En el caso de las políticas hacia la mujer, la hoja de servicios del Gobierno bascula entre una eficacia discutible y un daño colateral potencialmente tenebroso
NotMid 25/09/2025
OPINIÓN
LEYRE IGLESIAS
La polémica en torno a las pulseras antimaltrato ha ofrecido una muestra bastante depurada de la realidad paralela en la que vive el Gobierno, instalado en la mera resistencia. Entre acusaciones de desinformación y contra la conspiración golpista de la derecha y la extrema derecha (al final, el lobo vendrá y nadie creerá a Pedro), varios ministros, empezando por la de Igualdad y siguiendo por el de Interior, han negado las numerosas deficiencias del sistema, de las que han dado cuenta, incluso por escrito, las Fiscalías y el Consejo General del Poder Judicial.
Aunque siempre cabía la esperanza, Ana Redondo ha optado por el sencillo manual de la polarización para desentenderse de su responsabilidad, atacando a la oposición por generar una alarma social infundada a base de bulos. Se repite el esquema aplicado ante el caos ferroviario, el apagón… Puro Sánchez, puro Óscar Puente, ¡puro feminismo! Como es habitual, el PP ha aportado su grano de arena al griterío, porque tampoco en este asunto empezó empleando la finura. Aunque pasados los días ha quedado claro que con su trazo grueso (esa exigencia de que todos los ministros dimitan todos los días por todas las cosas) pisaba tierra firme. A cualquier observador normal le cuesta entender el negacionismo numantino de Ana Redondo, por utilizar uno de los términos fetiche del Gobierno, y su escasa empatía con las víctimas. Qué más da, si no han sido más de dos o tres, viene a decir; lo cual, según los fiscales y los jueces, también es mentira.
El sectarismo es uno de los pozos más profundos en que puede caer la gestión pública. En el caso de las políticas hacia la mujer, la hoja de servicios del Gobierno bascula entre una eficacia discutible y un daño colateral potencialmente tenebroso. Sobre lo primero, los datos de violencia machista y agresiones sexuales no han mejorado en estos años, aunque el Gobierno lo justifica en que la mayor concienciación habría hecho aumentar la cifra de denuncias. Por otro lado, las encuestas indican que cada vez más jóvenes cuestionan el feminismo. El asunto plantea un debate pertinente, porque se trata de la generación educada en el activismo feminista de PSOE y Podemos/Sumar, y la que ha comprobado que agitar enérgicamente esa bandera puede ser compatible con fallar estrepitosamente en la gestión más elemental de la igualdad.
No es un buen balance para el Gobierno más feminista de la historia. Con suerte mañana TVE nos desvele el secreto: dicen que si se repite tres veces la palabra «ultra», todo se resuelve de inmediato y hasta las pulseras recuperan la conexión.