La dinámica tribal de Twitter no puede cambiar porque su lucro se basa en la captura de minutos de atención a través del odio, igual que el placer del pirómano se cuenta por hectáreas calcinadas

NotMid 22/10/2022

OPINIÓN

JORGE BUSTOS

Puedo escribir las columnas más tristes cada noche sobre la cancelación de cada día. Esta semana le tocó a Valcárcel por su exceso de fe en la biología, a Borrell por su odio neocolonial a la selva y a Summers por anunciar que va a vengarse de ese marica llenándole el cuello de polvos picapica. La semana que viene habrá carne nueva ardiendo en la hoguera de las vanidades éticas de las redes, donde toda mente literal tiene su asiento y toda ofensa exagerada hace su habitación. Y su discreto negocio: concernidos postulantes a cargo, puesto o subvención.

Yo atesoro con codicia mis cancelaciones en forma de linchamientos tuiteros y animo a mis camaradas de tecla a hacer lo mismo. Empezando por Raúl del Pozo, que nació en un bombardeo en 1936 y fue rojo entre los grises pero soporta malamente la bilis que gotea del último comentario de un diablo sin nombre. Recuerdo con ternura la primera vez que me lincharon en Twitter. Fue por declarar en televisión, puesto a elegir entre susto o muerte, mi preferencia por la corrupción antes que por el comunismo, preferencia compartida por Revel o Vargas Llosa y por todos los comunistas que viven en democracias, más que nada porque todos preferimos que nos roben a que nos maten y en todo caso el comunismo siempre ha hecho las dos cosas.

Otra vez fui trending topic por confundir Marvel con DC, día en que descubrí que eran casas de tebeos distintas. También me lincharon (por mi bien) no pocos compañeros cuando subrayé, ciertamente con escaso tacto, que a Marlaska no le gustan las mujeres y que una activista trans procesada por odio (ella sí) tenía voz de barítono: las patrullas de la inquisición arcoíris practicaron el medievo con mi cuenta. Lo que quedó fue asaltado después por la verde infantería del bar Pelayo, que últimamente ya no bebe o no expectora como antes. Lo más divertido fue cuando Moncloa llamó a mi director quejándose de que me había reído del acento de María Jesús Montero cuando en realidad solo me había reído de su sintaxis. Me dejo alguna, pero estos son los jirones más bellos de mis carnicerías digitales.

La dinámica tribal de Twitter no puede cambiar porque su lucro se basa en la captura de minutos de atención a través del odio, igual que el placer del pirómano se cuenta por hectáreas de bosque calcinadas. Así que deja ya de tomártelo como algo personal, Raúl. O es analfabetismo o son solo negocios.

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