El espasmo producido por la más que probable dimisión de Sánchez ha producido escenas de adhesión inéditas en el partido

NotMid 28/04/2024

OPINIÓN

LUCÍA MÉNDEZ

Este mismo mes de abril, el profesor José Luis Álvarez pronunció en la sede de la Fundación Pérez Llorca una conferencia a modo de presentación de la edición ampliada de su libro Los presidentes españoles. El profesor Álvarez, Máster en Sociología por Harvard, da clases en una escuela de negocios en Fontaineblau (Francia). Quizá sea por eso, su obra sobre los presidentes es académica y divulgativa, pero sobria y ecuánime. No adjetiva a los presidentes en función de filias o fobias políticas. Sólo los estudia.

Álvarez sostiene que Pedro Sánchez se parece bastante al primer presidente, Adolfo Suárez. Emprendedores solitarios, desclasados, maniobreros y prestidigitadores ambos. También destaca que Sánchez no es simpático, ni antipático, es un profesional del poder con una altísima dosis de estabilidad emocional, como Zapatero y Rajoy. «Es difícil resistir sin quebrarse emocionalmente las descalificaciones constantes que sufrió Zapatero en especial en sus dos últimos años, si no se cuenta con una alta autoestima, o las que aguantó Rajoy por parte de sectores de su propio partido y de la derecha mediática más radical, o las descalificaciones, ad hominem, constantes, contra Pedro Sánchez».

«No han sido las emociones de Sánchez la causa de su ascenso y permanencia en la Presidencia del Gobierno, sino su ausencia», concluye Álvarez. Tal vez en la próxima actualización de su estudio sobre los presidentes, el profesor Álvarez tenga que introducir algunas correcciones. Estos cuatro días del mes de abril han dado un giro de 180 grados a todos los estudios políticos y perfiles psicológicos sobre la figura presidencial. La intensidad emocional que los socialistas han introducido en la gestión para que el secretario general del PSOE no les abandone no tiene precedentes. Ni siquiera las lágrimas de Susana Díaz y la rabia de los amigos de Pedro Sánchez en el Comité Federal que le decapitó el 1-0 de 2016 pueden igualar el dramatismo a cielo abierto que los socialistas exhibieron en la calle Ferraz mezclados con la militancia. El partido del pueblo, dice Óscar Puente.

El plazo de cinco días que el presidente del Gobierno se ha dado para decidir si continúa o no al frente del país ha causado una conmoción que resulta difícil de calificar con las palabras propias de la política. Seguramente porque la carta que Pedro Sánchez envió simbólicamente al buzón de todos los españoles no era la carta de un presidente del Gobierno. Era el desahogo de alguien que atraviesa una severa crisis emocional debido a que su mujer se siente acosada por algunos medios que ponen en duda su integridad profesional por una serie de actividades de lobby que ella decidió mantener cuando su marido llegó a presidente. Algo que muchas personas consideran una imprudencia.

CAPACIDAD DE AGUANTE

La admisión a trámite por parte de un juez de la denuncia contra ella del sindicato ultraderechista Manos Limpias -que incluye noticias falsas- fue el detonante del aguante de Sánchez y del comienzo del espasmo del PSOE. En los últimos meses ya había trascendido que el presidente y su mujer estaban enfadados por las informaciones sobre la actividad profesional de Begoña Gómez y por la utilización de este asunto por parte del PP, que amenazó con pedir su comparecencia en el Senado. El equipo del presidente, aún reconociendo que la polémica le estaba causando un desgaste emocional, sostenía que Sánchez es un hombre con una demostrada capacidad de aguante casi sobrenatural.

Por eso su carta en la que establecía un plazo de cinco días para decidir si se va o se queda dejó de piedra a propios y extraños. Ya sólo queda un día para el anuncio de la gran decisión, y los acontecimientos indican que la amenaza de dimitir no era una forma de hablar, ni una maniobra táctica de las que le han dado fama. Sánchez se encerró el miércoles a cal y canto con su familia en el edificio del palacio-vivienda del presidente en el complejo de La Moncloa. El jefe del Ejecutivo ha rehusado hablar de su futuro personal y político con las personas que han sido de su máxima confianza. Los máximos dirigentes del PSOE han comprobado, con la desesperación correspondiente, que Sánchez va en serio. ‘Hasta aquí he llegado’, es la idea que resume su estado de ánimo.

