Casi todos los partidos mayoritarios que concurren a las generales no disponen de más coartada que la guerra sucia, el matonismo y lo montaraz
NotMid 14/07/2023
OPINIÓN
ANTONIO LUCAS
Cómo no va a maravillar una campaña electoral como la de estos días, sometida a un repertorio de burradas y soflamas hamponas. El bulo, la suciedad moral, la amenaza, el chantaje y los hurras más siniestros han desbocado la parafernalia política de estas elecciones. Excepto Sumar (con sus aciertos y derrapes), el resto de partidos mayoritarios que concurren a las generales no disponen de más coartada que la guerra sucia, el matonismo y lo montaraz. Algunos parecen golpistas de fogueo. Otros tienen el síndrome fáustico de confiar en la última hora indecisa. Sánchez caracoleó malamente en el plató de Atresmedia como los oficinistas que fichan la salida dejando a mitad el trabajo. Feijóo conservó una templanza bien adiestrada incluso desplazando la realidad para infectar el prime time de mentiras cargadas de revancha. Y los de Vox, que no tienen intención de debatir porque eso es de rojos y de “derechita cobarde”, aprovecharon el surco para cargar un poco más el pistolón ideológico y enseñar al PP su naturaleza desdoblada amenazando con un porvenir siniestro porque se intuyen necesarios. En ese filo con tétano se mueve todo.
Antes las campañas apelaban a las emociones y los candidatos aventaban marrullerías dispuestas a ser traicionadas a la primera oportunidad, pero marrullerías fácilmente detectables. (La campaña de cuando el 11-M es otra historia). Ahora el discurso se lanza a bocajarro, los eslóganes son cavernosos y la retórica de alabardas. Los lemas de los partidos son lugares comunes, palabrería de saldo. Pero no agreden. El ácido está en lo desovado a pie de micro, porque enmascara la verdad de las mentiras que se escupen. Negar la evidencia, trucar realidades, achatar certezas: esa es la estrategia. También emanciparse del pasado y ofender a quienes aún tienen memoria. De las frases de esta batida electoral, la mejor extendida es la más insidiosa: invoca a un asesino en serie de ETA para denigrar a un presidente legítimo, difícil pero legítimo. Gente que aspira a ocupar un cargo público perrea con la apelación disparatada al terrorismo derrotado incrementando así la vulgaridad ambiental de esta degeneración tan colorida. Un asco.
La histeria colectiva de estas semanas es la advertencia de que se está levantando algo nuevo por el lado que no es. Parece que estuviésemos perdiendo la época. Quienes ganen el próximo 23 de julio lo harán, casi seguro, desde distintos lugares de la misma derrota.