Recorremos las calles del epicentro de la primera ola del coronavirus, que lamenta que la ciudad china sólo sea recordada como “el lugar donde comenzó una terrible pandemia”

NotMid 23/01/2023

ASIA

El hashtag Escapar de Wuhan fue el más popular en las redes sociales a lo largo de aquella distópica mañana del 23 de enero de 2020. El día anterior ya habían circulado rumores de que se iba a cerrar una ciudad que era un cruce de caminos en el corazón de China. En cambio, ni siquiera cuando saltó por la noche la confirmación oficial, en el imaginario colectivo cabía la posibilidad de que se echara el candado a una mega urbe más grande que Nueva York o Londres. Nunca se había hecho nada parecido en la historia reciente.

El último avión despegó a las diez de la mañana. Después, nadie podía salir ni entrar en Wuhan. Los furgones policiales cortaron todos los accesos. Se prohibió circular por la ciudad, excepto taxis y ambulancias. El confinamiento obligatorio en casa no llegaría hasta unos días más adelante, pero casi nadie pisaba la calle. Y los que salían era para arrasar con lo que quedaba en los pocos supermercados abiertos o para saturar aún más las urgencias de los hospitales. Aquel día, sin que el resto del mundo fuera consciente, todo cambió para siempre.

Hay momentos de mucho miedo que son mejor tomárselos de manera cómica. O, al menos, jugar con la tragicomedia como hacía Lope de Vega. Aunque el bueno de Gao Hi no tenía nada de dramaturgo, sí que sabía como usar el traductor del móvil para convertir la congoja en una sincera carcajada. Y no lo tenía sencillo. Su trabajo aquel 23 de enero era ser el paracaidista de la hospedería china de bajo coste. En otras palabras: el recepcionista de un hotel vacío que estaba en el epicentro de un extraño virus muy contagioso. “Esa mascarilla (era de tela) que llevas es una mierda. Como salgas a la calle con ella vas a morir seguro”. Fue su primer comentario. Luego, soltó que entre los chinos estaba de moda un videojuego que consistía en crear un virus que extermina a toda la humanidad. Era difícil saber hasta que punto bromeaba. El traductor del móvil no distingue el sarcasmo.

Con este párrafo sobre Gao Hi, manejando tiempos verbales distintos, arrancó su primer reportaje in situ sobre lo que estaba pasando en una moderna urbe de 11 millones de habitantes que casi nadie fuera de China situaba en el mapa. Wuhan cerró sus puertas con 440 infecciones y nueve muertos oficiales. Pero sus hospitales estaban a rebosar de pacientes hacinados en los pasillos. Esas escenas caóticas, que más adelante se repetirían por todo el mundo, ahora han vuelto al país donde todo comenzó.

Gao Hi ya no necesita el traductor del móvil para hacer bromas en inglés. Este treintañero se puso las pilas con el idioma de Shakespeare aprovechando el tiempo libre que tuvo durante los 76 días que pasó encerrado en casa en la primera cuarentena de la pandemia. Su vida ha cambiado mucho en estos tres años. “Me he casado, he tenido un hijo y hace dos semanas di positivo por primera vez en Covid”, cuenta.

Otra cosa que ha cambiado en la vida de Gao es que ya no trabaja como recepcionista en un hotel barato. Ahora es fabricante de mascarillas. “Mi primo tenía una fábrica de bombillas. Las vendía por todo Hubei (provincia donde se encuentra Wuhan). Entonces, hace dos años, lo convencí para que utilizara la infraestructura que tenía montada para hacer mascarillas. Me metió como socio en esa línea de producción y nos ha ido muy bien”, asegura.

En Wuhan, casi todo el mundo sigue llevando mascarillas por la calle. Eso no ha cambiado en estos tres años. Tampoco la sensación de que el virus puede estar en cualquier parte. China está viviendo una explosión de contagios sin precedentes desde que rompiera con su política de Covid cero, y el epicentro de la pandemia no es la excepción.

Pero la Wuhan de enero de 2023 no es la misma que la de entonces. El miedo se ha desvanecido y la gente ha aprendido a convivir con el virus. Las vibrantes calles comerciales han recuperado el brillo, como se puede comprobar estos días durante las vacaciones por la Fiesta de la Primavera, el largo feriado que acompaña al Año Nuevo chino. En la superficie, la vieja normalidad ha regresado. Al menos, algo que se le parece bastante. Pero si uno ahonda en lo más profundo de la ciudad y de sus vecinos, aún quedan muchas heridas que aún no han cicatrizado.

Nos duele mucho que nuestra casa vaya a ser recordada para siempre en todo el mundo como el lugar donde comenzó una terrible pandemia. Esa etiqueta nunca desaparecerá y es una carga muy pesada de llevar para una ciudad”, opina la psicóloga Ji Sue, quien fue una de las profesionales que, durante el largo confinamiento de 2020, trabajó como voluntaria en una consultoría psicológica para atender por teléfono las 24 horas a cualquier persona de la ciudad que necesitara desahogarse.

“Primero, llegó el impacto del primer cierre. Cuando ya nos estamos recuperando y parece que todo va a volver a la normalidad, el Gobierno endurece las restricciones y el día a día de muchas personas se ve interrumpido constantemente, arruinando muchos negocios. Todo esto pasa factura. Y por si no fuera suficiente, ahora se abre de golpe el país y el padre o el abuelo del que ha aguantado toda esa presión durante tres años, se muere o agoniza en un hospital después de infectarse. Tenemos muchos casos así. La cadena de desdichas ha hundido en todos los sentidos a miles de personas. Algún día, con el paso del tiempo, habrá que poner sobre la mesa los números reales del aumento de suicidios y reflexionar si podíamos haber hecho mucho más como sociedad para ayudarnos entre nosotros“, analiza la psicóloga.

Hay muchas familias en toda China que están pasando estas fiestas haciendo cola en las funerarias para despedir a sus parientes muertos por Covid. En Wuhan, que durante más de dos años representó más del 75% de los fallecidos por Covid en China, no hay cifras oficiales de muertes. Lo que sí aseguran los médicos de tres hospitales de la ciudad visitados, es que el pico de contagios ya pasó a principios de mes y eso se nota en las urgencias, mucho más aliviadas.

“Hay que seguir en alerta porque ha habido mucho movimiento en estas vacaciones y puede haber otro repunte grande en ingresos”, asegura un médico de uno de los grandes hospitales situado al norte del río Yangtsé, que parte en dos la ciudad. El centro está cerca del mercado de Huanan, señalado desde el principio como la zona cero de los primeros contagios identificados a finales de 2019. Para ser más exactos, los primeros casos se conectan directamente con el ala este del mercado, donde, si uno se adentraba entre las callejuelas, encontraba todo tipo de animales salvajes. Tanto vivos como muertos.

Esa sección del mercado continúa cerrada y sellada con las vallas de acero azules que se levantaron al principio de la pandemia, después de que los investigadores tomaran muestras ambientales de cada esquina del lugar para tratar de dar respuestas sobre cuándo y dónde comenzó a propagarse el Covid. Tres años después, no hay ningún avance aparente sobre esas cuestiones. El origen de un virus que ha matado a casi siete millones de personas en todo el mundo, sigue siendo un misterio.

Lucas de LaCal

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