Los ucranianos se niegan a dejar la ciudad del Donbás y obligan a los mercenarios rusos a un sangriento combate urbano
NotMid 11/03/2023
MUNDO
Dmytro, uno de los militares de la brigada 10 de Asalto de Montaña, que lucha contra el avance ruso en Bajmut, ha escrito con un rotulador negro en su chaleco antibalas: “Cuando muera seguro que iré al cielo, porque en el infierno ya estoy”. En esta pequeña ciudad del Donbás, desconocida hasta hace muy poco para el resto del planeta, se está jugando hoy un importante capítulo de la invasión rusa de Ucrania. El resultado de esta batalla puede determinar también la suerte de sus dos liderazgos: Zelenski y Putin. Para ambos, las calles destruidas de la urbe son una obsesión que va más allá de su valor estratégico.
Durante los primeros días del pasado mes de agosto, el ejército ruso comenzó la ofensiva para conquistar la ciudad. Siete meses después, algunas de sus unidades de élite, apoyadas por los mercenarios de Wagner y sus batallones penales, aún no han conseguido tomar Bajmut, en medio de otra ofensiva de invierno decepcionante donde Rusia no ha podido avanzar por ninguna de sus cuñas de penetración en Kupiansk, Kremina o Vuhledar.
La ciudad de Bajmut no es, en sí misma, una joya estratégica. Puede servir de trampolín hacia zonas del interior del Donbás, como Siversk, o Kramatorsk, pero es sólo un paso militar más en la guerra, no uno salto decisivo, porque las líneas de defensa ucranianas se extienden cada pocos kilómetros por toda la región. Sin embargo, hay que remontarse a la Segunda Guerra Mundial para encontrar, en los libros de historia, una carnicería semejante. ¿Por qué ambos ejércitos tratan de luchar por esta ciudad a sangre y fuego?
OBJETIVO POLÍTICO
La explicación no es militar, sino política. Desde que Rusia conquistó Lisichansk y Sverodonetsk el pasado verano y a un coste altísimo, todo han sido derrotas. Los analistas aseguran que Putin está obsesionado con ofrecer algún tipo de victoria (aunque sea más propagandística y pírrica que real) en una guerra cuyas apuestas, incluidas las energéticas y diplomáticas, le han salido del revés.
En ese contexto, cada día que Bajmut resista es una victoria para Ucrania. Cada día que Rusia no conquiste Bajmut es una derrota para Moscú. Para Christian Villanueva, director de la Revista Ejércitos, «el interés ruso dividirlo en tres partes: al cargar el peso de las bajas sobre Wagner y crear una ‘killing zone’ en la ciudad, estarían erosionando a las Fuerzas Armadas ucranianas, cuyo personal es mucho más valioso y difícil de reemplazar que los reclutas de Wagner, utilizados como carne de cañón mientras este grupo intenta conservar su núcleo de mercenarios con experiencia y formación. Segundo: el control de Bajmut sería importante para hacerse con la orilla oriental del Donetsk, capturando posteriormente Siversk y estableciendo una frontera natural (el río Donetsk) que podría servir de punto de partida a posteriores ataques o bien de frontera natural si deciden congelar el conflicto. Tercero: después de meses de batalla, la ciudad tiene también un valor simbólico que la propaganda rusa intentaría vender a su población como un gran triunfo, por más que no tenga ese valor desde el punto de vista militar».
La inteligencia occidental cifra en 11.000 muertos la sangría en el bando ucraniano, pero en 30.000 en el caso de los rusos. Con su estrategia de enviar oleadas de carne de cañón de sus batallones de presidiarios, Wagner ha conseguido avanzar sobre todo por el flanco de Soledar hacia el norte de la urbe, pero a un precio altísimo. Varios analistas creen que el grupo de mercenarios contaba, antes de comenzar la batalla, con unos 50.000 miembros, es decir, 10.000 ex militares con experiencia y unos 40.000 voluntarios sacados de las cárceles de toda Rusia, incluyendo violadores, asesinos y hasta un caníbal llamado Yegor Komarov, que se comió a dos personas.
CAMPO DE CADÁVERES
Desde el mes de diciembre, esa masa se ha reducido a base de morterazos y asaltos suicidas hacia las trincheras ucranianas, con dos objetivos: descubrir sus posiciones y hacerles consumir sus municiones para luego realizar nuevos asaltos, esta vez con los propios miembros veteranos de Wagner. En algunas zonas, cada metro cuadrado de avance ha costado una media de cuatro muertos, con campos alfombrados de cadáveres al estilo batalla del Somme o Verdún durante la Gran Guerra.
A mediados de enero, Rusia consiguió así sorprender a los militares ucranianos en el flanco de Soledar, lo que les sirvió para avanzar hacia el norte y tratar de rodear la población para embolsar a las tropas ucranianas que la defienden cortando sus vías de abastecimiento, pero eso aún no ha sucedido. De las tres carreteras asfaltadas que los ucranianos usaban como vías logísticas aún les queda una en su poder. Además, los defensores han improvisado un par de caminos embarrados que también sirven para mover tropas y munición dentro de la ciudad. Sin embargo, las bajas ucranianas se multiplicaron al tratar de estabilizar el frente en el que los flancos fueron superados.
