El francotirador, que comparte apellido con la reina, llega al frente de nuevo: “Soy un soldado espiritual”…
NotMid 09/07/2023
ESTILO DE VIDA
Wali se llama a sí mismo un «soldado espiritual». Basta conocerle bien para saber que, efectivamente, dice la verdad. Basta ver su Biblia subrayada, marcada con distintos colores, para saber que no es compañía ocasional. Que, en su modo de actuar, sin exaltarse, sin estridencias, hay un alma que aguanta cualquier reto. Aterriza en Madrid, llega desde su Quebec natal, antes de poner rumbo -de nuevo- a Ucrania. Lo hace en el más estricto secreto, que sólo conocían unas pocas personas en la redacción del periódico, tras una coordinación de meses. Ha esperado por sus maletas, donde hay equipos valorados en miles de euros, durante una hora. «Pensé que los había perdido», suelta con una sonrisa, en su inglés con acento canadiense. Sacar a este francotirador de élite de sus casillas es cuasi imposible. «¡Vamos!», dice en castellano, que también chapurrea. Lo tiene en la sangre. Este también es un encuentro con sus raíces. Hay sangre española en sus venas… No adelantemos acontecimientos. Los próximos seis días los pasaremos con él. Charlando del pasado, presente y futuro de la guerra. De su próxima llegada al campo de batalla, para lo que él llama… La Reconquista.
Una victoria frustranteEs lo que advierte Wali, justo antes de arribar a Kiev. Pasamos seis días con él entre Madrid y un lugar en la costa donde se reúne con la resistencia ucraniana en el exilio
De camino de Barajas a su hotel, los edificios le recuerdan a Kiev. Siempre recuerda que «es una guerra que está más cerca de nosotros de lo que creemos». Hay que estar. Pisar esas calles hoy humeantes, ver a esos niños que mueren en brazos de sus madres para saber que hay mucho que nos une a ese dolor. «Cuando lo dije antes, me calificaron de racista». Le preguntaron por las diferencias con ese Afganistán por el que había peleado, por Irak. «Aparte de lo obvio, dije que estaba en juego la civilización como la conocemos porque Ucrania está más cerca de Occidente, pensé que resultaba algo evidente». Pero no, como ha mantenido el anonimato y habla apenas de sus raíces o familia, le dijeron que era un «perro musulmán», un traidor. Muchos, por su sobrenombre de guerra, que en árabe significa «guardián» o «protector», creían que sus raíces provenían de Medio Oriente.
El francotirador más famoso de la guerra hace una parada antes de volver a zona de combate, cuando se cumplen 500 días del conflicto
Nos deja contarlo. El francotirador conocido como Wali nació en Montreal hace 41 años. Su madre es canadiense, de origen francés. Su padre, ecuatoriano, con sangre española. Su apodo nace de lo complicado que era pronunciar su nombre cuando defendía Kandahar de los talibanes. Peleaba, entonces, por el 22º Regimiento Real del ejército canadiense, donde se hizo sniper. «Éramos una hermandad». Allí vivió uno de los momentos más horrorosos de su experiencia como soldado. «Un bebé partido en dos». Retoma el hilo de las acusaciones de racismo. «Amo ese país. Hicimos lo que pudimos para ayudar, antes y después. Tengo amigos afganos y vi a la distancia la destrucción de todo lo que se hizo para cambiar ese país. Hice gestiones para sacar a los que estuvieron con nosotros».
Reflexiona sobre sus raíces españolas, lo que ha vivido, lo que se necesita para ganar y un futuro con miles de veteranos mutilados
Llegada al lugar donde se queda a dormir. Abre la maleta. Todas son camisetas verde oscuro. Pantalones chinos a juego. Zapatos del mismo tono. Dentro está su chaleco con la banderita amarilla y azul en el pecho. Todo muy ligero. Manda un mensaje a su esposa y a sus dos hijos, ellos tan rubios, de ojos azul claro. Es lo que deja atrás, a su familia ideal, con un pequeño recién nacido. Con oposición de su mujer, que le pide que vuelva pronto. Pero él siente que aún le necesitan en el país que preside Zelenski. «Vuelvo para colaborar y preparar a los que se quedarán en el país. Yo financio todo mi viaje. Ucrania no me paga nada». Pasea por el parque del Retiro y queda deslumbrado por su belleza. «Es tan Viena. Esta ciudad es maravillosa. Por esto luchamos». Llega la noche y el jet lag le impide dormir. Concilia el sueño sobre las dos de la mañana.
