Nada como la sumisión para ganarse el respeto. En el amor y en la guerra (arancelaria)
NotMid 07/08/2025
OPINIÓN
FÁTIMA RUIZ
El verano es una estación magnífica para resetear el cerebro a base de apagarle la cobertura y bañarlo en un sopor que a veces trae ráfagas de inesperada claridad.
Ayudan estas olas de calor que obligan a guarecerse en algún lugar refrigerado y planear como avispa desorientada sobre las plataformas de streaming, libando capítulos de series que no requieren mucho esfuerzo. Así me he topado yo con una clase de política internacional donde menos lo esperaba: la nueva temporada de Sexo en Nueva York, embotellada en los últimos tiempos bajo la etiqueta de And Just like that pero con el mismo efecto psicotrópico. En ella están las claves de esta nueva era de diplomacia darwinista y poder disfuncional en la que nos ha sumergido la secuela del trumpismo.
Allí volvemos a asistir al enésimo vía crucis emocional de Carrie Bradshaw en busca de un amor que parece el Santo Grial de tan oculto que anda en las simas del corazón ajeno. O un jeroglífico de todas las cruces que hay que hacerse para desentrañarlo. O una gesta medieval de la cantidad de murallas que es preciso derribar para que alguien baje el puente levadizo hacia su muy esquiva intimidad.
Mi breve incursión en el eterno retorno de la columnista a taconear con los manolos en torno a un desdeñoso príncipe azul -el último le pide que le espere cinco años (solo) hasta que se aclare- concidió con el cortejo de Von der Leyen a Trump que acabó en capitulación arancelaria en pleno campo de golf. La ex dama de hierro se sumaba así a otros halcones venidos a menos como Mark Rutte -«van a pagar a lo grande, papi»- , derribados por el fuego amigo con el que el magnate ha decidido asesinar el orgullo europeo.
Una táctica que le ha convertido en el Míster Big de la Unión: un socio deseado, traicionero, arrogante, escurridizo, manipulador y despectivo… al que no le falta carisma ni dominio del manual del seductor tóxico (que suele ser el mismo que el del vendedor de coches y consiste en dar migas de validación, saltarse los límites personales y desarrollar olfato sobre la debilidad del contrario).
Y ahí está Trump. Un tipo que sube la factura de la OTAN mientras avisa de que no piensa comprometerse con la defensa del Viejo Continente. Que días después de ponerle a su corazón el precio del 15%, lo dobla al 35% tras leer (correctamente) que los europeos nos sentimos tan vulnerables que no sabemos ni sostener el farol de una eventual represalia. Y que remata la faena haciéndonos a todos luz de gas asegurando que ganamos agachando la cabeza.
Y es que nada como la sumisión para lograr respeto. No hay más que ponerse Sexo en Nueva York.