En Extremadura el PP busca plantar cara a Vox, que se confirma como un socio poco fiable, con una operación arriesgada
NotMid 21/06/2023
EDITORIAL
Desde que firmó con el PP el pacto en la Comunidad Valenciana, Vox se ha confirmado como un socio poco fiable, lo que supone un mal precedente de cara a las eventuales negociaciones para la formación del Gobierno central. El partido radical está agitando la movilización de la izquierda, provocando con declaraciones extemporáneas como la de su número dos en Valencia («La violencia machista no existe») o con el impulso a perfiles poco presentables como el del nuevo presidente del Parlamento balear (que sostiene que «las mujeres son más beligerantes porque carecen de pene» o que en España «los nativos» están «en peligro de extinción»), y exigiendo entrar en el Gobierno extremeño aun contando solo con el 8% de los votos.
En Extremadura las malas relaciones entre ambos partidos han llevado a que la Presidencia de la Asamblea haya recaído en el PSOE, mientras la líder popular, María Guardiola, se aferra a su negativa rotunda a incorporar a Vox a un futuro gobierno. El escenario más factible hoy es una repetición electoral, respaldada por Génova y no exenta de riesgos.
El principal riesgo es el cuestionamiento de la institucionalidad exigible, en especial, a los partidos de Estado. Los extremeños han votado ya, y es difícilmente explicable que se vean obligados a hacerlo otra vez. También generan dudas los posibles efectos en Extremadura. Allí los populares estiman que el duro discurso contra Vox de Guardiola -coherente con su campaña- le permitiría atraer voto socialista y le dejaría las manos libres para gobernar sin Vox. Sin embargo, no conviene olvidar que en este feudo de la izquierda, el PSOE fue la primera fuerza el 28-M, incluso cuando el castigo a Pedro Sánchez resultó determinante. A ello se añade la posibilidad cierta de que los votantes de la derecha no digieran que sus partidos no sean capaces de entenderse
Hasta la fecha, entre PP y Vox se han fraguado dos pactos que contienen avances notables en lo que respecta a la irrenunciable libertad de elección lingüística. El acuerdo valenciano incorpora a Vox en el Gobierno a cambio de la salida de su líder, condenado por maltrato, mientras que en Baleares, donde el PP sólo necesita su abstención, habrá un ejecutivo monocolor con Vox al frente del Parlamento. Faltan por resolverse Aragón y Murcia, donde López Miras podría seguir la senda extremeña. Entretanto están las palabras de Guardiola («No puedo dejar entrar en mi Gobierno a quienes niegan la violencia machista»), que vienen a cuestionar el pacto de Carlos Mazón.
Feijóo prometió libertad a sus barones y lo cierto es que las negociaciones están discurriendo de forma asimétrica. Con movimientos como el de Extremadura el PP planta cara a Vox, al que con razón no debe someterse, y con ello busca además reforzar su posición centrista de cara al 23-J. La clave estriba en que esa estrategia no aboque al partido a abiertas contradicciones.