Día 2. Le escribe a su contacto en Kiev, quien le recibirá después de hacer escala en una ciudad del Mediterráneo español -no se revela porque es donde se reúne con la resistencia ucraniana en el exilio- y Varsovia. «Está en misión secreta», señala sin dar más detalles. Por ahora. A la mañana siguiente, se despierta tarde. A las 11:45 salimos a visitar la Ermita de San Antonio de La Florida. Entra al lugar donde, en 1919, se trasladaron los restos de Francisco de Goya y Lucientes. Llegaron desde Burdeos, donde el genio de Fuendetodos murió en 1828. Apenas hay un puñado de visitantes. Tiene una especial conexión con su obra, siempre en su vida. Walli tenía la copia de una de sus pinturas sobre el piano de su casa. En 2018 se estrenó el documental My War, donde Wali era uno de los protagonistas. Aparece tocando el piano de espaldas, con una camiseta verde militar como la que lleva hoy. La pared es de madera y en ella hay una copia de Los Fusilamientos. Al mirar hacia lo alto de la cúpula se rinde ante las bóvedas, esas pinturas al fresco que son parte de las obras maestras menos conocidas del artista. Una mezcla de sombras, a ras de suelo. Y luz, arriba, donde brillan en cuadratura querubines y hombres.
Afuera, a 150 metros está la reproducción del cuadro que más significa para Wali. En 300 metros cuadrados, el artista urbano conocido como Miek ha creado un mural donde se representa El 3 de mayo en Madrid. Nos acercamos. En la esquina del Paseo de la Florida y la calle Mozart, será la sesión de fotos para la portada. En una conversación previa, el soldado nos contó lo que le traía a la mente esta pintura. «Me recuerda que siempre existe la posibilidad de ser ejecutado. Como combatiente extranjero, fui y sigo siendo considerado un terrorista por el enemigo. Eso significa que no estoy protegido por la Convención de Ginebra». Aun así quiere volver a esa Ucrania que quiere defender. Se coloca en el sitio de los fusilados. «Yo estoy de este lado, de los que luchan contra las fuerzas invasoras, que quede claro», dice mientras mira sereno al lente.
-Hay quienes le llaman mercenario…
-Mercenario no es un término correcto. No lo soy. Podría estar mejor pagado si estuviera en mi país, ganando una fortuna. Vendiendo mis conocimientos y experiencia . Soy un voluntario, un combatiente internacional, a mí no me financian… Los del grupo Wagner sí que lo son.
-Acaba de fracasar su revuelta…
-Lo que sucedió, para los que conocemos lo que pasa sobre el terreno, lo consideramos previsible.
-Nunca se vio tentado a aceptar ser un mercenario (un francotirador de su categoría puede ganar 50.000 euros al mes)…
-Tengo que confesar que una vez visité las instalaciones de Blackwater (hoy conocida como Academi), en Virginia. Era todo muy limpio, perfecto, vendían profesionalidad. Entrenan con lo mejor de lo mejor.
Se llama a sí mismo un ‘soldado espiritual’, lo recalca sujetando su Biblia, su compañera en guerra y paz
-No aceptaste.
-Sólo fui a ver lo que tenían. Era una experiencia.
-Por cierto, ¿en Ucrania siguen necesitando combatientes extranjeros?
-Necesitan expertos: en manejar las armas que les han entregado. También médicos, ingenieros, pilotos… Esencialmente, necesitan eso y dinero, y más equipo de combate: tanques, aviones, municiones, defensa aérea. Esa es la verdad…
-¿Ya no se contratan combatientes extranjeros?
-Esto va a sonar polémico, pero lo que no se necesita es gente que sólo sepa manejar un fusil. Para eso, los ucranianos se bastan. Han aprendido. Ya van tantos días de guerra…
Se cumplirán 500 días justo cuando llegue a Kiev… Wali sigue su periplo por Madrid. Un incendio se cruza por su ruta en la Plaza Mayor. Ningún sobresalto adicional. Pasa por debajo de unos protectores de sol que tienen los colores de la bandera de Ucrania. Su único disparo es para hacerse un selfie frente al oso y el madroño. Click…
-¿Cuánto ha cambiado la guerra desde febrero de 2022?
