Los surcoreanos pueden recuperar la estabilidad con las elecciones presidenciales después de una de las mayores crisis políticas de su historia reciente en medio de una extrema polarización
NotMid 03/06/2025
ASIA
Suenan algunos éxitos de K-pop en la plaza de Gwanghwamun, en el centro histórico de Seúl. A un lado hay una ruidosa concentración para apoyar al candidato progresista, el favorito de las elecciones del martes. Al otro hay una contraprotesta, aún más ruidosa, encabezada por los seguidores del candidato conservador. La primera está dominada por votantes jóvenes, sobre todo hay muchas mujeres. La segunda no tiene prácticamente rostro femenino y quienes alzan la voz son señores mayores, algunos vestidos con trajes militares, que ondean banderas surcoreanas y estadounidenses.
Apenas unos metros separan ambas manifestaciones. El dispositivo de seguridad es mínimo. Pero no hay ningún encontronazo a pesar de la extrema polarización que sacude el país. Todo lo contrario. Los organizadores de cada lado hasta se respetan los turnos de palabra cuando unos y otros cogen el micrófono para lanzar alguna consigna partidista.
Pocas democracias en el mundo pueden presumir de una cultura de protesta tan cívica como la de Corea del Sur, donde los ciudadanos están acostumbrados a trasladar todo tipo de quejas a las calles. Muchísimos fines de semana al año, los alrededores del Parlamento o de concurridas zonas como Gwanghwamun se cortan para dejar espacio a marchas multitudinarias, como las que hubo a finales del año pasado después del primer intento de golpe de Estado en más de cuatro décadas, cuando el entonces presidente Yoon Suk Yeol declaró una ley marcial que durante apenas seis horas devolvió al país a la senda de regímenes autoritarios del pasado.
Con las elecciones presidenciales de esta semana en la cuarta economía de Asia, se espera que Corea del Sur recupere la estabilidad y ponga fin a una de las mayores crisis políticas en su historia reciente. Con Yoon destituido y con hasta tres presidentes interinos diferentes en los últimos seis meses, el país ha lidiado con un bajo crecimiento económico, la tasa de natalidad más baja del mundo, la sacudida de la guerra arancelaria de Donald Trump y las tensiones con la vecina Corea del Norte.

Todas las encuestas sitúan a Lee Jae-myung (61 años), del liberal Partido Demócrata (PD), al frente de la carrera presidencial, seguido por el ex ministro de Trabajo Kim Moon-soo (73 años), del conservador Partido del Poder Popular (PPP), la formación gobernante en los últimos años que se ha negado a romper vínculos con el ex líder Yoon, quien enfrenta un juicio por cargos de insurrección que pueden conducir a una condena a cadena perpetua.
Alrededor de 44 millones de votantes están convocados a las urnas. El candidato con más votos será declarado ganador, incluso si no alcanza el 50% de las papeletas, y enfrentará un mandato de cinco años.
Kim cuenta con el respaldo de los incondicionales del defenestrado Yoon, la ruidosa marea de extrema derecha que ha respaldado todas las teorías de la conspiración que soltó el ex líder (fuerzas antiestatales vinculadas con Corea del Norte y espías chinos querían secuestrar la democracia surcoreana) para justificar una ley marcial que buscaba tomar el control total de la Asamblea Nacional (el Parlamento) después de que la oposición arrasara en las últimas elecciones legislativas.
“Make Korea Great Again“, se pueden leer en algunas gorras de béisbol, copiando el famoso eslogan de Donald Trump, que llevan algunos partidarios de Kim que han estado haciendo campaña con furgonetas móviles por varios puntos de Seúl. “Entregar el poder a la oposición puede significar la reunificación de la península de Corea, pero con la capital en Pyongyang”, suelta Ham Jin, un jubilado votante del PPP que conduce una de las furgonetas.
A Kim, que ha presumido en campaña de su pasado como activista que luchó por la democracia de su país (fue encarcelado y torturado en la década de 1970 durante la dictadura), incluso dentro del PPP algunos legisladores criticaron su candidatura porque fue el único del gabinete de Yoon que no se puso en pie ni se inclinó durante una disculpa pública televisada que protagonizó el ex presidente con su equipo tras la fallida ley marcial. Kim se enfrentó a su partido cuando, tras ganar las primarias, le apartaron de una carrera presidencial a la que volvió después de emprender acciones legales contra los líderes del PPP y que estos, finalmente, apoyaron su candidatura.
Durante la campaña, jugando con las mismas cartas del miedo que usó Yoon para mandar al ejército a tomar el Parlamento, Kim advirtió que si Lee ganaba las elecciones, Seúl se acercaría a Pyongyang y a Pekín a consta de la tradicional alianza con Estados Unidos. Para contrarrestar esas acusaciones, Lee ha prometido que su agenda de política exterior se centrará en afianzar la alianza con Washington y continuar la cooperación de seguridad con el vecino Japón.
Lee, quien perdió contra Yoon por un estrecho margen en 2022, fue aclamado por ser uno de los héroes que reunieron a muchos legisladores para colarse en un Parlamento asediado por los militares en la crucial noche del intento de golpe de Estado del 3 de diciembre. Lograron suspender la ley marcial en una votación de emergencia. El candidato de la izquierda se presenta como un “hombre del pueblo” que trabajó en una fábrica antes de convertirse en un respetado activista por los derechos humanos. En su contra, Lee arrastra algunos escándalos de acusaciones de corrupción y tiene abierto en un tribunal de Seúl un caso por una presunta violación de la ley electoral.
“No puede volver a ganar el partido político que hace seis meses estuvo a punto de convertir nuestro país en una dictadura”, suelta una estudiante llamada Kim Lee. “En Corea del Sur, las mujeres seguimos siendo ciudadanas de segunda clase, discriminadas en el trabajo con salarios más bajos y silenciadas ante los abusos sexuales. Todos los políticos han fracasado en sus políticas para abordar estos problemas, pero es que el PPP encima se declara abiertamente un partido antifeminista”, critica otra manifestante, Song, una veinteañera votante del PD.
Una encuesta reciente de Gallup Korea mostró que más de la mitad de los hombres entre 18 y 29 años apoyan a partidos de derecha, mientras que casi la mitad de las mujeres jóvenes apoyan al PD. Durante las masivas protestas contra el ex presidente Yoon, las encuestas de algunos medios locales señalaron que alrededor del 40% de los manifestantes eran mujeres menores de 35 años, lo que desnudaba la realidad de que ellas quieren dejar de estar al margen del discurso político en un país en el que apenas un 17% de los diputados de la Asamblea Nacional son mujeres.
Mientras que los medios más afines al PD han dado prioridad durante la campaña a los debates internos sobre la situación de las mujeres, las tasas de natalidad o la economía, la prensa cercana al PPP se ha centrado también en el equilibrio que el próximo líder tendrá que hacer entre su aliado estadounidense y China, que es el principal socio comercial de Seúl, y el pulso con Corea del Norte. El último debate presidencial estuvo marcado por un intenso escrutinio sobre acusaciones contra Lee por haber realizado supuestas transferencias ilegales de efectivo a Pyongyang que se habrían saltado las sanciones de la ONU al régimen de Kim Jong-un.
Agencias