Koldo García no es ningún héroe. Pero jamás ha pretendido oler a otra cosa que hampa, testosterona y calimocho
NotMid 16/10/2025
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
La escalada verbal entre partidarios de García Montero y de Muñoz Machado confirma la agudeza sociológica de Woody Allen, que descubrió que los intelectuales son como la mafia: solo se matan entre ellos. Por entrar y salir rápido de la polémica digamos que no existe tal polémica. Que no procede combate alguno entre polemistas de tan desigual pesaje. Entre un poeta del régimen que montó en un taxi a un endecasílabo (y lleva décadas pasándole al Estado la factura de la carrera) y el último humanista capaz de conciliar con idéntico rigor el cervantismo de fondo, la historiografía hispanoamericana o el derecho administrativo. Pero yo no venía a hablar de intelectuales sino de mafiosos, que últimamente me merecen más respeto.
Cuando vi entrar en el Supremo a Koldo García -boina calada, corbata roja, zapatillas blancas, mochila color chistorra- no pude reprimir cierta corriente de respeto. «Hombre precavido vale por dos», replicó al ser inquirido por la mochila. Vaya, me dije. He aquí el único personaje de la banda aspiracional del Peugeot que da el tipo para un casting de Scorsese. Precisamente porque Koldo jamás aspiró a nada más que a ser quien era.
Y por eso, cuando vio que sus compadres empezaban a subir como la espuma y se metían de lleno en el papel que la naturaleza no les había reservado (uno ministro, otro jefe del partido, el de más allá presidente del Gobierno), puso a funcionar la grabadora. ¿Para guardarse las espaldas en caso de empapelamiento? Sí. Pero también para conservar la cordura: el testimonio sonoro que le devolviera el sentido de pertenencia. El recordatorio de una moral compartida. «No os creáis mejores que yo por vuestros flamantes despachos, compañeros. Somos la misma mierda». Y en eso lleva razón.
Veamos. Koldo García no es ningún héroe. Ha cortado troncos, ha partido huesos, ha susurrado amenazas, ha dado curro a camellos y proxenetas, ha custodiado avales sanchistas, ha administrado dinero negro, ha volado mucho a Dominicana, ha engrasado las plurales palancas del crimen organizado. Pero jamás ha pretendido oler a otra cosa que hampa, testosterona y calimocho. Y cuando ascendió a un ministerio, no se dejó en la puerta al gorila de puticlub: se lo llevó consigo. Y a mucha honra.
Por eso entrará un día en Soto sin una queja. Erguido como el gigante de la militancia que Pedro puso de ejemplo en su Manual de resistencia. Sí: él resistirá. De otros tengo dudas.