La obsequiosidad de la vicepresidenta con el prófugo liga a Sumar con Junts y con los privilegios que demanda el nacionalismo. Los humillados son los que la votaron
NotMid 06/09/2023
OPINIÓN
EMILIA LANDALUCE
La política es una cosa que muchos ciudadanos se toman en serio y que los políticos ejercen con frivolidad caprichosa y egoísta. Lo peor de las fotos que ilustraban ayer las portadas de los periódicos era la obsequiosidad de la vicepresidenta Díaz en su reunión con el prófugo Puigdemont (profudemont). La sonrisa servil, el toqueteo… solo le faltó arrodillarse. Frente a ella solo estaba el oportunista que prefirió escaparse a Bruselas a seguir mamando las tres pes (pasta, peregrinos y peregrinas) antes que afrontar las consecuencias legales de la farsa que montó en 2017. Al final va a resultar que el prusés fue una ensoñación como también lo es la imagen de Díaz que han creado los medios y las redes. La reunión despedía un tacto de pez, almíbar y Nivea, pero también vaselina y unte. Un pringue melifluo, baboso. Es fácil dialogar cuando solo hay sí-sí, emperador.
A Yolanda no le han importado los datos del paro del lunes ni el precio del aceite ni de la fruta porque ella está en otras cosas; esencialmente en volver a ser vicepresidenta porque a saber en qué quedaba Sumar -y su vicepresidencia- si se repitieran las elecciones. Quienes la votaron porque no les gustaba Sánchez por chulo y ambicioso tendrán las manos pegajosas de las segregaciones de Yolanda. Y los que veían en ella cierto talante tendrán que reconocer que como otros políticos se licúa cuando hace falta para seguir pastando. Esa Yolanda humilde y dialogante -«una política diferente»- se ha demostrado como una piraña en la charca donde se negocia la investidura de Sánchez. Por eso ni se molestó en hablar con Feijóo. Para qué, si vive de la retórica del enemigo más que de la del adversario. Al final, al Gobierno del progreso le sacan los fueros vascos y quién sabe si la próxima vez Yolanda no aparecerá en Waterloo con una selección femenina de vírgenes. Quizás por eso necesitaba tanto pringue, para lubricar.
Evidentemente no habrá referéndum y veremos cómo acomodan la amnistía a la Constitución, pero el nacionalismo -Puigdemont- habrá conseguido su objetivo: humillar al Estado y seguir viviendo de ello. Pero a muchos, la mitad de los ciudadanos, no los han humillado. Solo se sentirán así los que se tragaron los cuentos del Gobierno del progreso y de los derechos. Serán los de pernada de PNV y Junts.
Mientras, parece que a la oposición le da igual. En caso contrario no se entiende que no hayan movido un dedo en la UE.