Las palabras de Page revelan la falsa unidad que exhibe el partido
NotMid 20/09/2022
EDITORIAL
Pese a los intentos de su dirección por esconderlo, el PSOE es hoy un partido desunido. Y cada vez se le complica más a Ferraz que el malestar interno no aflore, como probó ayer la entrevista a Emiliano García-Page que publicamos en estas páginas y las reacciones que provocó. La razón que explica esta impotencia para contener la crítica es sencilla. La gestión de Sánchez no era castigada en las encuestas por la ausencia de una alternativa sólida, pero desde que Feijóo se ha asentado como líder de la oposición la realidad es otra. Y ahora que arranca un curso marcado por las municipales y autonómicas, son muchos los candidatos que saben que deben desligarse del presidente porque lo contrario les afectará negativamente. Varios hablan en privado; Page simplemente ha sido el primero en hacerlo en público.
En un contexto de silencio y de hermetismo en las filas del PSOE, sus palabras han caído como una losa y son muy reveladoras de la falsa unidad que el partido insiste en exhibir. Sin cortapisas, Page denuncia «las malas compañías del Gobierno», en referencia a sus aliados en el Ejecutivo y en el Congreso, y habla del «ambiente enrarecido», de los «compromisos rotos», de las peleas en la coalición y de que «no se están haciendo bien las cosas con el idioma» en Cataluña. También critica la dureza contra Feijóo y, como broche final, apuntilla: «Lo que sé es que no puede haber otro 1 de octubre de 2016», en alusión a la forzada dimisión de Sánchez aquel día. Lo insólito es que después de que uno de los barones territoriales con mayor peso y capital electoral del PSOE haya presentado semejante enmienda contra la cúpula, la respuesta llegase en forma de barrer debajo de la alfombra. «El partido está fuerte y unido», fue capaz de declarar ayer la portavoz Pilar Alegría. Y, tras desautorizar a Page, dejó claro que no habría más contestación oficial a sus palabras.
Por mucho que Ferraz se empeñe en proyectar una imagen de solidez, el PSOE actual es un partido donde la confrontación intestina -que difiere del sano debate- no se ha sabido superar. El origen está en el instante al que aludía Page. El regreso de Sánchez tras su cese imposibilitó que se iniciase una nueva etapa sin la sombra de las discrepancias que habían partido al PSOE en dos. El resultado fue una fractura, un desgarro interno enorme cuyas consecuencias todavía arrastran.
Ojalá el PSOE fuese ese partido unido y fuerte, coherente con sus valores fundacionales y con una agenda de Estado pactada con quienes apuestan por la estabilidad constitucional y no con quienes buscan derruirla. Todo ello sería deseable para contribuir a la necesaria gobernabilidad del país. Sin embargo, por sus propios actos el PSOE es hoy un partido cada vez con más roturas. Es lógico que Sánchez vuelva a tener contestación, y un síntoma de que quedan socialistas que representan la moderación ideológica, la responsabilidad en la custodia de la concordia constitucional y el compromiso con una idea compartida de la nación. Ahora deben hablar.