La debilidad de Sánchez aboca a nuestro país, en un momento existencial para Europa, a una posición alejada de su peso histórico
NotMid 06/06/2025
EDITORIAL
La posición gregaria y sin ambiciones a la que el Gobierno ha abocado a España en el rearme de Europa no se corresponde ni con el papel histórico de nuestro país ni con el momento existencial que atraviesa Occidente. El lastre para la política exterior que acarrea la debilidad interna de Pedro Sánchez, condicionado por la radicalidad de las corrientes disolventes en las que se apoya, parece extrapolarse ahora al ámbito de la seguridad. El nuestro es el único país que está manifestando sin ambages, y a modo de llamativo enfrentamiento, su resistencia a elevar el gasto en Defensa. Ello no solo ha causado estupor entre sus socios sino, tal como informamos hoy, «malestar» y «frustración», especialmente, en los países más sensibles a la amenaza de Rusia.
En un contexto en el que está en juego la seguridad europea, que es tanto como decir los valores humanistas en los que cristaliza la democracia liberal, no es aceptable que, pese al riesgo que encarna Putin en el flanco Este y la exigencia de EEUU para redoblar el gasto militar, el Gobierno renuncie a ejercer un liderazgo a la altura del compromiso transatlántico de España.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, verbalizó ayer el enrocamiento del Ejecutivo en mantenerse en el 2% del PIB en inversión en esta materia, lejos de las pretensiones que la Casa Blanca pretende imponer en semanas. La presión de Washington, por boca de su embajador ante la OTAN, ha sido clara y directa:«Los aliados deben llegar a gastar en Defensa el 5%, incluidos nuestros amigos de España». Y el secretario general de la Alianza Atlántica, Mark Rutte, ignorando la hoja de ruta de Sánchez, confirmó ayer que planteará a los aliados, durante la cumbre de La Haya de los próximos 24 y 25 de junio, alcanzar el objetivo del 5%.
Para ello, propone dividir el nuevo plan de Defensa, con un horizonte que oscila entre 2032 y 2035, en dos partes. Mientras un 3,5% iría destinado al gasto militar -asociado a capacidades como sistemas de defensa aérea o misiles de largo alcance-, el 1,5% restante se invertiría en cuestiones como la protección de infraestructuras o la ciberseguridad. En todo caso, el problema de España es de orden interno. Aunque absorber el alza del gasto en Defensa entraña una especial dificultad, la cooperación española se ve coartada no solo por el tacticismo del presidente -cuyos socios han convocado para mañana una protesta en contra del rearme-, sino por la falta de Presupuestos, consecuencia de la ausencia de una mayoría parlamentaria que sustente al Gobierno.
Resulta una anomalía que, en las cumbres en las que se dirime el futuro de Europa, España se conforme con una participación similar a la de países periféricos. Los aliados afrontan un trance de dimensiones históricas que exige que Trump no vacile a la hora de preservar la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, pero también un compromiso firme desde la parte europea. Máxime ante el previsible recrudecimiento de la guerra entre Moscú y Kiev.
Tanto por su vocación europeísta como por su consolidado vínculo transatlántico, España tiene el deber de estar a la vanguardia, y no en una pusilánime retaguardia, de la defensa occidental.