El principal problema de los jóvenes periodistas es que no saben cómo lidiar con la mentira, porque como el pez en el agua no han conocido otro medio
NotMid 31/07/2025
OPINIÓN
ARCADI ESPADA
Tengo que avisar antes que nada que Santiago González no ha muerto. Ni siquiera que lo han matado, más allá de la metáfora. Está bien de salud y esa es la principal condición del columnista. Un espectáculo realmente desagradable es el de ver a los columnistas morirse en su columna, lugar incómodo y expuesto. Donde se murió Umbral, por triste ejemplo. Pero no es el caso de González, al que le quedan muchas columnas vivas. No estarán ya en este periódico, según explicó ayer. Un lamentable caso de lose-lose. Nuestro columnista cumple una condición que era envidiable en los antiguos periódicos: sabe cosas que solo sabe él. Cosas, obviamente, que tienen interés y valor: no pelusas de ombligo. Las sabe por viejo, por talentoso y porque es un memorión. Muchas de ellas tienen que ver con el infame caso vasco, del que siempre escribió con conocimiento y valentía. Por si fuera poco exhibe al cabo de la edad la figura desolada pero atractiva del socialdemócrata que va viendo estupefacto cómo los que así se llaman van dejándolo, corrompidos por el poder, por la arterioesclerosis moral o, como ha sucedido siempre, por las mujeres.
Al incorporarse al trabajo, la generación del columnista González vivió un problema de transmisión del saber profesional: tomaron a todos los viejos por franquistas y apartándolos como escoria dejaron de aprender varias lecciones, que acabaron tomando tarde y peor. Entre analógicos y digitales (por resumir) está sucediendo lo mismo. Y es una gran pérdida para el oficio y sus mejores prácticas que no haya nadie en una redacción capaz de abrir el libro de Revel y declamar: «La primera fuerza que gobierna el mundo es la mentira». El principal problema de los jóvenes periodistas es que no saben cómo lidiar con la mentira, porque como el pez en el agua no han conocido otro medio. De ahí que les sea tan valiosa la experiencia de los que una vez y otra fueron engañados y lo sabían, porque conociendo el engaño conocían la verdad. El tipo de adultos como González desempeña también un papel crucial contra la tiranía del apocalipsis diario desencadenado por las webs noticiosas. Hace tiempo que dejaron de ser adanes. El valor de esta circunstancia no es que puedan entonar la cansina y reaccionaria tonadilla Nihil novum sub sole ni que sepan latín. Bien al contrario: son los únicos que perciben con seguridad y autoridad lo nuevo. Y pondré el ejemplo del novedoso presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que seguro hará feliz a nuestro columnista.
Yo, siempre joven, inexperto e incluso adán de sangre, echaré de menos todas estas lecciones que impartía González. Y celebraré con melancolía que habiendo sido el glorioso traductor al español de la palabra bullshit (caca de la vaca) nunca se permitiera dar una porción a sus lectores.