Los socialistas -aturdidos por la sorpresa que nadie podía imaginar- no han querido asumir sin más que su secretario general deje de tirar del carro y pusieron manos a la obra para una exaltación pedrista de primera, con el fin de llegar al corazón del líder para que no les abandone. Por ahí fuera, y también por aquí dentro, ha cundido el pasmo ante la idea de que el presidente del Gobierno se encierre cinco días para decidir si le merece la pena seguir en el cargo.

Paralelamente a la turbación socialista, se ha puesto en marcha una campaña de los sectores mediáticos y culturales de la izquierda para denunciar «el golpismo mediático y judicial» (sic) que, según ellos, pretende acabar con el Gobierno a base de esparcir bulos y mentiras para que los usen la oposición y algunos jueces contra Sánchez.

CAMINO DE RENUNCIA

A pesar de todos estos gestos de respaldo y de cariño incondicional hacia Pedro Sánchez, su actuación en los últimos días señala el camino de la renuncia, mediante una dimisión y posterior investidura de otro candidato socialista, o del anuncio de la convocatoria de generales dentro de un mes cuando legalmente sería posible.

Todas las especulaciones que se han producido en estos cuatro días son en clave política. Sin embargo, por mucho que le cueste asumirlo a la oposición, Sánchez sólo está pensando y sintiendo en clave personal. «La persecución contra Begoña se debe a que está casada con el presidente del Gobierno. Y eso para él es muy duro porque ella siempre le ha apoyado en todo, es la persona insustituible en su vida. Lo más importante para él ahora mismo es lo personal», señalan los próximos.

«Seguramente la pareja necesitaba estos días para hablar de forma más tranquila sin el vértigo de la actividad diaria. Confiamos en que el aliento que les ha llegado del apoyo del partido, de los militantes, de los simpatizantes y de todos los sectores progresistas influya en su reflexión y decida quedarse porque, de lo contrario, el mensaje sería que se rinde frente a los malos», señalan fuentes socialistas.

Según estos interlocutores, las frases y los gestos de respaldo y cariño que derrocharon todos los socialistas en el Comité Federal y en la calle iban destinados, sobre todo, a Begoña Gómez, que durante estos últimos meses se ha sentido sola. «Begoña, compañera, estamos todas contigo», proclamó entre aplausos María Jesús Montero ante el Comité Federal.

La esperanza del PSOE para que Sánchez no dimita es que su mujer, Begoña Gómez, así se lo pida. Queda claro que esta situación está muy lejos de corresponderse con la normalidad política de un país y hasta con la responsabilidad de un presidente del Gobierno. «Sánchez da cinco días a España para que vea cómo es la vida sin él», tituló Bloomberg. La reacción de los medios internacionales, muy crítica con la actuación del presidente, indica que su cultivada imagen internacional ha sufrido un daño importante por este episodio.

“EL IMPULSO DE UN MOMENTO MALO”

«Se lo pedía el cuerpo, pero está claro que la carta ha sido un error, el impulso de un momento malo, de una pájara que nos puede dar a cualquiera. Y que la gestión de esa quiebra emocional ha sido desastrosa. Pero creo que ese error es subsanable, si Pedro Sánchez se va, todo el mundo creerá que es porque él y su mujer tienen algo que ocultar. Su cansancio es muy lógico. Ha tenido que gestionar situaciones muy duras como la pandemia, aparte de su llegada traumática al liderazgo del partido, ha aguantado más insultos que nadie, y el acoso de la oposición ha sido muy sucio, sin pararse en barras, metiendo a su familia y llamándole abiertamente hijo de puta», señala un ministro del Gobierno.

Los ministros y los dirigentes socialistas aún tienen un hilo de confianza en que las manifestaciones de adhesión y afecto hacia Pedro Sánchez y Begoña Gómez surtan su efecto. Aunque tomando su carta al pie de la letra, la conclusión es que no dispone de fuerzas para seguir en el cargo. Y que no quiere hacer sufrir más a su mujer sólo por serlo. Es obvio que mientras la pareja siga viviendo en Moncloa, el acoso de la oposición seguirá, corregido y aumentado, en los medios, en los juzgados y en el Parlamento. Nadie puede evitar que las webs den noticias, veraces o falsas, ni que el juez abra investigaciones, ni que el PP llame a Begoña Gómez a comparecer en el Senado. Demasiado para alguien que está casada con un político, pero no es una política profesional.

Los acontecimientos se desencadenan, cobran vida propia y resulta difícil frenarlos. Después de estos cuatro días, se hace casi imposible imaginar que Pedro Sánchez anuncie que se queda. Si lo hace, incrementará el dolor de su mujer, que es lo que, según su carta, quiere evitar a toda costa.

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