Al margen de las discrepancias sobre los planes militares, el esfuerzo de Kiev debe seguir siendo sostenido por los aliados
NotMid 30/08/2023
EDITORIAL
Después de dos meses y medio de contraofensiva ucraniana, el conflicto desatado en este país como consecuencia de la invasión de Rusia afronta un momento bisagra cuyo desenlace marcará el destino de una contienda en la que se decide el tablero geopolítico global. Aunque la OTAN reafirmó en su última cumbre, celebrada en julio pasado en Vilna (Lituania), su respaldo «inquebrantable» a Ucrania, la cascada de recriminaciones por parte de la Administración de Joe Biden a los planes ucranianos revela un distanciamiento entre Washington y Kiev que excede el plano militar.
En este contexto hay que insertar la campaña lanzada por el Departamento de Defensa de EEUU, con el abierto apoyo del Consejo de Seguridad Nacional, que depende de la Casa Blanca, para desacreditar off the record -en declaraciones a la prensa- los pasos acometidos por Ucrania. Además de señalar al mismo tiempo tanto el exceso de confianza como la falta de confianza en sí mismos, EEUU ha censurado -con razón- los ataques del ejército ucraniano a infraestructuras civiles; juzga «insostenibles» las bajas ucranianas; y sugiere que Ucrania concentre sus esfuerzos bélicos en un solo punto, y no en tres. La inclinación prorrusa del ala más radical del Partido Republicano y la proximidad de las elecciones presidenciales de 2024 son dos factores que condicionan a Biden, cuya posición suscita muchas dudas después del bloqueo a la entrega de nuevos sistemas de armas. La tensión creciente entre EEUU y Ucrania contrasta con la estrecha relación que el Gobierno que preside Volodímir Zelenski mantiene con Reino Unido y con los aliados europeos, cuyo compromiso está inevitablemente marcado no solo por el hecho de que la guerra se libra en suelo europeo, sino por la amenaza que supone Rusia de cara al futuro.
La lentitud en la estrategia de Ucrania no es óbice para recordar que la OTAN, en toda su historia, no ha tenido que afrontar una contraofensiva en un campo de batalla tan complicado, frente a un ejército como el ruso y sin supremacía aérea. Tras año y medio de guerra, la situación en el frente deja pocas dudas de que la voluntad de Rusia pasa por congelar el conflicto para ganar tiempo. Después de las contraofensivas del pasado otoño de Járkiv y Jersón, Moscú intentó relanzar sus ataques en inverno obteniendo una sola victoria: la toma de Bajmut por el Grupo Wagner, cuyo líder, Evgeny Prigozhin, murió el pasado 23 de agosto tras una explosión en el avión en el que viajaba, apenas dos meses después de atreverse a desafiar a Vladimir Putin con un motín.
El reto que en este momento afronta Ucrania pasa por acelerar sus operaciones en aras de forzar a Putin a sentarse a negociar en una situación de debilidad. En todo caso, con independencia de discrepancias sobre el enfoque de la ofensiva, el esfuerzo de Kiev merece seguir siendo sostenido por Occidente en aras de los valores que cristalizan en la libertad y la democracia.