El PP actualiza su ideario desde un anclaje reformista y una fórmula interna que orilla las primarias, pero apuntala el liderazgo
NotMid 19/06/2025
EDITORIAL
La grave crisis política y democrática que atraviesa España, con un Gobierno en descomposición y asaeteado por los escándalos, convierte en un acierto la decisión del PP de renovar su ideario alrededor de tres premisas: la regeneración de las instituciones, una idea de España basada en la igualdad y un espíritu reformista sustentado en la Transición como momento fundacional de nuestra democracia. Con independencia de las decisiones que adopte Pedro Sánchez, los populares tienen el deber de ahormar una alternativa de Gobierno desde la centralidad pero con un músculo ideológico sólido que le permita conectar con una amplia base social. Este es el principal reto de Alberto Núñez Feijóo, cuya responsabilidad se ve acrecentada por la necesidad que tiene el país de superar una etapa marcada por la discordia, la inestabilidad y la quiebra de la ética pública.
La ponencia política que el PP llevará a su congreso de julio, y que está abierta a enmiendas, no se equivoca en el diagnóstico. El abandono de los consensos constitucionales por parte del PSOE y su alianza con minorías disolventes han llevado al país a embarcarse en una nociva «mutación constitucional» hacia un Estado confederal. Frente a ello, el partido reivindica el «nosotros, los españoles» -en alusión al preámbulo de la Constitución de EEUU- como sujeto de soberanía y de progreso, desde el compromiso con el Estado de las autonomías, con la libertad de los individuos y con el pluralismo de la sociedad. Así, asegura que frenará todo intento de ataque a la integridad del Estado o que derogará la frentista Ley de Memoria Democrática. A su vez, aunque rechaza los «cordones sanitarios» y las «mayorías incoherentes», no descarta negociar con ningún partido dentro del marco constitucional.
Sin descuidar algunas de las banderas de las que se ha apropiado Vox -propone, por ejemplo, un control más duro de la inmigración-, la ponencia sitúa la regeneración institucional como una prioridad. En este sentido, los ponentes nombrados por Feijóo aseguran que el partido garantizará la independencia de la Justicia y desterrará la colonización partidista de las instituciones. Sin duda, la mejor vacuna contra el populismo y la polarización es reforzar las instituciones, y en esta tarea imprescindible el PP compromete su palabra.
Sin embargo, la firmeza de estas promesas contrasta con la ambigüedad incomprensible con que la ponencia aborda la imposición de las lenguas cooficiales. El PP habla de un «bilingüismo cordial», pero no se compromete a garantizar que los alumnos catalanes podrán estudiar, al menos, el 25% del horario lectivo en español. La vaguedad de esta redacción genera dudas sobre la convicción con la que el PP aplicará realmente la idea de España que plantea en su documento.
En cuanto a la ponencia estatutaria, que amenazaba con enfrentar a Isabel Díaz Ayuso con el presidente del PP, el partido opta por una fórmula intermedia entre las primarias directas -un afiliado, un voto- que pedía Ayuso y el sistema de compromisarios que en 2018 permitió a la cúpula popular corregir el voto de los afiliados y encumbrar a Pablo Casado. Ahora los militantes votarán tanto al candidato como a los compromisarios que lo representen. Quizá no sea la fórmula ideal, pero sí parece buscar al menos un equilibrio entre el liderazgo y la conexión del candidato con las bases, que son determinantes, y la existencia de unos razonables contrapesos orgánicos.