La semana pasada, las informaciones que llegaban de Bajmut, a la que ya no dejan entrar a los reporteros por su peligrosidad, era que se preparaba una retirada escalonada. Incluso se difundieron imágenes de militares ucranianos saliendo de la ciudad a pie. Es cierto que los defensores han abandonado las trincheras más allá del río Bajmutovka para usarlo como barrera defensiva. Pero la niebla de la guerra lo cubre todo, y lo que parecía una salida, puede ser una simple rotación de las muchas que se realizan entre las tropas ucranianas, que viajan a zonas más tranquilas a recuperarse mientras que otras de refresco ocupan las posiciones en el frente.
BALAS DE CAÑÓN
Christian Villanueva asegura que «la resistencia a ultranza en Bajmut (siempre que la relación de bajas sea favorable) permite desgastar a Rusia, especialmente a Wagner, pero también les obliga a consumir importantes recursos, por ejemplo en cuanto a la artillería, que no podrán ser empleados en el futuro para hacer frente a la ofensiva ucraniana. En este sentido, es más sencillo mantenerse a la defensiva en terreno urbano, especialmente cuando se ha podido preparar a conciencia y se pueden rotar unidades, que no hacerlo en líneas de trincheras sobre campo abierto».
«Creo que la defensa tenaz de Bajmut ha conseguido su objetivo, desgastando la mano de obra y municiones de Rusia. Pero la estrategia puede llegar a un punto de rendimiento decreciente. Dado que Ucrania trata de reunir recursos para una ofensiva, podría impedir el éxito de una operación más importante en el futuro», dice Michael Kofman, analista del think tank CNA de Washington, que estuvo hace unos días en la ciudad.
En cualquier caso, y pese a las bajas diarias de tres cifras que Ucrania experimenta en el campo de batalla de Bajmut, similares a las del pasado verano en Sverodonetsk, hay varios factores que aconsejan a Kiev no retirarse de la zona occidental de la ciudad. El primero es la guerra abierta entre el dueño de la empresa de mercenarios Wagner, Yevgeny Prigozhin, y el ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigu. Prigozhin, apodado el chef de Putin, se ha atrevido a insultar a Shoigu en las redes sociales al tiempo que le acusa de dejar a Wagner sin munición. El gobierno de Zelenski, según fuentes militares ucranianas, quiere explotar ese enfrentamiento entre ellos y para que las relaciones cada vez sean peores necesita ganar tiempo. Cuanto más permanezca Ucrania en Bajmut, más duras serán las acusaciones entre ambos.
LAS MEJORES TROPAS
Hay otra razón para no retirarse. Según una fuente ucraniana que combate en la ciudad, en los últimos días los prisioneros de Wagner capturados por los defensores ya no son procedentes de sus batallones penales, sino cuadros del grupo mercenario. Esto significa que la masa humana que Rusia lanzaba contra Bajmut, de baja cualificación militar, ya ha sido sustituida, por culpa de las bajas, con lo mejor que tiene el grupo de mercenarios. Además, a estos mercenarios se han unido dos brigadas de paracaidistas rusos, considerados como la élite de su ejército.
Kiev cree que Moscú ya está usando la vanguardia de sus tropas para tomar la ciudad, y que ahora las bajas ya desgastan directamente al hueso del esfuerzo bélico del régimen de Putin. El objetivo de Ucrania es laminar esas fuerzas de cara a finales de primavera, cuando al fin pueda contar con todo el armamento occidental que está amasando, así como las decenas de miles de ucranianos que están siendo entrenados en Occidente, incluyendo España.
«Mientras se luche en Bajmut o muy cerca de esta, los rusos tendrán más complicado concentrarse en la toma de Siversk, poniendo en peligro el control ucraniano sobre el recodo del Donetsk, una zona que en el futuro podrían usar de trampolín para intentar nuevos ataques sobre Sloviansk y Kramatorsk, aunque parece harto difícil que lleguen a lograrlo dadas las defensas en ambas ciudades y el resultado fallido de los intentos llevados a cabo por el saliente de Izium meses atrás», comenta Christian Villanueva.
Rusia está además usando decenas de miles de proyectiles al día en machacar las ya destruidas ruinas de la ciudad en busca de los búnkeres y las trincheras ucranianas. Ese gasto en munición, en una guerra de desgaste en la que ambos bandos bracean en busca de arsenales aliados a los que poder acceder, puede resultar clave en unos meses, cuando la marea de la invasión cambie de nuevo como ya sucedió en otoño.
Si Rusia malgasta sus balas de cañón en meses y meses de combate infructuoso por una ciudad que no llega nunca a conquistar, puede que luego no lo tenga para defenderse. «En Bajmut, Vuhledar y otras batallas clave en este momento, Rusia multiplica el número de disparos de cañón sobre los que hace Ucrania. Sin esa ventaja, el potencial ofensivo de Rusia se vería degradado», asegura el analista del Foreign Policy Research Institute, Rob Lee.
El general Syrsky, comandante de las tropas de tierra ucranianas, ha visitado Bajmut tres veces en los últimos 10 días. El pasado miércoles repartió medallas y órdenes entre los oficiales. La principal, que viene del presidente Zelenski, es «defender la fortaleza Bajmut». Puede que sea una estrategia de despiste mientras que se produce una retirada paulatina, pero lo cierto es que desde hace una semana el avance de Wagner no ha conseguido cerrar la pinza de unos seis kilómetros en torno a la ciudad.
Kiev también despide a muchos de sus mejores soldados. Dmytro Kotsybailo, alias Da Vinci, fue condecorado por Zelenski como «héroe de Ucrania». Con sólo 27 años, era el comandante más joven de su ejército hasta morir en Bajmut. Zelenski dejó unas flores en su ataúd junto a la primera ministra finlandesa, Sanna Marin.
Agencias