Encerrado en una prisión de máxima seguridad desde 2020, enfrenta un nuevo juicio
NotMid 19/12/2023
ASIA
La historia de superación de Jimmy Lai sería de esas que tienen mucho tirón en China, de las que se promocionan hasta la saciedad en los pregones de la propaganda estatal, si no fuera porque el protagonista ha usado el dinero del imperio que levantó de la nada para personarse como uno de los azotes más ruidosos del Partido Comunista. Y para Pekín no hay mayor traición que uno de los suyos, un niño pobre cantonés que ha logrado hacerse con un altavoz de poder e influencia, se dedique a destapar los trapos sucios del régimen.
La historia de Jimmy Lai aparece en varios documentales y libros que se podían encontrar en librerías de Hong Kong antes de que la ley de Seguridad Nacional, aprobada por el Gobierno chino tras las protestas a favor de la democracia de 2019, condujera a una oleada de censura que vació de las estanterías cualquier obra que pudiera considerarse políticamente sensible. Y la carrera de rebeldía y desafío de Lai no casa con el dogma que ahora impera en la ex colonia británica.
El lunes, Lai (76 años), encerrado en una prisión de máxima seguridad desde diciembre de 2020, desfiló por un tribunal en la primera sesión de un juicio que afronta bajo los cargos de sedición, colusión con fuerzas extranjeras e incitación al odio público contra las autoridades. Ya carga con pesadas condenas por organizar una reunión ilegal y por fraude, pero ahora le puede caer hasta cadena perpetua.
Tiene difícil volver a pisar la calle este multimillonario empresario que llegó a Hong Kong como polizón cuando tenía 12 años. Nació en Guangdong, al sur de China, con el nombre de Lai Chee-Ying y con apenas nueve años ya trabajaba cargando bolsas en una estación de tren. En 1960 se escondió en el fondo de un barco que iba a Hong Kong, entonces bajo dominio británico. Se buscó la vida rápido en el tigre asiático trabajando en una fábrica de guantes de lana.
Con 20 años ya había sido nombrado director de la fábrica. Pero el negocio estaba en quiebra, a punto de cerrar. Entonces, Lai invirtió todo lo que había ahorrado en Bolsa, con la suerte de que ganó el suficiente dinero para comprar la fábrica y relanzar el negocio como fabricante de suéteres para Estados Unidos.
Le fue bien y en la década de 1980 fundó su propia marca de ropa, Giordano. En su primera inmersión en la moda, centrada en vender ropa cara para las élites coloniales de la ciudad, no tuvo mucho éxito. Pero cambió el rumbo y se centró en producir ropa barata para las clases medias y bajas. Unos pocos años después, la empresa ya cotizaba en Bolsa.
Lai ha contado en alguna entrevista que un punto de inflexión en su carrera fue la masacre del 4 de junio de 1989 en la Plaza de Tiananmen. “Fue la represión en Pekín lo que impulsó mi giro hacia los medios. Me dediqué al negocio de la libertad, de brindar libertad”, relataba el empresario.
Primero abrió Next Weekly, una revista especializada en periodismo de investigación. Le siguieron otras publicaciones -culturales, económicas, de viajes- que compartían un editorial siempre muy crítico con Pekín.
Un par de años antes de que Hong Kong volviera al dominio chino, en 1995, Lai puso 100 millones de dólares hongkoneses (alrededor de 12 millones de euros) para abrir el Apple Daily, el periódico que se convertiría rápido en uno de los de mayor tirada de la ciudad y pilar de un imperio mediático que también se expandió con éxito en Taiwan.
El Apple Daily acabó siendo un tabloide en el que se mezclaban artículos con enfoques sensacionalistas sobre acontecimientos locales, páginas rosas con las últimas novedades de las celebrities y reportajes de investigación. Siempre ha habido opiniones enfrentadas sobre este diario, tanto en Hong Kong como en China continental. Muchos personajes populares de la ex colonia nunca perdonarán que Lai introdujera en la ciudad la figura de los ‘paparazzi’ para cazar a los famosos.
Durante los 26 años que estuvo en circulación, el Apple Daily siempre mantuvo una línea muy crítica con el Gobierno chino. Esta se acentuó sobre todo en 2019, cuando estallaron las protestas. Lai fue además uno de los grandes benefactores de los movimientos estudiantiles y de los partidos del campo pro democracia que inundaron las calles de Hong Kong pidiendo más libertades. También se le vio en algunas concentraciones.
En diciembre de 2020, cuando la ley de Seguridad Nacional cocinada por Pekín ya había silenciado las protestas, Lai fue uno de los muchos activistas detenidos. Fue condenado a cinco años y nueve meses de prisión por fraude, aunque él mantuvo que se inventaron un caso de corrupción en su contra para apartarlo de circulación. Un año después fue también sentenciado a 13 meses de prisión por incitar a los manifestantes a participar en una conmemoración prohibida de la masacre de la Plaza de Tiananmen.
Esa condena se dictó unos pocos meses después del cierre del Apple Daily: 500 policías entraron en el periódico, registraron la redacción y detuvieron a cinco editores y ejecutivos acusándolos de violar la ley de seguridad al publicar más de 30 artículos que supuestamente pedían sanciones a los gobiernos de Pekín y Hong Kong. Después, las autoridades congelaron 2,3 millones de dólares en activos vinculados al periódico. Entonces, la empresa matriz del diario, Next Digital, anunció el cierre.
El polizón multimillonario que desafió a Pekín, magnate de los medios y patrono de movimientos pro democracia de Hong Kong, se enfrenta ahora a un nuevo juicio, el más mediático de la ex colonia porque nunca se había juzgado bajo la ley de Seguridad Nacional a alguien por confabular con potencias extranjeras y poner en peligro la seguridad de China.
Agencias