Ferrovial es la primera, pero no será la última
NotMid 02/03/2023
EDITORIAL
La decisión de Ferrovial de trasladar su sede social y su centro de negocios a Países Bajos es una pésima noticia que debería encender las alarmas de cualquier Gobierno responsable. No hablamos de una empresa cualquiera sino de una emblemática, una de las pocas grandes compañías que sostienen buena parte de la imagen exterior que solía identificarse como marca España. El mensaje que la marcha de Ferrovial envía a inversores y mercados es muy perjudicial para los intereses de nuestra economía: el país está dejando de ser un destino atractivo para el capital global, que se mueve en un mercado donde la competencia es alta.
No hay nada que celebrar: Ferrovial encarna 70 años de éxito empresarial español, basado en buena medida en las grandes obras públicas acometidas en nuestro país. Habría sido deseable que la compañía hubiera reconsiderado su postura para mantener su compromiso con España, pues con su marcha el valor añadido también se va. Sin embargo, Nadia Calviño ha perdido el derecho al reproche que ayer se permitió lanzar contra la constructora, en una nueva muestra de contagio populista. Cuando el propio presidente se desliza por la pendiente demagógica del enfrentamiento entre «los de arriba» y «los de abajo» y demoniza a empresarios con nombres y apellidos señalándolos como enemigos del pueblo; y cuando la ministra de Hacienda usa la legislación fiscal como palanca electoral y encadena subidas impositivas y alzas de las cotizaciones que ahogan a la clase productiva sin tocar el gasto, mientras constata la fuga de empresarios españoles en dirección a Portugal (donde gobierna una socialdemocracia business friendly), resulta hipócrita llevarse ahora las manos a la cabeza. Ferrovial es la primera, pero no será la última.
La constructora que dirige Rafael del Pino ha querido evitar la confrontación política explícita con el Gobierno, y aduce que el volumen de negocio de la constructora se localiza sobre todo en el extranjero. Su objetivo, dice, es abrirse a nuevos mercados en el contexto de una economía global, y tiene sentido habida cuenta de la vocación trasatlántica acreditada por la compañía. Pero entre las razones que desliza el consejo de Ferrovial se incluye un adjetivo revelador: en Ámsterdam encontrarán un marco jurídico «estable». A diferencia del español, cabe concluir.
España no puede convertirse en un país hostil a la inversión extranjera, y aún menos a la nacional. Una de nuestras mayores fortalezas fue siempre la seguridad jurídica y la normativa previsible: las compañías deben tributar justamente en proporción a su beneficios. Pero los continuos globos sonda que parten de una coalición dividida -del tope al alquiler a la intervención del precio de los alimentos, o impuestos ad hoc recurridos en los tribunales- generan inseguridad e incentivan la deslocalización. La señal que se manda es ruinosa.