-Muchísimo. Al principio, los rusos tenían superioridad en armas y equipo. Los ucranianos eran menos profesionales. Ahora la situación se ha invertido, lo malo es que sigue esa mentalidad soviética entre los mandos. Se deben usar mejor los recursos. La gente muere por los errores de los comandantes.
-Y aún así vuelve.
-Quiero ayudar y siento que puedo enseñar.
-¿Cuántos francotiradores estima hay en Ucrania?
-Primero vamos a definir qué es un francotirador. No sólo es alguien con un fusil de precisión y que dispara a matar con buena puntería. Eso es sólo una parte. Debe ser capaz de marcar posiciones, describir escenarios de ataque, enviar coordenadas para un ataque aéreo o terrestre… Mucho más que apuntar y darle a un objetivo a distancias extremas. Si lo entendemos así -el estándar de los equipos de primer nivel como el canadiense-, no hay más de un centenar. No es dato oficial, es lo que estimo. Y necesitan entrenamiento. En persona, sólo conocí a 15 en la guerra.
Insinúa que hay más fusiles de precisión que reales francotiradores. A él le dan un más que respetable TRG-44. Es fabricado por Sako, una empresa finlandesa hoy propiedad del célebre fabricante Beretta. Versátil aunque algo pesada, esa misma marca es la que utilizan las fuerzas especiales Omega de Ucrania y los GEO de la Policía Nacional de España. «La mayoría piensa que los snipers son glamurosos, como si uno viviera como un 007. Pero en realidad es uno de los trabajos más aburridos del Ejército. Se requiere extrema paciencia y precisión. Lo cierto es que son pocos los que pueden soportar esas largas esperas».
-Y alrededor, la gente muere. Se dispara mucho menos de lo que uno imagina…
-Podemos pasarnos días sin disparar. A mi alrededor, el número de personas que murieron o resultaron heridas de gravedad son hasta ahora nueve. De ellos, realmente cercanos, fallecieron cuatro.
Va a Ucrania en lo que él denomina la fase cinco del conflicto bélico: ‘La Reconquista’. La llama así, en español
Lo suelta sin acritud. Frente al Palacio Real se detiene y observa el interior a través de las rejas. Le parece curioso compartir apellido con la reina Letizia… Siempre analiza los lugares como si fueran objetivos a defender o atacar. Le gusta la limpieza de los miradores que rodean el complejo. «Mientras menos obstáculos visuales, mucho mejor para un francotirador». No le gustan las muchedumbres, ni los lugares apretujados. Escoge las esquinas al sentarse, por costumbre, de modo automático. «Esto es tan pacífico». Cada vez valora más esa sensación de seguridad que para nosotros pasa inadvertida. «Es mi tercera guerra. A la que más veces he vuelto».
Repasa las fases de lo que ha sucedido en este medio millar de días en el conflicto bélico en Ucrania. «La primera fue la sorpresa, cuando el mundo entero incluso temía por una III Guerra Mundial (GM). Los ucranianos veían su destino cambiar. El Apocalipsis. Los rusos creían que iban a vencer rápido. Se dio paso a la fase de La Resistencia, cuando el coraje del pueblo invadido soportó a un ejército notablemente superior. La tercera etapa, fue lo que sucedió en Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia». Todo lento, absolutamente violento y cruel.
«La cuarta es Bajmut». Han sido batallas despiadadas, con miles de bajas sólo semejantes a las vividas en la I GM y la II GM. Allí se vio la fortaleza del Grupo Wagner, que después se rebeló contra el propio Putin. Abandonaron sus puestos y pusieron rumbo (un rato) a Moscú.
Vuelve para ayudar en lo que necesiten… Acaba de tener su segundo hijo
Entiende que eso ha debilitado la defensa del territorio invadido por Rusia. Él no quiere llamar a lo que sigue contraofensiva, un término maldito. «La quinta fase es La Reconquista».
Utiliza el mismo término que se usa para la restauración de los reinos cristianos visigodos en la Península Ibérica. A Wali le gusta la Historia y lo recalca en el corazón mismo de España. Sabe que es una definición poderosa y polémica. La usa para reivindicar el carácter de la victoria de Occidente. Mas hace una advertencia dolorosa: «La victoria, de producirse, será una victoria frustrante».
