Las ciencias sociales postulan que la mayoría de los votantes no son agentes racionales en busca de la verdad o la coherencia
NotMid 01/01/2024
OPINIÓN
MANUEL ARIAS MALDONADO
Que Bildu gobierne Pamplona gracias al PSOE, pese a que el PSOE negó la posibilidad de que algo así llegara a suceder, remite una vez más al acontecimiento político del año: a pesar de que Pedro Sánchez ha hecho de la mentira y sus variantes -disimulo, omisión, evasión- una seña de identidad, millones de ciudadanos decidieron votarle otra vez. O sea: los mismos que dijeron en su momento que los españoles se merecen un gobierno que no les mienta han renovado su confianza -la contradicción solo es aparente- en alguien que no casi no hace otra cosa que mentirnos. La consecuencia es que preside el gobierno español alguien que dijo haber mantenido durante la pandemia instructivas conversaciones con los expertos de una comisión que nunca existió.
¿Y cómo es posible? James Bennett ha escrito en The Economist una pieza muy comentada sobre el deterioro del New York Times, al que acusa de primar la satisfacción tribal de sus lectores sobre la búsqueda de la verdad o la recta comprensión de la realidad. De ese hilo tiraba Arcadi Espada en estas páginas, señalando la necesidad de explicar el triunfo electoral de Sánchez: igual que el Times se sorprendía de que alguien como Trump pudiera llegar a la Casa Blanca, los periódicos españoles deben aclarar las razones por las cuales Sánchez sigue en el poder.
Quizá no sea tan difícil. Las ciencias sociales postulan que la mayoría de los votantes no son agentes racionales en busca de la verdad o la coherencia, sino individuos más bien desinformados que se identifican emocionalmente con un partido y actúan en consecuencia. Lo tiene dicho el filósofo Anthony Appiah: «No se vota por lo que se desea; se vota por lo que se es». Y uno es aquello con lo que -socialización familiar o presión de grupo mediante- se identifica. Después ya vienen las creencias, modeladas por el discurso partidista y reforzadas por los medios de comunicación, que naturalmente consumimos a la carta para evitarnos disgustos.
A veces, como pasa con la amnistía, la disonancia cognitiva es tal que algunos votantes rompen filas: no todo les vale a todos. Pero la mayoría sentirá que la alternativa -los estrambotes de Vox facilitan la racionalización- es aun más indeseable. Súmense la revalorización de las pensiones, los beneficios tangibles que obtienen los residentes en las comunidades cuyos diputados apoyan a Sánchez y el voto de esos extranjeros nacionalizados a los que Abascal mete miedo: si lo sumamos todo, salen las cuentas. Y ganan los cuentos.