España durante décadas ha sido sustituida en los últimos años por un hedor más notorio, presente e indiscutible: el del porro. Basta con pasearse por cualquiera de nuestras ciudades -poco importa que sea a primera hora de la mañana, al mediodía o de noche- por barrios crapulillas, parques infantiles, áreas turísticas o zonas residenciales para notar un fuerte olor a hachís o marihuana. Drogas psicoactivas cuyo consumo hemos aceptado como algo cotidiano e inofensivo hasta el punto de que a nadie parece alarmar que en los aledaños de colegios e institutos abunden los grupos de adolescentes fumándose a diario unos canutos.
La facilidad con la que se compra cannabis y se consume suele llamar la atención de muchos de mis conocidos extranjeros que visitan España -uno de los países europeos con más consumo de drogas por habitante-, quienes no suelen militar, precisamente, en la liga anti estupefacientes. Por contra, en el debate público español las menciones sobre esta sustancia giran sólo en torno a su legalización, un proyecto pendiente de la podemia, sin que nos planteemos, al menos, una pregunta razonable:¿los altos índices de abandono escolar en España -el segundo país en la UE, sólo superado por Rumanía- y de enfermedades mentales entre adolescentes -el país en la UE con más jóvenes diagnosticados- guardan alguna relación con este festival cannábico que tenemos alegremente montado?