Si defienden que un hombre puede ser mujer a voluntad qué le van a reprochar al feto que eligió ser bebé
NotMid 22/08/2023
OPINIÓN
ARCADI ESPADA
El registro es una de las más veteranas pruebas de civilización. Elias Canetti precisó en sus últimos aforismos su vínculo con lo literario: «Desde los egipcios hay una pretensión fundamental de la escritura: registrar». De modo que el registro de criaturas no nacidas (de mortinatos, como se decía con flexibilidad anglo en aquel castellano) es una antigua buena idea moral y literaria que este verano acaba de estropear el Ministerio de Justicia. Un párrafo del periódico daba cuenta de lo que ha hecho: «La nueva instrucción, firmada por la Dirección General de Seguridad Jurídica y Fe Pública, supone la sustitución del ‘legajo de criaturas abortivas’ por el archivo de nacidos sin vida y permite registrar al bebé fallecido con nombre y apellidos». Dos términos del párrafo son la clave de la instrucción. El primero da nombre al propio registro: «Nacidos sin vida». Un oxímoron, porque nacer solo puede decirse de los seres vivos. Y un oxímoron que en este contexto es fuente de caudalosos problemas. El segundo forma parte exclusiva de la creatividad del periódico y es «bebé». Un abuso, sin duda, pero que se deriva del propio carácter de la instrucción ministerial. Si después de las 24 semanas de gestación los padres pueden inscribir en el Registro a un feto malogrado, dándole -y esta es la crucial novedad del asunto- nombre y apellidos, cómo no le va a llamar el periodista bebé.
Fuera del párrafo está el tiempo. 24 semanas. ¿Por qué 24? Cualquier disposición sobre este tipo de límites tiene un punto de arbitrariedad. Piénsese que de una noche a otra el jovencito ya puede hacer el amor dentro también de la ley. Pero en este caso hay un vidrioso asunto… práctico. Hasta la semana 22 del embarazo el aborto no requiere en España mayor justificación. Habilitar el registro de nacidos sin vida a partir de los 24 semanas es un fino detalle muy, muy socialdemócrata. Imagínese, por ejemplo, la embarazosa situación de la que ha acudido a abortar y un funcionario, no necesariamente de Vox, le alarga el formulario y le pregunta: “¿Qué nombre quiere ponerle usted al no nacido?”. Así queda todo bien ordenado en sus celdillas: 22 semanas feto/24 semanas bebé. Y la 23 porque siempre ha de haber un limbo. Una investidura fallida, estas cosas.
No he oído a la ministra de Igualdad ni a ninguna de sus corifeas protestar contra la instrucción del Ministerio de Justicia. No será por solidaridad gubernamental. La verdad es que su silencio es perfectamente coherente. Si defienden que un hombre puede ser mujer a voluntad qué le van a reprochar al feto que eligió ser bebé.