Al cumplirse 500 días de la invasión, Washington lanza el mayor paquete de ayuda a Kiev pero exige no usarlo en territorio ruso
NotMid 09/07/2023
USA en español
El Gobierno de Estados Unidos ha destacado el día número 500 de la invasión rusa de Ucrania sin especial conmemoración, aunque con el paquete de ayuda más importante que Washington ha dado a Kiev desde que hace casi seis meses, el 25 de enero, anunciara la entrega de 31 tanques M1 Abrams a ese país. Unos tanques que aún no han llegado y que no entrarán en combate hasta, como muy pronto, a finales de septiembre.
Eso sí, EEUU sigue rechazando de plano el envío de misiles tierra-tierra ATACMS a Ucrania, y continúa mirando con suspicacia la entrega de cazabombarderos F-16 de países europeos. EEUU quiere garantías por escrito de Kiev de que no solo no usará esos sistemas para atacar territorio -o espacio aéreo, o aguas territoriales- de Rusia, sino, también, que controlará a sus soldados para que a ninguno se le escape el gatillo y lo haga por su cuenta.
Ésa es una posibilidad que EEUU quiere evitar a toda costa, porque, al menos en teoría, Moscú está dispuesto a aceptar la entrega de cualquier sistema de armas de Washington a Kiev siempre y cuando éste no se utilice para atacar su territorio, lo que podría incluir Crimea. Así pues, Joe Biden está dispuesto a que la guerra siga, pero sin una escalada, y más a medida que se acercan las elecciones de 2024, en las que el casi seguro candidato republicano, Donald Trump, no ha ocultado nunca sus simpatías por Rusia, y con el riesgo permanente de que Vladmir Putin intente lanzar alguna sorpresa -no solo en el terreno miliatr sino, también, en el petrolero o en el geopolítico- que complique más la reelección del actual inquilino de la Casa Blanca.
Por eso, Washington sigue armando a Kiev, pero sin facilitarle que pueda golpear la retaguardia rusa en profundidad, mientras mira hacia otro lado ante las compras masivas de petróleo ruso por su gran aliado India -cuyo primer ministro, Narenda Modi, cenó en la Casa Blanca hace dos semanas- que permiten a Putin financiar su guerra, pero que, asimismo, mantienen, junto con las exportaciones de crudo de Irán -también ignoradas voluntariamente por Washington- que el precio de la gasolina siga bajo.
Pero, mientras tanto, EEUU sigue apoyando a Ucrania. Los 800 millones de dólares (unos 730 millones de euros) anunciados el viernes incluyen, además de las controvertidas ‘bombas de racimo’, 31 obuses de 155 milímetros, presumiblemente del modelo M777, del que Ucrania llegó a tener casi doscientos aunque ha perdido varias docenas en combate. Se supone que esos obuses lanzarían las bombas de racimo aunque, de nuevo, Washington no ha informado qué modelo de bombas enviará. Esos artefactos no son nuevos en Ucrania. Rusia ha empleado miles de ellos. Y la propia Ucrania también, dado que en noviembre pasado Turquía -un miembro de la OTAN- se las suministró.
Varios países han expresado su oposición a enviar estas armas a Kiev. El sábado lo hizo la ministra española de Defensa, Margarita Robles, quien aseguró que no comparte la decisión de EEUU y que la posición de España es clara: “No a las bombas de racimo y sí a la ayuda a la legítima defensa de Ucrania, que entendemos que no se realiza con estas bombas”. En los mismos términos se expresó el premier británico, Rishi Sunak, también signatario de la Convención que prohíbe estas armas.
PRESTIDIGITACIÓN LEGAL
Estados Unidos ha tenido que hacer cierta prestidigitación legal para entregar las bombas de racimo, también llamadas de fragmentación. La razón es que desde 2009 la ley estadounidense prohíbe la entrega a terceros países de bombas de racimo en las que exploten menos del 99% de las municiones (es decir, las bombas más pequeñas que se liberan cuando estalla la grande). La razón es que ese 1% que no explota por defectos técnicos puede quedar oculto durante años o décadas esperando que alguien lo toque para estallar o, simplemente, haciéndolo de forma espontánea.
Sin embargo, el 2,5% de las bombas de fragmentación de EEUU no explota, tal y como reconoció el viernes en la Casa Blanca el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan. Eso las deja inequívocamente fuera del nivel autorizado para la exportación. Claro que la legislación da al presidente la potestad de entregar bombas de racimo que no cumplan el requisito legal. En enero de 2021, en sus últimos días en la Casa Blanca, Donald Trump aprovechó esa excepción para dar estas armas a Corea del Sur. Ahora es el turno de Biden.
Las bombas de racimo rusas son mucho más peligrosas, porque entre el 30% y el 40% de la munición de éstas no estalla, como se encargó de recalcar Sullivan a la prensa. Lo que nadie del equipo de Biden ha comentado es que en 2022 la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, calificó de “posible crimen de guerra” el uso de esos artefactos por Rusia. El único matiz – aunque es un matiz significativo – es que Moscú ha usado miles de esos artefactos en ciudades, donde el enorme radio de acción de las bombas hace que su peligro para los civiles sea mucho más alto que en zonas rurales. Ucrania se ha comprometido “por escrito”, según Sullivan, a “usar esas armas de manera muy cuidadosa para reducir al máximo el riesgo para los civiles“.
Pero las bombas de fragmentación son solo una parte del nuevo paquete de ayuda. Otra, muy significativa, es un nuevo cargamento de 32 vehículos blindados de transporte de tropas Stryker y de otros tantos vehículos de combate de infantería M2 Bradley. Con esta entrega, Kiev tendrá ya más de 400 unidades de estos sistemas, respectivamente, lo que es una cifra muy respetable. Igualmente relevante es la entrega de misiles antiaéreos de alcance medio (de entre 20 y 100 kilómetros, dependiendo de la versión) Sparrow. Ucrania ya empezó a recibir esas armas el mes pasado, y el nuevo envío da a entender que están funcionando de manera satisfactoria.
En el futuro, cuando Kiev reciba los F-16 prometidos por los socios europeos de la OTAN, podrá integrar Sparrow de alcance mayor -hasta 100 kilómetros- en su Fuerza Aérea, algo que es imposible con sus actuales cazas heredados de la Unión Soviética. Si dispusiera de cazas modernos con misiles de largo alcance, Ucrania podría, al menos en teoría, atacar a los cazas rusos que, sin salir del espacio aéreo de ese país, patrullan la frontera y disparan a los aviones de Ucrania con sus misiles AA-13, de 400 kilómetros de alcance. Pero, de nuevo, eso sería que Kiev actuaria dentro de Rusia con sistemas de armas estadounidenses, algo de lo que por el momento Washington no quiere ni oír hablar.
Agencias