Netanyahu, en su criminal huida personal, está cumpliendo lo que Hamas planificó con el 7-O
NotMid 24/05/2025
OPINIÓN
IÑAKI ELLAKURÍA
El terrorismo está originalmente ligado a la propaganda, al impacto emocional y político que provoca el atentado. La socialización del terror y sus consecuencias -como la manipulación de la opinión pública o los cambios políticos- son su fin último; las víctimas directas -el guardia civil asesinado por ETA, el profesor francés degollado por un yihadista a la salida de su instituto…- son meros instrumentos para alcanzar un objetivo superior. Cuando Hamas planificó el salvaje ataque del 7-O, contemplaba el asesinato del mayor número de civiles israelíes como una manera de provocar una reacción militar desmesurada. Buscaba que la desgracia de la población palestina agitara el atávico sentimiento antisemita en los países musulmanes y en la izquierda woke occidental con el objetivo de aislar a Israel.
Ese plan del totalitarismo islamista se ha cumplido en gran medida. Incluso antes de que Israel respondiera militarmente al 7-O, en Europa y EEUU crecieron las manifestaciones que mayormente negaban a Israel su derecho a defenderse, incluso su mera existencia como Estado, relativizando el Holocausto y devolviendo al judío al cliché de los Protocolos de Sión, entre ecos de los viejos pogromos europeos. Un llamamiento a la intifada global que multiplicó los actos antisemitas y que, por supuesto, tiene relación con el asesinato de dos jóvenes a la salida del Museo Judío de Washington: su verdugo tiroteó a Yaron y Sarah por ser judíos, sin saber que trabajaban en la embajada de Israel.
La estrategia islamista pasaba por atrapar con el 7-O al pueblo israelí en una espiral de venganza, mediatizada por la urgencia de salvar a los rehenes, y propiciar su indiferencia respecto al sufrimiento y la muerte de los civiles palestinos. Hamas también contaba con la contribución de Netanyahu -un integrista como ellos- para dilapidar la legitimidad política y moral de Israel tras el 7-O, tal como sucede hoy.
La última ofensiva en Gaza es injustificable desde todos los aspectos. El plan criminal de Netanyahu para desplazar a la población hacia el sur de la franja, sin ser un genocidio como berrea el islamowokismo occidental, sí está provocando una crisis humanitaria sin precedentes y no responde a una estrategia de seguridad a largo plazo, sino a su particular deseo de prolongar el enfrentamiento y evitar rendir cuentas ante la justicia israelí.
Netanyahu está acusado de fraude y cohecho, y en su huida personal ha tomado a los civiles palestinos como rehenes y ha metido a Israel en la trampa tendida por el yihadismo: un escenario perverso que debilita a la única democracia de Oriente Medio y que aleja toda solución pacífica a este terrible conflicto histórico.