El presidente ucraniano ha sido el protagonista de la cumbre de las democracias más industralizadas del mundo. De Hiroshima se lleva mayor apoyo militar de Occidente para enfrentar a Putin y un importante acercamiento a países del llamado Sur Global
NotMid 21/05/2023
ASIA
La adormecida Hiroshima primero despertó con varias manifestaciones con pancartas que pedían el desarme nuclear y que estaban encabezas por algunos de los ancianos supervivientes de la bomba atómica. Después, llegó la marabunta de periodistas y delegaciones diplomáticas de todo el mundo, que montaron su colonia en el centro de una ciudad que ya había sido tomada por un dispositivo de seguridad sin precedentes en Japón. Ese fue el aperitivo a la ruidosa llegada de los líderes del G7. Pero nada comparable con el terremoto Zelenski, que lo eclipsó absolutamente todo: las discusiones del grupo sobre China, las sanciones a Rusia o el protagonismo que buscaban los que vivieron el holocausto nuclear.
La cumbre de Hiroshima fue la cumbre de Volodímir Zelenski, quien sabe sacar partido al escenario que pisa. “Las imágenes de Hiroshima en ruinas después de la bomba atómica me han recordaron a la actual Bajmut”, dijo el ucraniano después de visitar el museo dedicado a la devastación causada por la bomba atómica lanzada por Estados Unidos en 1945 y que mató a 140.000 personas. “En nuestra casa estamos viendo esa destrucción”, remarcó.
Los líderes de las democracias más avanzadas del mundo trazaron una alineada demostración de fuerza alrededor de la figura del presidente de Ucrania, quien se enfrentó con éxito al escenario diplomático de mayor envergadura desde que Rusia lanzó una invasión a su país hace ya 15 meses. Por eso quiso dejar un buen sabor de boca al asegurar que, pese a lo que insinúe Moscú, la ciudad de Bajmut, el foco de batalla en el este de Ucrania, no había sido ocupada por los rusos, a lo que sumó la advertencia de que el país de Putin “sentirá la contraofensiva ucraniana cuando llegue”.
La cumbre de Hiroshima fue la cumbre de las fotos, con Zelenski de nuevo ocupando la mayoría de los flashes. Como la que salió de su reunión con Joe Biden, en la que hablaron sobre los aviones de combate F-16 a los que el estadounidense había dado luz verde para que los aliados pudieran enviar a Ucrania. Siempre y cuando, eso sí, aquellos cazas fabricados en EEUU no se utilizaran contra objetivos dentro del territorio de Rusia. Ese fue el compromiso de Zelenski.
Otra instantánea, o más bien book de fotos, salió del atracón de reuniones bilaterales que se dio el ucraniano. La que más destacó, por novedosa, fue en la que salía con el primer ministro indio, Narendra Modi, actor cada día más trascendente en el tablero global y que lleva toda la guerra manteniendo un complicado equilibrio en su alianza con Washington y Moscú.
Zelenski fue lanzado a conquistar a los invitados del llamado Sur Global, bastante divididos sobre el conflicto en Ucrania. Pero le falló uno de los más importantes: no hubo foto con el brasileño Lula da Silva. ¿No cuadraron sus agendas? ¿Quién rechazó a quién? ¿Estaba decepcionado Zelenski por no verse con Lula? Esta última pregunta se la hicieron al ucraniano. “Es él quien debería estar decepcionado”, soltó.
La última gran foto del líder del país invadido fue grupal, con todos los líderes del G7 en la misma mesa, quienes le reafirmaron su “apoyo inquebrantable” y que continuarán endureciendo las sanciones a Rusia, además de enviar a Kiev más armas y más dinero. Pronto le caerá, en palabras de Biden, un paquete de ayuda militar de 375 millones de dólares.
El foco principal estaba en cada apretón de manos de Zelenski, pero el G7 también ha dejado otras imágenes destacadas, y algunas muy simbólicas. Como ver a Biden paseando por el memorial dedicado a las víctimas de la bomba atómica lanzada por su país en 1945. O al anfitrión, el japonés Fumio Kishida, haciendo continuos alegatos sobre la necesidad de un desarme nuclear. O al grupo depositando una ofrenda floral a las víctimas de la bomba y plantando un árbol. O posando en el Santuario de Itsukushima. Y no hay que olvidarse del británico Rishi Sunak cocinando las famosas okonomiyaki, las pancakes japonesas.
Al fin y al cabo, esas instantáneas más informales también representan una de las pocas ventanas en estas cumbres -donde se controla al detalle toda la información que trasciende de las reuniones- para ver a los protagonistas de una manera más desenfadada y menos forzosa. Como cuando Biden bajó acelerado las escalerillas de un templo y en el centro de prensa hubo un “uy, uy” porque nadie quería que la noticia del día fuera el resbalón del hombre que tiene casi la misma edad que los supervivientes de la bomba atómica.
Pero la cumbre dejó otras notas más importantes, además del bucle Zelenski: el G7 subió su retórica contra China, denunciando la “coerción económica” -utilizar el comercio para intimidar a otros países- por parte de Pekín y advirtiendo al presidente chino, Xi Jinping, que cualquier intento de intimidarlos o cambiar el statu quo en el autogobierno de Taiwan o en el disputado Mar de China Meridional, sería respondido con la misma resolución que el intento de Rusia de volver a dibujar las fronteras de Ucrania.
“China plantea el mayor desafío de nuestra era para la seguridad y la prosperidad mundial. Son cada vez más autoritarios en casa y asertivos en el extranjero“, soltó al cierre de la cumbre Rishi Sunak. El G7 lanzó un ambicioso plan, dirigido concretamente a menguar la influencia de China en los países en vías de desarrollo, de 600.000 millones de dólares que terminarán en infraestructuras en el Sur Global, formado por muchas de las naciones a las que Zelenski pretendió cautivar.
La foto final, por muy repetitiva que parezca, se la ha ganado de nuevo el presidente del país al que la amenaza nuclear de Rusia está llamando a su puerta: Zelenski sumergido en los horrores del holocausto nuclear. En su visita al museo, contemplo las imágenes de los niños calcinados y las exposiciones con ropa quemada y andrajosa, mochilas carbonizadas y restos de cabello humano. Son recuerdos de la devastación de una ciudad. Recuerdos que a Zelenski le son bastante cercanos.
Agencias