Aunque se puede considerar que es cuestión de tiempo que Rusia no aguante más, cualquier cambio, como el triunfo de Trump en las elecciones de EEUU, puede dar un giro de 360 grados. Pero esa «victoria frustrante» se verá, especialmente, cuando contemplen las heridas de lo que ha sucedido. Advierte de un país devastado, que necesitará de cientos de miles de millones de euros para ser reconstruido. Va un paso más allá…
Se llama a sí mismo un ‘soldado espiritual’, lo recalca sujetando su Biblia, su compañera en guerra y paz
-¿Esa «victoria frustrante» que menciona tiene que ver con los veteranos de guerra de los que poco o nada se habla?
-Los que hemos sido testigos de lo que está pasando, podemos contar sobre los miles de mutilados sin futuro. Que no cobran apenas pensión porque no hay dinero. Que ya caminan con sus lesiones a cuestas por las calles de las grandes ciudades ucranianas. Sin la idea de tener un porvenir. Es muy doloroso. Un Vietnam en Europa…
Y en pleno siglo XXI. El sniper puede describir todo esto tras reflexionar a la distancia, tras ser testigo de esa falsa sensación de paz. Cuestión de perspectiva. Hay 3.750 kilómetros entre Madrid y Kiev. Hay 200 más entre su ciudad natal y la Columbia Británica, dentro de Canadá. Wali recorrerá 7.500 km desde su Quebec para ir a una guerra que siente propia. Por eso, no concibe la indiferencia ante lo que pasa en Ucrania.
Por sus contactos con la resistencia ucraniana, sabe que España ha sido grato país de acogida. En la tarde antes de partir a una ciudad de la costa mediterránea, donde está uno de sus líderes ucranianos en el exilio, acepta un reto lúdico. Disparar armas de aire comprimido, aquí no se puede hacer con una real por obvias limitaciones legales. Pocos sitios hay. En Alcorcón, hay uno que incluso tiene la opción de pistola y rifle. Queda fascinado con el material. Compra camisetas y guantes. «En Ucrania las revenden como si fueran realmente militares», ríe. La espera es larga. La afición es notable. La gente gasta cientos de euros en estos equipos para sentir lo que él hace en la vida real. El fotógrafo, entusiasmado, hace un comentario casi susurrando: «Es como si LeBron James fuera a una tienda de baloncesto».
Espera su turno paciente. El responsable de la tienda le da las instrucciones. Primero, pistola. «Esto es lo que mejor se me da en estos circuitos de juguete». Hace varias rondas. «No falla el jodido… ¡Ni una!», dice un jovenzuelo que aguarda con su novia. Con el rifle de airsoft, continúa su racha. Grabamos la última ronda en vídeo para que quede testimonio gráfico. El público a la espera de que yerre se acumula. «Es malísimo», bromeamos con el jefe del negocio. Asiente y va a caja a cobrar. Una exhibición.
Por la noche, cae desplomado. Después, tocan tres días frente a un puerto (para un reportaje que se publicará pronto)… Y vuelta a la capital para coger un vuelo a Polonia. En la ruta, en la que él conduce, hace una parada para comprar un cuchillo de Albacete que se llevará al frente. «Es muy especial». Realmente es así, la empuñadura, de madera y acero, tiene una curvatura especial. Mientras comemos antes de embarcar, recibe una noticia funesta. Wali había retrasado su llegada a Ucrania para reunirse con Crónica. Su contacto allí aparece muerto.
-Encontraron a mi amigo inconsciente en su apartamento en Kiev, justo el día que se suponía que debía reunirme con él. Estuvo en silencio durante 24 horas y algunos otros compañeros estaban asustados. Fueron a su apartamento y le encontraron en el suelo…. Investigan si fue envenenado. Era un hombre entre 40 y 50 años. Es muy poco probable que haya sido un ataque al corazón…
Cambia sus planes. Llegará a Kiev justo cuando se cumplen 500 días de guerra. En Polonia se reúne con disidentes rusos. El coche que lo lleva desde Varsovia no hará paradas. «Echo de menos ya esa paz de España», me comenta. «Se nota el cambio de palacios y playas, a barracas y cenizas». Continuará.
Agencias